Es bueno y saludable en estos últimos días de agosto, volver a nuestro profundo interior, despejando un poco los sentires legítimos, pero algunas veces demasiado folclorizados y añadidos exagerados. Lo que heredamos, creo, debe perdurar, es esa conversación íntima, auténtica, silenciosa, sumamente agradecida y esperanzadora con la Madre Tierra. En lo antaño no muy lejano, donde el ambiente eran de gestos labriegos, mixturados de celebración y austeridad. Era primigeniamente el ámbito cálido de familia, donde todos participaban en la preparación como en las ofrendas de noviembre; desde el abrir la tierra comenzaba el ceremonial con sencillez y respeto. Infaltables las hojas de coca, el alcohol, la chicha y la abundante coa. Allí iniciaba la pedagogía más prístina del amor y respeto a la Madre Tierra. Gestos y murmullos casi oracionales que salen del corazón y luego se decodificarán en el tiempo haciéndose identidad en el alma, esto es lo que nos da luz para vernos en el espejo de la naturaleza, que también "somos tierra, y volvemos alguna vez a ella".
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Es bueno y saludable en estos últimos días de agosto, volver a nuestro profundo interior, despejando un poco los sentires legítimos, pero algunas veces demasiado folclorizados y añadidos exagerados. Lo que heredamos, creo, debe perdurar, es esa conversación íntima, auténtica, silenciosa, sumamente agradecida y esperanzadora con la Madre Tierra. En lo antaño no muy lejano, donde el ambiente eran de gestos labriegos, mixturados de celebración y austeridad. Era primigeniamente el ámbito cálido de familia, donde todos participaban en la preparación como en las ofrendas de noviembre; desde el abrir la tierra comenzaba el ceremonial con sencillez y respeto. Infaltables las hojas de coca, el alcohol, la chicha y la abundante coa. Allí iniciaba la pedagogía más prístina del amor y respeto a la Madre Tierra. Gestos y murmullos casi oracionales que salen del corazón y luego se decodificarán en el tiempo haciéndose identidad en el alma, esto es lo que nos da luz para vernos en el espejo de la naturaleza, que también "somos tierra, y volvemos alguna vez a ella".
La otra instancia importante es la comunitaria, la fijación y la internalización de la primera experiencia dará sentido a los saberes que se aúnan en el todo comunitario, es allí donde se potencia la alegría y la gratuidad de lo dado, momentos ineludibles de reconciliación con la Pacha y los hermanos, es donde la historia nos envuelve con nuestras penas y alegrías, aciertos y errores y vale para que todo esto se transforme en festividad alegre y compartida, similar a las festividades andinas como la "minga", donde no debe faltar nadie, ni los jóvenes, ni los niños, niñas y abuelos, que son los depositarios de esta espiritualidad. Ojalá que este espacio no solo sea de los mayores, que quizás sea porque comemos y bebemos en abundancia, como decía la picaresca copla y tonadilla de una comadre quebradeña: "Kusilla, kusilla, que me mache y no ande de rodillas". Cuando nuestro corazón está vacío, justificamos con más cosas, oscureciendo esta luz de espiritualidad que debemos cuidarla y defenderla porque es generadora de vida, sobre todo cuando tengamos tentación de creernos amos y señores de los cerros y aguadas haciendo oídos sordos cuando la naturaleza grita en nuestra puna y quebrada. Que dejemos correr los rebaños de ovejas, las manadas de vicuña y llamas, las aves todavía dueñas de nuestro cielo, los maravillosos cerros y la espléndida puna son parte de nuestra vida.Tantas gracias hay que dar al Creador!