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Hermosa fiesta de copleros en Tilcara

El sayal de las cajas y también el bramido de los erquenchos convocaron la alegría y el regocijo.

Lunes, 11 de noviembre de 2019 01:00

TILCARA. Lanzar ruedas de copleros en el mes de noviembre despierta el deseo de cantidad de alegres que no quieren esperar la llegada del verano. Por esa razón, lejos de la temporada turística estival y más cerquita de un cálido encuentro entre pares, el de Tilcara convocó el sábado pasado a cajas, voces, erquenchos y también anatas y banderas blancas ya desde temprano porque, si bien se había anunciado que la actividad se largaría después de la invitación a almorzar, ya se oía el sayal de los parches desde las once y media, sólo para detenerse unos minutos y recibir los platos.

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TILCARA. Lanzar ruedas de copleros en el mes de noviembre despierta el deseo de cantidad de alegres que no quieren esperar la llegada del verano. Por esa razón, lejos de la temporada turística estival y más cerquita de un cálido encuentro entre pares, el de Tilcara convocó el sábado pasado a cajas, voces, erquenchos y también anatas y banderas blancas ya desde temprano porque, si bien se había anunciado que la actividad se largaría después de la invitación a almorzar, ya se oía el sayal de los parches desde las once y media, sólo para detenerse unos minutos y recibir los platos.

De esta manera junto al comedor nutricional, muy cerquita del río Grande, en la villa quebradeña, ya el colorido de los rebozos, la singular forma de los sombreros, las polleras o las trenzas, antes que las tonadas, delataban algunos orígenes puneños, otros vallistos y, de cerca, junto a las distintas ruedas, los contrapuntos entre la picardía de un mozo agauchado respondido por aquellos labios carmesí bajo el ala del sombrero negro, la bandera batida por la señora de vistosa pollera decorada, el bramido saltarín o el soplido anatero, enmarcaban los distintos modos de cantar con los que se lucía cada uno.

TILCARA / DIVERSOS GRUPOS DESATARON LA ALEGRÍA EN LA VILLA QUEBRADEÑA.

Era la víspera del 11 de noviembre, del Día de la Tradición, un dato muy oportuno para el tono de la especial fiesta, cuando la localidad de Tilcara invita a los copleros para no superponerse con otros encuentros de similares características ya establecidos del verano, pero el anticipo de las lluvias no desentonaba con esa tonada alegre y entusiasta, propia del verano.

"¿Qué agua nos quedará para carnaval?", preguntaba un cantor mirando la amenaza de las nubes para pronto perderse en una rueda, calzar al hombro la picardía y desafiar a una dama.

La copla tiene varios modos de cantarse, lo que se llama tonadas, que tienen que ver con el momento del año en que se lo hace, si es verano o es invierno, cuando se entristece y alarga, pero también los de cada paraje: allí más abagualado, allá picadito, este más quedo.

Los versos, que forman cuartetas, son acaso los mismos. Pocos se agregan a los ya conocidos, pero nunca falta el buen concertador que los improvisa.

Luego la tarde y debía de estirarse hacia la noche, porque el tiempo se vuelve nada cuando se canta con la caja en la mano, cuando se recibe el apuro del desafío y la alegría se pone en rueda, dicen que imitando al keú, esa perdiz de la Puna que llama a la lluvia en círculo. Como para ir entonando la garganta nomás a espera de los encuentros veraniegos.