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El "horno" un símbolo identitario para los palpaleños

Miércoles, 23 de octubre de 2019 01:04

Esas antiguas instalaciones que quedaron en desuso tras la privatización de Zapla, con el paso del tiempo, empezaron a significar un símbolo identitario para los palpaleños. Encabezadas por la torre de enfriamiento, alias el "horno", se convirtieron en una representación cultural para la ciudad cargada de sentimientos de angustia y desazón por eso resuena tanto lo que se hará con el viejo "horno".

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Esas antiguas instalaciones que quedaron en desuso tras la privatización de Zapla, con el paso del tiempo, empezaron a significar un símbolo identitario para los palpaleños. Encabezadas por la torre de enfriamiento, alias el "horno", se convirtieron en una representación cultural para la ciudad cargada de sentimientos de angustia y desazón por eso resuena tanto lo que se hará con el viejo "horno".

 

En su auge, Altos Hornos Zapla contó con alrededor de 8.000 trabajadores. Muchos de ellos, arribaron de otras provincias.

Para entender un poco más lo que representa la fábrica para los palpaleños, la antropóloga Liliana Bergesio brindó un análisis sobre el tema tras haber hecho investigaciones junto a un equipo de profesionales sobre el binomio Zapla-Palpalá.

En el año 2010 publicaron el libro "Altos Hornos Zapla: Historias en torno al primer centro siderúrgico integral de Argentina" donde realizan un abordaje multidisciplinario del antes y el después de la privatización.

"Palpalá se desarrolla y se construye, por lo que pudimos ver según los relatos que fuimos recuperando, muy simbióticamente con Altos Hornos Zapla a tal punto que durante muchos años hablar de Palpalá era hablar de Zapla. La referencia de la empresa era simbiótica con la ciudad", mencionó Bergesio en diálogo con El Tribuno de Jujuy.

Explicó que la "ciudad vivía al ritmo de la fábrica, tanto en los horarios como en las actividades sociales. Altos Hornos Zapla era una industria integral, donde no sólo se iba a trabajar sino también ahí los trabajadores y trabajadoras construían sus relaciones sociales, de amistad o familiares con sus compañeros o compañeras de trabajo".

AHZ no solo era la industria sino también existían hospitales, escuelas, complejos habitacionales como el de Forestal o la Mina 9 de Octubre, "los que vivían ahí no solamente compartían su tiempo de trabajo sino también el tiempo del ocio en cines, teatros, club deportivo, toda una organización de una pequeña ciudad pero en relación con la fábrica en sí", añadió.

Privatización y quiebre

Al respecto, señaló que "de hecho y por eso fue tan tremendo la privatización, el quiebre de la fábrica y de ese modelo. Si bien el declive había empezado varios antes de la década del 90, la fábrica era omnipresente, tenía una presencia muy fuerte de cómo se organizaba el día a día de la ciudad y con fechas bien emblemáticas como el 11 de octubre que es la conmemoración de la primer colada de arrabio que fue el gran evento de la ciudad por décadas".

Por todo eso, "la noticia del deterioro y la posible demolición de la torre de enfriamiento provocó muchas reacciones porque es el símbolo de ese momento. Entonces destruir eso implica destruir una imagen, del pasado, pero que le da identidad a la localidad y que todavía sigue con muchísima fuerza", comentó.

En ese sentido, manifestó que "el recuerdo está muy ligado a que en esa época había una prosperidad y un modelo, había un sentido de comunidad de grupo, también la desesperanza de un presente sin demasiadas opciones. Las personas tenían certezas sobre su futuro laboral y su seguridad social, sabían que tenían obra social, jubilación, vivienda y que sus hijos podían también trabajar en Altos Hornos Zapla".

"Pero eso se vio interrumpido con las política neoliberales que privatizaron la fábrica en los años noventa, la situación quebró las trayectorias identitarias de esos hombres y mujeres, por eso esa añoranza", finalizó la antropóloga Liliana Bergesio.

Un sueño de acero

Nació en los mejores años, cuando el Gobierno de esa época decidió plantar flores nacionales y cortar las extranjeras. Ahí fue cuando dos jóvenes se arrimaron a los bosques del Zapla. Cazando corzuelas y perdices se asombraron por el suelo colorido que pisaban durante su recorrido. ¿Quién iba a imaginarse que Don Wenceslao y Don Ángel esa misma tarde iban a cazar un hermoso sueño?.

El destino hizo que tan obsoleto pero perfecto descubrimiento llegara a la mente del General Savio, que respiraba un aire nacionalista y añoraba sabias ideas que se convirtieron en un gran acontecimiento.

Desde ese entonces, pisando los gloriosos ’40, comenzó a gestarse un emblema identitario que una ciudad, llamada Palpalá, iba a parir un 11 de octubre de 1945.

La madre naturaleza, gran protagonista del suceso, aportó y nutrió a la creación con los grandes yacimientos de minerales, las plantaciones forestales y la abundancia que proveía el agua del río. Siendo estos condimentos, factores claves y determinantes en las instalaciones del complejo siderúrgico.

Con el tiempo, la industria a paso firme fue creciendo, sembrando trabajo la cosecha fue perdurando. Logrando que muchos habitantes colando arrabio pudieran llevar el pan a sus casas. 

Los que crecimos bajo este símbolo identitario sabemos que la llama del horno sigue y seguirá encendido. Grandioso monumento, la cuna de la siderurgia nacional, nos dejaste un glorioso legado que siempre perdurará.