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Alberto Fernández, obligado a transformarse en equilibrista

Domingo, 06 de octubre de 2019 01:03

Pese a que Alberto Fernández aún no ganó las elecciones, todos los protagonistas de la vida pública ya están actuando como si ya estuviese en funciones. El candidato presidencial cosechó respaldos fundamentales de buena parte de los empresarios, sindicalistas y también de varios grupos piqueteros. Sin embargo, el exjefe de Gabinete sabe que articular intereses tan diversos como los que se encuadran detrás de su postulación no le será nada fácil cuando llegue al sillón de Rivadavia. 
Los hombres de negocios pidieron reducir las retenciones y sancionar una reforma laboral, los trabajadores aeronáuticos hicieron oídos sordos a su pedido de levantamiento del paro -que suspendieron después por gestiones del ministerio de Trabajo- y muchas organizaciones de desocupados avisaron que no cesarán con sus protestas callejeras cuando cambie el Gobierno.
¿Por qué el virtual presidente se expuso a ser desautorizado públicamente por el líder del gremio de los pilotos? Cerca de él lo explican de esta manera: “Queremos que quede bien en claro que Alberto no apoya este tipo de protestas porque después se las harán a su gestión. Además, la mayoría de la gente repudia quedar varada en el aeropuerto y respaldar una medida así nos podría quitar votos a días de las elecciones”. 
Está claro que el exjefe de Gabinete sabía muy bien cuál iba a ser la reacción de Pablo Biró, y probablemente la idea era confrontar con él ante los ojos de la opinión pública. A Biró le pasa lo mismo que a todos los sindicalistas: su imagen está por el piso y son usados muchas veces por los políticos para acumular poder propio. 
La casi segura designación de Florencio Randazzo en el ministerio de Transporte y Obras Públicas no sólo tiene que ver con su experiencia de gestión, sino también con su buena relación con los gremios. En el bunker de la calle México confían en que el apoyo de los sindicatos a Fernández minimice la posibilidad de grandes protestas, pero luego todo dependerá de la situación económica y de la presión que ejerzan las bases sobre sus propios dirigentes. 
La idea de Fernández es contener a todos esos sectores con un gran acuerdo nacional que en donde se priorice la recuperación del poder adquisitivo y se haga mucho énfasis en la lucha contra el hambre. Por eso, en un intento de dejar aún más expuesta la “Pobreza Cero” de Macri, mañana lanzará sus propuestas sociales en la Facultad de Agronomía de la UBA. La gran incógnita que queda en el aire es saber con qué recursos podrá hacer frente a todos estos programas, si se estima que las reservas seguirán cayendo y que el endeudamiento actuará como una soga al cuello. 
La unificación de la CTA con la CGT es un dato importante aunque más simbólico que práctico, ya que desde la asunción de Mauricio Macri muchos de los gremialistas más poderosos del país (Hugo Moyano, Sergio Palazzo, Roberto Fernández, Hugo Yasky y Pablo Micheli, entre otros) ya venían trabajando en conjunto en clara oposición al Gobierno. La situación, es cierto, no fue igual con la conducción formal de la CGT que encabezan Héctor Daer, Carlos Schmidt y Carlos Acuña, ya que esos dirigentes fueron bastante tolerantes con los permanentes ajustes de la Casa Rosada. Esa falta de contundencia en los reclamos, a cambio de fondos para las obras sociales de sus gremios, tocó su punto más alto cuando esos dirigentes se retiraron abucheados de la Plaza de Mayo por no convocar a un paro nacional en medio de la crisis. 
Allí se plantea también otra de las curiosidades que exhibe el armado político de Alberto Fernández: Daer, el líder de la Sanidad, es uno de los sindicalistas favoritos del exjefe de Gabinete, y algunos hasta se animan a especular con un eventual ministerio de Trabajo para él. Daer también goza de un importante apoyo que podría catapultar aún más su figura en un Gobierno de los Fernández, y es el de Sergio Massa, quien ocupará la presidencia de la Cámara de Diputados a partir de diciembre próximo. El gremialista y el exintendente de Tigre compartieron militancia política en el Frente Renovador, hoy reducido a un partido más dentro del Frente de Todos.

