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Colón, una historia muy extraña

Miércoles, 09 de octubre de 2019 01:03

Nuestra hipótesis es que fue necesario "oficializar" el descubrimiento del Nuevo Continente. El Gran Almirante tenía perfecto conocimiento de que no viajaba en busca de Japón, ni del extremo de Asia, sino de unas tierras a las que los europeos - así como los vikingos, fenicios, chinos e hindúes visitaban desde hacía siglos con fines estrictamente comerciales. Cuando se advirtió que ya era imposible seguir manteniendo el "secreto", los reyes de Portugal, España y Francia -en acuerdo con el Papa- comenzaron a idear un plan que les permitiera dar a luz los hechos entramados en una leyenda (para la cual se prestó Colón no sin inconvenientes) y que les permitiera convertirse en dueños de las Nuevas Tierras de manera legal.

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Nuestra hipótesis es que fue necesario "oficializar" el descubrimiento del Nuevo Continente. El Gran Almirante tenía perfecto conocimiento de que no viajaba en busca de Japón, ni del extremo de Asia, sino de unas tierras a las que los europeos - así como los vikingos, fenicios, chinos e hindúes visitaban desde hacía siglos con fines estrictamente comerciales. Cuando se advirtió que ya era imposible seguir manteniendo el "secreto", los reyes de Portugal, España y Francia -en acuerdo con el Papa- comenzaron a idear un plan que les permitiera dar a luz los hechos entramados en una leyenda (para la cual se prestó Colón no sin inconvenientes) y que les permitiera convertirse en dueños de las Nuevas Tierras de manera legal.

El "Nuevo Continente" era conocido por todos los grandes navegantes cuando todavía Cristóbal Colón ni siquiera pensaba con atravesar el Atlántico. De hecho, los miembros de la Orden Templaria llegaban a estas tierras ya en el siglo XIII con la finalidad de conseguir -sobre todo- plata con la que acuñar moneda.

Numerosas embarcaciones llegaban a América antes de Colón, movidos por los negocios. Eso sí, los marinos, antes de zarpar, juraban ante su capitán no revelar nunca jamás ni el destino ni la ruta del viaje.

Marino de Tiro (Siglo I AJ), en un barco romano guiado por un capitán griego, realiza un viaje comercial a Indochina navegando por Borneo siguiendo al este durante muchos días hasta llegar a Catigara, una población en las actuales costas peruanas sobre el Pacífico. Contra lo que suele creerse, eran barcos enormes con capacidad hasta para 600 pasajeros y amplias bodegas. El famoso mapa de Ptolomeo, que muestra el continente americano, se basa en el mapa trazado por Marino de Tiro.

Chinos e hindúes conocieron América a la que llegaban recorriendo un "golfo gigantesco" que en los mapas figuraba como "Sinus Magnus". Creían que era un "golfo" porque navegaban bordeando las costas asiáticas y americanas del Pacífico. Los chinos -excelentes navegantes- llevaban en sus navíos a hindúes, que fueron muy buenos comerciantes pero malos navegantes.

Hay claros elementos indicativos de que hacia 450 AJ los chinos realizaron sus primeros viajes por el Pacífico llegando a las costas americanas. En China hay documentos que mencionan animales y plantas con descripciones que se ajustan a las de los búfalos y el maguey describiendo en este último caso hasta las aplicaciones útiles que este vegetal tiene. Los chinos le hablaron a Marco Polo de que más allá del mar había una civilización.

Desde el S XIII llegaban a América normandos, bretones y vascos que pescaban en Terranova, a punto tal que todavía hoy hay un sitio que se llama "Cabo de los Bretones".

Pigafetta, en la primera expedición de Magallanes, tenía pleno conocimiento sobre cómo era la entrada al estrecho (1520) antes que, siquiera, lo hubieran visto.

El Papa otorga las tierras a España y Portugal con antelación a que Colón hubiera concretado su "descubrimiento". ¿Cómo tenía certeza Su Santidad de que habrían de hallarse nuevas tierras? A la vez el Rey de Francia informa al embajador español que su corona reconocerá el laudo pontificio menos aquellos sitios a donde sus pescadores viajan desde dos siglos atrás.

Es curioso que Colón, a quien tanto le gustaba la figuración y las pompas, haya hecho levantar anclas del Puerto de Palos a sus tres navíos en forma secreta, intempestiva, en horas de la madrugada cuando todavía el sol no estaba sobre el horizonte. Embarcó aquel viernes 3 de agosto de 1492, a 30 judíos, incluyendo a uno que leía hebreo ¿un rabino, acaso? Esto ocurre justo horas antes de que venciera el plazo impuesto por el Rey Fernando, el Católico, para que todos los judíos no conversos abandonaran territorio español. A diferencia de lo que era habitual en este tipo de viajes, Colón no lleva a ningún sacerdote católico.

Bartolomeo, hermano de Cristóbal Colón, era un eximio cartógrafo y Cristóbal aprende de él. En esos tiempos realiza un viaje a Irlanda y a Groenlandia llegando, probablemente, a las costas de América del Norte.

Colón consigue ingresar, con la ayuda de una dama de la nobleza, a los archivos de la tesorería del rey portugués en Lisboa. Allí encuentra, entre otros, el mapa del matemático Toscanelli que muestra las costas de una supuesta "Asia" muy próxima a Europa. El almirante se quedará por cinco meses en Lisboa y, al parecer, confirma la idea de que del otro lado del Atlántico hay una tierra oficialmente desconocida.

Colón se instala por un tiempo en las Islas de Madeira donde conversa discretamente con los más avezados marineros quienes le refieren datos, aunque muy difusos, de lo que se encuentra en el otro extremo del Océano Atlántico.

En Salamanca, Colón brinda su informe a los sabios geógrafos afirmando que encontrará tierra a 5.772 kilómetros de la costa europea. Dato que es absolutamente correcto. Los científicos no aceptaron la idea colombina, empero estaba en lo cierto. En el primer viaje, el 12 de octubre de 1492 no llega, realmente, al continente americano sino a las Islas Antillas que ya figuraban en los mapas.

El viaje de Colón no fue, pues, otra cosa que el camino elegido para la revelación pública de datos secretos que estaban en manos - desde hacía siglos - de la realeza, los grandes comerciantes y los principales capitanes de mar.