Tras una semana de roces con Bruselas y su propio gobierno por el Brexit, la primera ministra británica Theresa May afronta desde ayer dos jornadas claves de debates y votaciones en el Parlamento.
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Tras una semana de roces con Bruselas y su propio gobierno por el Brexit, la primera ministra británica Theresa May afronta desde ayer dos jornadas claves de debates y votaciones en el Parlamento.
Los diputados tendrán que pronunciarse sobre una serie de enmiendas a las leyes de salida de la Unión Europea que podrían condicionar sustancialmente la posición negociadora de la líder conservadora.
Entre estas enmiendas está la propuesta de que el Parlamento se pronuncie sobre el acuerdo final con Bruselas, o de que el Reino Unido se mantenga alineado con la economía del bloque europeo tras abandonarlo.
Tales enmiendas fueron introducidas por la cámara de los Lores, que generalmente se limita a estampar sin más su aprobación a los textos que vienen de la Cámara de los Comunes pero que esta vez fue "demasiado lejos", en palabras de May, que denunció un intento de "atar las manos del gobierno en las negociaciones" y pidió a los diputados que rechacen todas las modificaciones.
El gobierno conservador confía en que se rechacen la mayoría de las enmiendas de los Lores.
Sin embargo, una de las que podría acabar sobreviviendo es la que daría al Parlamento la posibilidad de rechazar el acuerdo final con Bruselas, dándole de facto capacidad de veto sobre las negociaciones.
En cambio, la que propone mantenerse en el mercado único europeo será descartada seguramente porque el principal partido de la oposición, el Laborista, no la apoya. Los euroescépticos que propugnan una ruptura clara con la UE para que el Reino Unido tenga su propia política comercial están cada vez más preocupados.
Uno de ellos, el ministro de Relaciones Exteriores Boris Johnson, fue grabado secretamente admitiendo que, aunque el Brexit se materializará, puede "que no sea el que queríamos".
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