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Actores haciendo de actores y hablando de revolución

¿Actuar o vivir?... el cuestionamiento de "Neva", obra que lleva a escena El Ojito de Agua Tilcara.
Domingo, 22 de julio de 2018 11:40

El primer recurso para adentrarnos en el clima, fue la advertencia de Renata Kulemeyer (asistente de dirección) antes de dar sala: “Puede ser que sientan un poco de frío, porque la obra transcurre en San Petersburgo, Rusia, en 1905”, expresó y abrió la puerta para que la Casa de las Culturas de la Universidad Nacional del Jujuy (Unju) recibiera al público limitado que permite la sala.

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El primer recurso para adentrarnos en el clima, fue la advertencia de Renata Kulemeyer (asistente de dirección) antes de dar sala: “Puede ser que sientan un poco de frío, porque la obra transcurre en San Petersburgo, Rusia, en 1905”, expresó y abrió la puerta para que la Casa de las Culturas de la Universidad Nacional del Jujuy (Unju) recibiera al público limitado que permite la sala.

Fue en una de las funciones de “Neva”, obra del chileno Guillermo Calderón, que eligió el grupo El Ojito de Agua Tilcara para llevar a escena en esta temporada.

Al ingresar a la sala, los actores que a su vez interpretan a actores, ya están intentando ensayar. Mientras el público se ubica en grupos de sillas alrededor del espacio de la escena, los actores van y vienen, repitiendo frases y momentos de una obra que pretenden montar, “El Jardín de los Cerezos” de Antón Chejov.

De entrada, el espectador se siente parte de ese ensayo que pretende ser y no se concreta como tal, porque en medio de las prácticas cortadas, hay reflexiones personales, privadas de los personajes, que interrumpen la parte artística de este encuentro. Los artistas se dirigen de tanto en tanto a las personas del público, con un tono de mucha confianza, y los incluyen en su escena.

Es que en el centro del espacio están dos actrices que interpretan a actrices, ellas son Gabriela Bertolone (personificando a “Olga Knipper”, la viuda de Antón Chejov), y Silvina Montecinos (quien en esta puesta es “Masha”, una colega de Olga, a quien admira por su reconocimiento); y un actor que representa a otro actor que también la admira e idolatra, “Aleco”, interpretado en esta producción por Guillermo Rocha. Los tres artistas sacan lo mejor de sí en esta versión jujeña de “Neva”, dirigida por Juan Castro Olivera.

“Para actuar hay que sentir”, dice contundentemente Olga en medio de sus recorridas del espacio en busca de la iniciación del ensayo, pero a la vez, se cuestiona esto a sí misma. Dice que desde que murió Antón ella no puede volver a actuar como antes. Siente que su popularidad era por ser la “mujer de”, pero sin dudas llegó a ser una diva del teatro, dibujada o no. Todo esto se desmorona, por momentos ella se pone en el papel de la gran estrella aminorando el talento y el esfuerzo de sus colegas, y por momentos se derrumba casi pidiendo compasión. Ella dice que su marido murió de un problema respiratorio,  por sus “pulmones débiles de artista”. Las conversaciones se entrecruzan y se cuestionan si el público debiera emocionarse por el texto o por las actuaciones. Y yo también me permito salir de un lado a otro mientras escribo este comentario, para decir que el texto es realmente rico y que pone en jaque las reflexiones que rondan sobre el arte, si la popularidad y el reconocimiento, o el talento para emocionar, si decir o no decir realidades desde la ficción y la creación, si esperar a que los actores lleguen o salir a buscarlos; y afuera de ese texto, encuentro en los actores locales una forma increíble de meterse en los personajes. Gabriela Bertolone, traduce ese ir y venir entre su papel de famosa y su papel de maestra de actuación egoísta y desacreditadora, que de tanto en tanto cae sufriendo y se refugia en sus compañeros. Silvina Montecinos,  que en su regreso a la actuación porque se lo propuso y quería hacerlo con este texto, sale a la escena con mucha plenitud, espontánea y ágil, graciosa, es la encargada del personaje que en esta historia tiene la última palabra, la que reniega de actuar cuando afuera la gente se está muriendo…. Pero ¿no es acaso la actuación o el arte en general la forma de desinhibir las expresiones? Finalmente Guillermo Rocha logra una credibilidad total de su personaje, traspasando la realidad, y se luce tal ductilidad para cambiar de emociones y de personajes en un segundo, que es un deleite poder apreciar su trabajo. Él se pregunta en algún momento en este marco “cómo voy a actuar, si no sufrí lo suficiente”, siguiendo la línea de “Olga”.

Los demás actores que deben concurrir al ensayo y el mismo director, no llegan. Es que afuera es la revolución y el zar mandó reprimir. El temor es que no lleguen nunca a este teatro donde la intención es ensayar, porque afuera todo está por estallar. Y entonces “Masha” se despacha con un monólogo muy fuerte mirando por la ventana: “Va haber una revolución… y va a ser tan linda!. La gente va a cantar en las calles y luego va a morir… la gente se está muriendo de hambre, ¿cómo podés pensar en una obra de teatro?... en el teatro no se sufre, se sufre en la vida”.

De poca escenografía, con vestuario muy cuidado que cambia en escena frente a los ojos del espectador, sin que la historia se corte, y con un recurso actoral que hace que cada vez que los actores llegan al clímax de una escena que están intentando ensayar, de repente vuelvan a la realidad (y continúen en el papel de los actores que ensayan en San Petersburgo), provocan una sensación muy intensa en el espectador a punto de emocionarse que vuelve a sonreír con las salidas de sus personajes.

Sin dudas hay un buen manejo de los cambios de papeles con agilidad en los tres artistas. El público se ríe, se suma, se emociona y sale “revolucionado”.

Y sí… el teatro es bueno en esto.