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Dejando de lado el mundo futbolístico, cuyos resultados muchas veces son producto de un gran esfuerzo y trabajo conjunto y otras pocas veces, producto de la suerte o de la conjunción de los astros o el conjuro del universo, vamos a volver a un tema actual y menos internacional, como es el canto y los artistas argentinos.
Ya sabe el querido lector que quien escribe esta columna religiosamente y con dedicación desde Alemania, no tiene el más mínimo interés en el fútbol, pero no por eso va a dejar de escribir sobre la importancia de un deporte, cómo repercute en la sociedad y cómo a veces logra subir los ánimos cuando todo se ve oscuro y triste. Una suerte de bálsamo momentáneo.
Esta semana nos ha conmovido la muerte de una gran artista, una mujer argentina de gran carisma, voz considerada ya clásica en la música popular y con una ternura increíble: la soprano Violeta Rivas.
Su muerte cierra una etapa de grandes artistas argentinos de la música melódica, popular y tango, pero de una formación musical y técnica vocal sólida.
Violeta Rivas, que está muy asociada musicalmente con su esposo Néstor Fabián, murió a los 80 años este sábado en un hospital de Buenos Aires.
Su nombre real era Ana María Adinolfi y había nacido en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires donde de pequeña ya era conocida como cantante y ganó concursos.
Junto con otros iconos de la música popular argentina como Palito Ortega, Raúl Lavié y Chico Novarro saltó a la fama en la década del 60.
Pero no sólo hacía música melódica, pop o tango. Yo recuerdo haberla escuchado en internet cantando el aria de Violetta , de la ópera La Traviata “Sempre libera” y el famoso “Brindis” de la misma ópera verdiana.
Si bien no era una cantante de ópera, tenía técnica vocal y podía darse el lujo de cantar estas arias sin titubear.
Con esa voz técnicamente educada también hizo folklore sudamericano. Por ejemplo, la versión para canto y arpa del “Pájaro campana“, la célebre polka paraguaya que no tiene letra pero, como se diría en estos tiempos, hizo de ella una interpretación „lírico pop“ muy respetable.
Es que con su voz podía hacer piruetas vocales, imitando el arpa en el caso del pájaro campana e improvisando instrumentalmente. Sumada a la calidez y belleza de su timbre, tenía un carisma inigualable que la hacía ser querida en cuestión de segundos.
Su versatilidad le valió el mérito de cantar musicales, donde la buena técnica vocal además de una buena presencia escénica y belleza son elementos importantes.
Es que entre el canto clásico y el popular, no existen tantas barreras, si es que las hay. Muchas de las arias de óperas de Verdi están inspiradas en la música popular italiana, así como algunos Lieder de Schubert, el célebre compositor vienés, lo están en el folklore austríaco.
Y muchos cantantes con una sólida técnica vocal operística cantan folklore, repertorio melódico, fado y tango. En una época era normal cantar con una voz educada toda la música. Cantantes como Julie Andrews, que cantaba musicales con una técnica segura eran el modelo a seguir en el mundo de la música. Sin ir más lejos, nuestra entrañable Gina María Hidalgo es también un icono de la música popular argentina pero que tenía una educación vocal operística y así grabó arias de óperas, canciones clásicas, folklore y otros, dejando en toda esta música su sello personal.
También participó nuestra querida Violeta en algunas películas, como era costumbre en los 60 y 70s, donde las películas musicales gustaban mucho al público.
Su carrera musical, además de ser valorada por el público, fue meritoria de una distinción importante: fue declarada Personalidad Destacada de la Cultura por la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires.
Su voz y su personalidad siempre estarán en el recuerdo del público argentino.