¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

26°
28 de Marzo,  Jujuy, Argentina
PUBLICIDAD

Mestizaje cultural

Domingo, 08 de julio de 2018 19:31


Estimado lector:  Quisiera comentarles que la ciudad de Salamanca (España), desde donde escribo estas líneas, es una magnífica ciudad, famosa por el color de sus edificios, amarillentos y a la cual debe el nombre de “La Dorada“.
 Por supuesto que no se puede hablar de Salamanca sin mencionar su magnífica universidad, la universidad más antigua de España, sin lugar a dudas y que junto con Oxford, Bolonia y París eran las „luces de Europa“, ese continente que se creía el centro del mundo hasta que la época de los Descubrimientos hicieron llegar a los descubridores, aventureros, valientes y curiosos a un continente allende los mares: „Las Indias“, más tarde conocidas como América.
  Muchos de los innumerables monumentos que pueblan esta ciudad son de iglesias y conventos de órdenes diversas, pero una en especial nos interesa hoy. Es el convento de San Esteban, situado cerca del río Tormes (sí, el mismo del „Lazarillo de Tormes“, muchacho que nació en Salamanca). 
Una estatua fuera de este convento nos recuerdo a Fray Bartolomé de las Casas, famoso dominico espanol que defendió con gran entusiasmo los derechos de los „indios“ llamados así en esa época. 
Recordemos que los „indios“ no habían sido contemplados por el derecho vigente en ese tiempo y en ese lugar pues nadie conocía de su existencia hasta ese momento. 
 Preguntas tan obvias pero sin respuesta en ese momento como: son personas o animales? Son seres humanos? Son un estadio intermedio entre bestias y hombres? Tienen alma? Pues toda esta duda existencial ocupó a los pensadores españoles y con gran inteligencia Fray Bartolomé se lanzó a la defensa de los derechos naturales de los indígenas, los primeros habitantes del suelo americano. Se les consideró personas, dignos de respeto y portadoras de derechos, como los europeos, que eran el centro de toda ciencia y a cuyo alrededor giraba (o sigue girando?) todo.
 Pero se abrió también la puerta a un comercio horrendo: la importación y venta de esclavos africanos. 
 Así, llegaron a América esclavos africanos, de diferentes regiones para así trabajar gratuitamente al servicio de la Colonia. 
 No podemos cambiar la historia pero sí ver el el legado de ella. Entonces, qué podemos ver de positivo? Pues, dejando de lado la crueldad y la explotación, vemos el arte que se desarrolló en América Latina (la América anglosajona escapa de nuestras observaciones en nuestra columna).
 El arte barroco mestizo, muy presente en la arquitectura sudamericana se la puede ver en las iglesias de Potosí, Bolivia, donde junto a ornamentaciones platerescas españolas se ve a un ángel indiano o una sirena tocando el charango (la sirena era un ser mitológico conocido en las culturas prehispánicas altiplánicas). 
Pero, cómo se traduce en la música, que es lo que nos ocupa en esta columna semanal? Pues, nuestro lector sabe que este espacio nació pensando en la música antigua pero que se ha ido expandiendo hacia la música popular y el jazz porque mucha de la música clásica se ha inspirado en la música popular y también muchas de las obras barrocas nacieron siendo obras populares, cantadas en tabernas y en el campo, como los villancicos, de cuyas melodías se improvisaban variaciones, tal como se hace con el jazz actualmente. 
 La herencia mestiza de América Latina en la música es enorme. Sumados a los pueblos originarios que tenían música y bailaban con diversos motivos de festejo pero también como demostración de respeto hacia el Inca, como era el Inti Raimi, los elementos traídos por los colonizadores españoles como el ritmo de la petenera más los instrumentos africanos hacen una simbiosis de culturas tan rica y diversa como ninguna otra en el mundo.
 En la música antigua, las primeras obras cantadas en suelo sudamericano es una obra para cuatro voces escrita en Perú, en quichua „Hanaj pachap cusicuinin“. Es una alabanza religiosa al dios cristiano, „ recién estrenado“  pero como estrategia para ser aceptado por los incas que tenían una religión diferente y como pueblo colonizado tuvo que adoptar una religión nueva y diferente. En realidad, adaptándola con sus antiguos dioses, pues había una paralelismo entre la Virgen María y Pachamama, entre Huiracocha y el dios creador judeo cristiano que con tanto fanatismo defendían los colonizadores iberos, de España y Portugal. 
 Se sumaron a estas dos vertientes el elemento negro de los esclavos que trajeron sus tambores y su manera de celebrar tan alegre. Así nacieron las „negrillas“, que son obras barrocas escritas por compositores españoles para las fiestas de Navidad donde se imitaba el hablar de los esclavos y se incluían instrumentos de ellos.
 Por eso podemos decir que América es una síntesis, una fusión de colores, ritmos, pensamientos y llena de esperanza para el futuro.
 

