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La fiesta de San Juan

Celebrantes con plumas de suri, cornetas y sikuris, fuego y agua, en una tradición que se mantiene viva.
Lunes, 25 de junio de 2018 00:00

La familia Sajama, de Huichaira, baja su santito para pasarle misa en la víspera de San Juan, imagen a la que se le sigue diciendo de San Sanjuan. La llevan a la iglesia de Tilcara para luego regresar a su casa, donde ya deben estar juntando leña para las luminarias.

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La familia Sajama, de Huichaira, baja su santito para pasarle misa en la víspera de San Juan, imagen a la que se le sigue diciendo de San Sanjuan. La llevan a la iglesia de Tilcara para luego regresar a su casa, donde ya deben estar juntando leña para las luminarias.

Con ellos, dos sonidos distintos que se van fusionando con el tiempo: el de la corneta y el de los sikuris.

El de la corneta es ese bramido lento, propio de estos misachicos de invierno, cuyo sonido surge al soplar la caña de varios metros de largo.

Al fondo, la bocina de metal marca el compás al que celebran los samilantes: aquellos que, vestidos con plumas de suri, meciendo cuartos de cordero, remedan los movimientos de nuestro avestruz, que a veces se acelera por el ritmo de las bandas de sikuris, al que no están acostumbrado.

Los samilantes llevan sombrero, pectoral, pollerín y fajas en las rodillas con plumas tramadas con lana en punto crochet.

Hacia el tobillo, los cascabeles que marcan el paso. En la mano, para soplar imitando la voz del suri, los poritos.

PASAJE/ INTEGRANTES DE TODAS LAS EDADES EN LOS SAMILANTES.

Algunas de las plumas, las del casquete, están teñidas de colores, pero no es así en todas partes. Cada casa con su estilo.

Los celebrantes, en parejas de a dos, danzan hacia atrás mirando hacia el Santito.

En la noche, siguiendo la tradición, realizarán las fantasías: el empollado y cuidado de sus críos, que es tarea del macho; el de la búsqueda del agua, un paso muy bello que se realizaba durante las rogativas convocadas para pedir la lluvia.

Propio de nuestra tierra, y acaso con alguna raíz de celebración precolombina, es interesante saber que los mapuches, casi para la misma fecha que en su lengua llaman ngillatún, tienen una danza similar que llaman choiquepurrum, porque el choique es a lo que nosotros llamamos suri.

Algunas crónicas de la época de la conquista hablan de rituales paganos realizados con plumas de suri atadas a cañas, como las que en muchos lugares llevan nuestros samilantes, y no hay poca pintura rupestre que los representen a todo lo largo de los Andes.

Hoy, y desde hace varios siglos ya asimilada al culto cristiano, hay quienes dicen que representa la veneración de la naturaleza toda, y con ella las aves, a las imágenes católicas. Como sea, hacen a esa frontera de la que la cultura se enriquece.

La víspera continuará con la celebración de samilantes y sikuris frente a la urnita de San Juan en casa de los Sajama, así como en tantos lugares donde se lo venera, la contemplación del fuego, acaso el ponche, el salto sobre las brasas y, ya en la mañana, los juegos con el agua de la acequia, que no resfría a quien no haya pecado, y al fin, la taba, juego que divierte a los trasnochados al comenzar el día.

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