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Flores naturales y coronas quebradeñas

Un diálogo silencioso entre aquello que dan los cerros y esto que aportan nuestras manos laboriosas.
Jueves, 21 de noviembre de 2019 01:04

La tarde de Todos Santos nos conmovió con las aguas del arroyo Huichaira bajando enloquecidas entre barrancos y peñas, golpeando aquí y allá en su lecho para pasar bajo el puente y perderse en el río Grande.

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La tarde de Todos Santos nos conmovió con las aguas del arroyo Huichaira bajando enloquecidas entre barrancos y peñas, golpeando aquí y allá en su lecho para pasar bajo el puente y perderse en el río Grande.

Dos semanas después subimos por su curso, apenas barroso allí donde la arcilla y el sol cocieron platos naturales, y donde el trino de tantas aves no parecía hacer mención a la crecida.

Hacia la banda norte, las paredes de tierra lastimadas por el agua. Aquí y allá, al pie de huaycos engalanados con cardones, los senderos que bajaron para alimentar el curso madre.

En la playa, cantidad de arbustos que sufrieron el revuelque, brotes ya adolescentes cuyas raíces se alzaban como copas con lo frondoso enterrado, como en los viejos tratados de alquimia.

FLOR DEL CARDÓN / PÉTALOS BLANCOS, POR MOMENTOS AGRISADOS O ASOMBRADOS.

Contra el sol del atardecer, entre sus espinas y nubes lejanas, los pétalos blancos, por momentos agrisados o asombrados de la flor del cardón, cuya belleza resalta sobre lo recio del tronco, y parece haber brotado para posar nomás para la cámara o para el largo y travieso pico del picaflor.

Subiendo por alguno de los senderos que tejió el agua en su bajada, llegamos al cementerio.

Allí el recuerdo de Antenor Sajama, que buscó el fondo del mar nuestro con el crucero General Belgrano, bajo cuyo monumento se asomaba un perro sorprendido de nuestra visita a deshora y, ensartadas en las cruces, las coronas de flores artificiales de la celebración.

CONTRASTES / EL COLOR DE LOS CERROS Y DE LA FLOR DEL CARDÓN.

El contraste entre unos y otros pétalos es conmovedor.

Allí el que cubre en su seno el germen de la dulce pasacana con su trama urdida por el saber de la naturaleza; aquí el modelado por la mano humana, en honor de sus difuntos, con su impotencia eterna de no poder igualar la belleza de las flores naturales.

En medio, este paisaje cultural donde conviven los símbolos del cerro con las artesanías nuestras.