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Pese a que Alberto Fernández aún no ganó las elecciones, todos los protagonistas de la vida pública ya están actuando como si ya estuviese en funciones. El candidato presidencial cosechó respaldos fundamentales de buena parte de los empresarios, sindicalistas y también de varios grupos piqueteros. Sin embargo, el exjefe de Gabinete sabe que articular intereses tan diversos como los que se encuadran detrás de su postulación no le será nada fácil cuando llegue al sillón de Rivadavia. 
Los hombres de negocios pidieron reducir las retenciones y sancionar una reforma laboral, los trabajadores aeronáuticos hicieron oídos sordos a su pedido de levantamiento del paro -que suspendieron después por gestiones del ministerio de Trabajo- y muchas organizaciones de desocupados avisaron que no cesarán con sus protestas callejeras cuando cambie el Gobierno.
¿Por qué el virtual presidente se expuso a ser desautorizado públicamente por el líder del gremio de los pilotos? Cerca de él lo explican de esta manera: “Queremos que quede bien en claro que Alberto no apoya este tipo de protestas porque después se las harán a su gestión. Además, la mayoría de la gente repudia quedar varada en el aeropuerto y respaldar una medida así nos podría quitar votos a días de las elecciones”. 
Está claro que el exjefe de Gabinete sabía muy bien cuál iba a ser la reacción de Pablo Biró, y probablemente la idea era confrontar con él ante los ojos de la opinión pública. A Biró le pasa lo mismo que a todos los sindicalistas: su imagen está por el piso y son usados muchas veces por los políticos para acumular poder propio. 
La casi segura designación de Florencio Randazzo en el ministerio de Transporte y Obras Públicas no sólo tiene que ver con su experiencia de gestión, sino también con su buena relación con los gremios. En el bunker de la calle México confían en que el apoyo de los sindicatos a Fernández minimice la posibilidad de grandes protestas, pero luego todo dependerá de la situación económica y de la presión que ejerzan las bases sobre sus propios dirigentes. 
La idea de Fernández es contener a todos esos sectores con un gran acuerdo nacional que en donde se priorice la recuperación del poder adquisitivo y se haga mucho énfasis en la lucha contra el hambre. Por eso, en un intento de dejar aún más expuesta la “Pobreza Cero” de Macri, mañana lanzará sus propuestas sociales en la Facultad de Agronomía de la UBA. La gran incógnita que queda en el aire es saber con qué recursos podrá hacer frente a todos estos programas, si se estima que las reservas seguirán cayendo y que el endeudamiento actuará como una soga al cuello. 
La unificación de la CTA con la CGT es un dato importante aunque más simbólico que práctico, ya que desde la asunción de Mauricio Macri muchos de los gremialistas más poderosos del país (Hugo Moyano, Sergio Palazzo, Roberto Fernández, Hugo Yasky y Pablo Micheli, entre otros) ya venían trabajando en conjunto en clara oposición al Gobierno. La situación, es cierto, no fue igual con la conducción formal de la CGT que encabezan Héctor Daer, Carlos Schmidt y Carlos Acuña, ya que esos dirigentes fueron bastante tolerantes con los permanentes ajustes de la Casa Rosada. Esa falta de contundencia en los reclamos, a cambio de fondos para las obras sociales de sus gremios, tocó su punto más alto cuando esos dirigentes se retiraron abucheados de la Plaza de Mayo por no convocar a un paro nacional en medio de la crisis. 
Allí se plantea también otra de las curiosidades que exhibe el armado político de Alberto Fernández: Daer, el líder de la Sanidad, es uno de los sindicalistas favoritos del exjefe de Gabinete, y algunos hasta se animan a especular con un eventual ministerio de Trabajo para él. Daer también goza de un importante apoyo que podría catapultar aún más su figura en un Gobierno de los Fernández, y es el de Sergio Massa, quien ocupará la presidencia de la Cámara de Diputados a partir de diciembre próximo. El gremialista y el exintendente de Tigre compartieron militancia política en el Frente Renovador, hoy reducido a un partido más dentro del Frente de Todos.

El “Sí Se Puede”

El presidente Mauricio Macri deambula por la campaña sin poder recortar ni un voto en las encuestas. Y no sólo eso: los últimos números que trascendieron durante la semana mostraron que el peronismo estaría cerca de alcanzar el 54 por ciento de los votos que cosechó Cristina en 2011. Para Alberto Fernández no sería sólo un dato de color, sino más bien una ratificación de autoridad y poder muy importante ante la avanzada kirchnerista dentro del Frente de Todos. 
Macri lleva una semana con las marchas del “Sí Se Puede”, que tienen la curiosa característica de realizarse en los distritos en los que mejor le fue a Juntos por el Cambio en agosto. El jefe de Estado, que busca mantener los votos que tuvo pero está reacio a salir a buscar nuevos electores, está mostrando una extrema soledad de dirigentes que quieren sacarse fotos con él. Salvo en Mendoza, donde las elecciones ya se habían realizado, ningún gobernador o intendente de peso acompañó la movida proselitista.