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla


Estimado lector:  Quisiera comentarles que la ciudad de Salamanca (España), desde donde escribo estas líneas, es una magnífica ciudad, famosa por el color de sus edificios, amarillentos y a la cual debe el nombre de “La Dorada“.
 Por supuesto que no se puede hablar de Salamanca sin mencionar su magnífica universidad, la universidad más antigua de España, sin lugar a dudas y que junto con Oxford, Bolonia y París eran las „luces de Europa“, ese continente que se creía el centro del mundo hasta que la época de los Descubrimientos hicieron llegar a los descubridores, aventureros, valientes y curiosos a un continente allende los mares: „Las Indias“, más tarde conocidas como América.
  Muchos de los innumerables monumentos que pueblan esta ciudad son de iglesias y conventos de órdenes diversas, pero una en especial nos interesa hoy. Es el convento de San Esteban, situado cerca del río Tormes (sí, el mismo del „Lazarillo de Tormes“, muchacho que nació en Salamanca). 
Una estatua fuera de este convento nos recuerdo a Fray Bartolomé de las Casas, famoso dominico espanol que defendió con gran entusiasmo los derechos de los „indios“ llamados así en esa época. 
Recordemos que los „indios“ no habían sido contemplados por el derecho vigente en ese tiempo y en ese lugar pues nadie conocía de su existencia hasta ese momento. 
 Preguntas tan obvias pero sin respuesta en ese momento como: son personas o animales? Son seres humanos? Son un estadio intermedio entre bestias y hombres? Tienen alma? Pues toda esta duda existencial ocupó a los pensadores españoles y con gran inteligencia Fray Bartolomé se lanzó a la defensa de los derechos naturales de los indígenas, los primeros habitantes del suelo americano. Se les consideró personas, dignos de respeto y portadoras de derechos, como los europeos, que eran el centro de toda ciencia y a cuyo alrededor giraba (o sigue girando?) todo.
 Pero se abrió también la puerta a un comercio horrendo: la importación y venta de esclavos africanos. 
 Así, llegaron a América esclavos africanos, de diferentes regiones para así trabajar gratuitamente al servicio de la Colonia. 
 No podemos cambiar la historia pero sí ver el el legado de ella. Entonces, qué podemos ver de positivo? Pues, dejando de lado la crueldad y la explotación, vemos el arte que se desarrolló en América Latina (la América anglosajona escapa de nuestras observaciones en nuestra columna).
 El arte barroco mestizo, muy presente en la arquitectura sudamericana se la puede ver en las iglesias de Potosí, Bolivia, donde junto a ornamentaciones platerescas españolas se ve a un ángel indiano o una sirena tocando el charango (la sirena era un ser mitológico conocido en las culturas prehispánicas altiplánicas). 
Pero, cómo se traduce en la música, que es lo que nos ocupa en esta columna semanal? Pues, nuestro lector sabe que este espacio nació pensando en la música antigua pero que se ha ido expandiendo hacia la música popular y el jazz porque mucha de la música clásica se ha inspirado en la música popular y también muchas de las obras barrocas nacieron siendo obras populares, cantadas en tabernas y en el campo, como los villancicos, de cuyas melodías se improvisaban variaciones, tal como se hace con el jazz actualmente. 
 La herencia mestiza de América Latina en la música es enorme. Sumados a los pueblos originarios que tenían música y bailaban con diversos motivos de festejo pero también como demostración de respeto hacia el Inca, como era el Inti Raimi, los elementos traídos por los colonizadores españoles como el ritmo de la petenera más los instrumentos africanos hacen una simbiosis de culturas tan rica y diversa como ninguna otra en el mundo.
 En la música antigua, las primeras obras cantadas en suelo sudamericano es una obra para cuatro voces escrita en Perú, en quichua „Hanaj pachap cusicuinin“. Es una alabanza religiosa al dios cristiano, „ recién estrenado“  pero como estrategia para ser aceptado por los incas que tenían una religión diferente y como pueblo colonizado tuvo que adoptar una religión nueva y diferente. En realidad, adaptándola con sus antiguos dioses, pues había una paralelismo entre la Virgen María y Pachamama, entre Huiracocha y el dios creador judeo cristiano que con tanto fanatismo defendían los colonizadores iberos, de España y Portugal. 
 Se sumaron a estas dos vertientes el elemento negro de los esclavos que trajeron sus tambores y su manera de celebrar tan alegre. Así nacieron las „negrillas“, que son obras barrocas escritas por compositores españoles para las fiestas de Navidad donde se imitaba el hablar de los esclavos y se incluían instrumentos de ellos.
 Por eso podemos decir que América es una síntesis, una fusión de colores, ritmos, pensamientos y llena de esperanza para el futuro.
 

Temas de la nota