La tarde del 22 de agosto, jugar a los soldados fue un modo de aprender la historia y las calles de la localidad de Tres Cruces fueron el escenario de una representación de la que participó buena parte de la comunidad. En horas de la tarde, viviendo lo que sucedía a comienzos del año 1812, los niños de la escuela primaria representaron a las tropas patrias que llegaban vencidas desde el Alto Perú.
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La tarde del 22 de agosto, jugar a los soldados fue un modo de aprender la historia y las calles de la localidad de Tres Cruces fueron el escenario de una representación de la que participó buena parte de la comunidad. En horas de la tarde, viviendo lo que sucedía a comienzos del año 1812, los niños de la escuela primaria representaron a las tropas patrias que llegaban vencidas desde el Alto Perú.
Los esperaban, en la avenida Francisco Pastor, vecinos, maestros y otros alumnos para atender sus heridas y consolarlos en la derrota. Por un lado de la escuela llegó el general Belgrano, que en marzo de ese año fue destinado a hacerse cargo de la tropa, volviendo de esos restos un nuevo ejército, y siguiendo por la avenida Pastor tomaron el rumbo de la plaza 26 de Junio, camino a la escuela secundaria, donde el canónigo Gorriti bendijo la bandera creada por el general Belgrano.
Los alumnos de la secundaria encarnaban a los nuevos reclusos que aumentaban el número el ejército criollo, mientras empleados municipales, vestidos del rojo realista, los vigilaban desde lo alto de un morro. Un espía español se acerca al lugar, toma el micrófono y le informa a Pío Tristán de las deserciones que alentaban las esperanzas contrarrevolucionarias, mientras los criollos, civiles y militares entrelazados, marchaban por la calle Pasajes.
En su andar hubo partos y reencuentros, mientras bajaban por la Quebrada rumbo a la ciudad de San Salvador de Jujuy, a fines de agosto de 1812, perseguidos de cerca por el enemigo. En la ciudad, junto a la zona industrial de Tres Cruces, Belgrano lee el bando, se quema aquello que no puede llevarse y parten hasta el arenal, junto a las vías del ferrocarril, donde se produce el combate de Las Piedras, victoria patria, ya en el mes de setiembre.
Es que la decisión, a la hora de armar el guión de la representación evocativa del Éxodo, fue saber lo que sucedió después de haberlo dejado todo, camino del Tucumán. Tras el combate de Las Piedras, donde niños, adolescentes y adultos se dieron el gusto de poder jugar a la guerra, aprendiendo la historia, la población tucumana incita al general Belgrano a desobedecer las órdenes de Buenos Aires y detener la retirada, que debía llegar hasta Córdoba.
Entonces, de regreso a la avenida Kennedy, la batalla de Tucumán, cuando la suerte de la guerra de la independencia cambió de signo y los exiliados empezaban a soñar con que era posible regresar a su tierra jujeña. La tradición dice que la Virgen de la Merced incitó a los vientos para que las armas patrias prevalecieran, por lo que ya en el atrio de la iglesia trescruceña, el general Belgrano entrega su bastón de mando a la Virgen, y los alumnos de la escuela secundaria cierran el acto con coplas alusivas. Prácticamente todo Tres Cruces participó del evento, antes de dirigirse a la escuela Capitán de los Andes para ser agasajados con api y tortillas. Si hubo espectadores, fueron unos mirándose a los otros, en ese escenario natural que fue el pueblo propio. El saldo, tras revivir la gesta de todo ese año hasta la naciente de 1813, fue un juego como el que muchos no vivían desde niños, y que los niños de hoy podrán difícilmente olvidar, aprendiendo con ello nuestra historia.