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Nacieron 18 bebés pelirrojos y el cura es el único pelirrojo en el pueblo

Ocurrió en una pequeña localidad del norte de España. Los vecinos forzaron un referéndum y por unanimidad decidieron expulsar al sacerdote de la parroquia.

Jueves, 13 de septiembre de 2018 11:36

Como dicen los españoles, menudo follón se ha armado en un pequeño pueblo de la región de Cantabria, en el norte del país ibérico. Ocurre que en el último año nacieron en la localidad de Renedo 22 bebés, de los cuales 18 resultaron pelirrojos, pese a que ninguno de sus padres tiene esa condición de piel y cabello.

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Como dicen los españoles, menudo follón se ha armado en un pequeño pueblo de la región de Cantabria, en el norte del país ibérico. Ocurre que en el último año nacieron en la localidad de Renedo 22 bebés, de los cuales 18 resultaron pelirrojos, pese a que ninguno de sus padres tiene esa condición de piel y cabello.

¿Y quién, entonces? Ni más ni menos que el cura del pueblo. ¡Hostia!

Como consecuencia, se armó una pueblada que terminó con un plebiscito comunitario y la voluntad popular fue expulsar al sacerdote sospechoso de haber brindado algo más que la comunión a algunas feligresas.

Aunque algunos descreen que sea cierto, lo confirmó el Ayuntamiento de Renedo según reprodujeron distintos portales de noticias: el malestar fue in crescendo a medida que todos cayeron en la cuenta de que los bebés que nacían allí eran todos pelirrojos, y eso no podía ser atribuido al agua para el mate, porque allí no toman mate. Pero sí van a misa. Y allí mismo, en la parroquia estaba el elemento de las sospechas: el único pelirrojo del pueblo era el cura, cuyo nombre no ha sido revelado. 

“Vivimos en una localidad pequeña, la verdad es que no es normal que de los 22 niños nacidos en el último año 18 sean pelirrojos”, concluyó, suspicaz, uno de los levantiscos vecinos indignados. Alguien habrá reclamado por el celibato y el voto de castidad, y algún supersticioso habrá recordado aquello de que los colorados traen mala suerte: a ciertos maridos, en este caso. 

El alcalde no tuvo más remedio que contener la furia de los padres de las criaturas con un referéndum para decidir si el religioso debería continuar o no al frente la iglesia. No habrá faltado el exagerado que habrá pretendido que la castración fuera una de las opciones del cuarto oscuro.

La votación fue casi unánime: que el rojizo clérigo se tomara el palo por tres años y se vaya a predicar -o a lo que quiera hacer- a otra parroquia lejos de allí. En resumen, lo echaron del pueblo y se lo endosaron a vaya a saber qué feligresía donde tal vez brote una nueva progenie de coloraditos.

 

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