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Se vienen meses de convivencia pacífica entre Alberto y Macri

Domingo, 24 de noviembre de 2019 01:04

Pese a la radicalización de la grieta en Argentina, las notables diferencias entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio serán muy difusas en los primeros cien días del nuevo Gobierno, donde se espera que el Congreso apruebe una amplia batería de leyes económicas con el respaldo de ambos sectores.

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Pese a la radicalización de la grieta en Argentina, las notables diferencias entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio serán muy difusas en los primeros cien días del nuevo Gobierno, donde se espera que el Congreso apruebe una amplia batería de leyes económicas con el respaldo de ambos sectores.

¿Hay un acuerdo de convivencia pacífica entre Alberto Fernández y Mauricio Macri para el inicio de la gestión? Para nada, ya que pasadas tres semanas de las elecciones ni siquiera comenzó algo tan básico como la transición presidencial, pero lo que prevalecería desde el 10 de diciembre sería la moderación en los discursos y mucho cuidado en los posicionamientos políticos.

Ni el actual Presidente ni sus socios radicales quieren quedar encasillados como poniéndole trabas al nuevo mandatario, en medio de un descalabro económico y social que empobreció a buena parte de los argentinos. En el macrismo imaginan un espacio colaborativo con el Gobierno en los primeros meses, pero se irá endureciendo a partir de junio próximo, cuando empezará la danza de nombres de cara a los comicios legislativos de 2021. Allí, todo indica que Macri buscará una diputación nacional, al igual que la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal.

“Al principio vamos a cooperar en todo lo que necesite el nuevo mandatario, como nos hubiese gustado que hagan con Mauricio y no hicieron. Tampoco es que vamos a firmarle un cheque en blanco, sólo esperamos racionalidad en las propuestas. La situación del país es muy compleja para que la opinión pública perciba que no colaboramos”, aseguró ayer a El Tribuno un influyente asesor de Macri que pidió reserva de su identidad.

Un adelanto de esta situación se vivió esta semana con la media sanción de las leyes de Alquileres y de Góndolas, dos proyectos que aumentan sensiblemente la intervención estatal en la economía y que se encontraban frenados hace meses en la Cámara de Diputados. Las iniciativas fueron aprobadas por amplia mayoría y celebradas por ambos bloques.

El cambio de tiempo político ya se respira hasta en los despachos de la Casa Rosada, donde existe una fuerte incertidumbre sobre cuán unido quedará el espacio que hoy conduce Macri y que aspira a ser ocupado por algún radical crítico como el mendocino Alfredo Cornejo. El radicalismo, que por estas horas ve que su poder en la coalición será mucho más trascendente, volvió a mostrar serias diferencias públicas con el líder del Pro, esta vez por el mamarracho de haber derogado el protocolo de aborto no punible que había firmado el secretario de Salud unas pocas horas antes.

¿Es posible que Macri no haya estado al tanto de semejante decisión? La lógica marca que no, aunque el propio mandatario sostiene que no sabía nada. Lo que ocurrió es que el presidente cambió su postura durante la campaña sobre la interrupción voluntaria del embarazo y no quería despedirse dándole una mala noticia a los “pañuelos celestes”. Muchos de esos votos le resultaron claves para descontar a ocho puntos la diferencia contra Fernández y Macri no quiere que busquen un nuevo referente político que no sea él. De ser cierto que Adolfo Rubinstein se mandó solo en un tema tan delicado, lo que parece muy difícil, demostraría hasta qué punto está perdiendo poder Macri y cómo sus aliados y funcionarios de mayor rango están empezando a rediagramar sus posicionamiento futuros. En ese contexto, el diputado Daniel Lipovetzky está cada vez más cerca del albertismo, al igual que Emilio Monzó, Sebastián García de Luca y Nicolás Massot, entre otros. Ellos no se sumarán directamente al Frente de Todos, pero serán aliados clave en muchísimas de las normas que presentará el Poder Ejecutivo. En el macrismo nadie se anima a afirmar con contundencia que la fuga de dirigentes hacia el nuevo oficialismo se termine sólo con ellos.

En el bunker de Fernández, en Puerto Madero, aseguran que el próximo presidente tendrá “un poder muy importante” y que las disputas por las jefaturas de los bloques legislativos se resolvieron “sin mayores fisuras”. Ocurre que esta semana trascendió que habría dos bloques en el Senado, uno de Unidad Ciudadana que responde a Cristina y otro del peronismo que responde a Alberto y a los gobernadores, ya que estos últimos se negaban a ser conducidos por Anabel Fernández Sagasti, una incondicional de la expresidenta. La solución a ese problema fue ubicar en ese lugar al misionero José Mayans, quien reporta al mandatario Gildo Insfrán pero mantiene un vínculo muy estrecho con Cristina. Al igual que con su candidatura presidencial y con el ingreso de Sergio Massa al Frente de Todos, la expresidente volvió a ceder en una disputa de cargos. En Diputados la cosa es mucho más clara. Máximo Kirchner conducirá ese espacio y el exintendente de Tigre, mucho más cercano a Alberto que a Cristina, presidirá la Cámara. El levantamiento del perfil de Máximo Kirchner no sólo tiene que ver con representar bien a los suyos, sino con posicionarlo como un futuro candidato presidencial.

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