¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

17°
25 de Abril,  Jujuy, Argentina
PUBLICIDAD

A 400 años de la conquista

Lunes, 04 de noviembre de 2019 01:04

En nuestro recorrido hoy por las culturas en las que vivimos, la occidental y la prehispana, nos toca recorrer y comparar la influencia y la retroalimentación de ambas, pues en suelo americano se produjo una fusión mágica de dos universos, elementos que al combinarse dieron como fruto una cultura única y de un color característico, como no se observa en ninguna otra parte del mundo.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

En nuestro recorrido hoy por las culturas en las que vivimos, la occidental y la prehispana, nos toca recorrer y comparar la influencia y la retroalimentación de ambas, pues en suelo americano se produjo una fusión mágica de dos universos, elementos que al combinarse dieron como fruto una cultura única y de un color característico, como no se observa en ninguna otra parte del mundo.

Este proceso, bien sabido es que no fue sin un componente de dolor, odio, amargura pero también alegría y ritmos.

A los pueblos ya existentes en nuestra América prehispana se sumaron los europeos, atraídos por las riquezas materiales abundantes en nuestro suelo y que trajeron consigo su música, su lengua, su idioma y su religión. Precisamente esta última jugó un gran papel, a favor y en contra de los pueblos originarios.

El fanatismo religioso que imperaba en Europa y el devocionismo católico de España que originó la inquisición y persecución de los judíos o su conversión forzada, se trasladó a América, donde se dedicó a perseguir a los curanderos, brujas y "falsos dioses" o "ídolos", como los llamaban. Sin embargo, la necesidad de supervivencia hace que los seres humanos nos acomodemos y acostumbremos a las circunstancias llegando a veces a niveles de adaptación de lo más creativas.

Es precisamente una de las tradicionales propuestas que celebramos en noviembre, la de Todos los Santos, una de las fiestas con una mayor influencia de las culturas de los pueblos originarios.

A pesar que la Iglesia católica celebra Todos Santos en noviembre, un día donde se recuerda a los muertos, en la cultura de América existía ya una forma de recordar a los muertos, pero diferente de Occidente.

México y su Día de los Muertos, con sus calaveras de azúcar, sus panes de muerto y danzas es un claro ejemplo de la cultura mesoamericana.

Pero vamos a estudiar el detalle de nuestros Todos los Santos Andino, con las ofrendas y las fotos de nuestros seres queridos junto con la comida que más les gustaba.

En la cultura andina que se extiende por la columna vertebral de América del Sur la muerte forma parte de la vida, del ciclo natural.

A diferencia de la cultura occidental influida por el cristianismo, existe la vida desde un punto, que es el nacimiento, hasta otro punto, que es la muerte.

Pero seguramente fue duro creer esto hace cuatrocientos años para algunos de nuestros antepasados.

Incluso algunas culturas recogían el cuerpo momificado y lo traían a la casa en el día de conmemoración de los muertos. Algo que para ellos era natural, para un europeo habría sido el principio de un escándalo y hasta ser calificado de macabro, pero para los andinos no lo era, pues la muerte y la vida tenían otro significado.

Por eso vemos la escalera en los altares andinos de Todos los Santos, a través de los cuales bajan nuestros seres queridos y nos visitan, compartiendo con nosotros un día, como si estuvieran aquí.

Así, prepararemos su comida favorita, su bebida favorita y su foto, para recordarlos como eran.

Los años no han pasado en vano pero esta hermosa costumbre sigue existiendo en el Norte argentino, al menos en algunas partes.

Y es que cuatrocientos años han entretejido dos mundos que se rozan, se rechazan, se unen, se aman y se odian, como en cualquier relación personal, universal y sin tiempo ni espacio.

Este 1 de noviembre se conmemoró el aniversario de la conquista de América, que empezó con la conquista de México, en el Museo Rautenstrauch-

Joest de la ciudad de Colonia, Alemania. Allí fui invitado por las autoridades del Museo a ofrecer un concierto de obras latinoamericanas, en especial prehispanas, tarea que me fue difícil por la autenticidad y pureza del repertorio

Finalmente, escogí un yaraví en quichua, conocido como "Ollantay" o "Dos palomitas", pero con letra cantada en quichua, como se lo cantaba antes de la llegada de los españoles.

Luego canté con el ensamble que he creado "El Parnaso Hispano", la primera obra polifónica escrita en suelo americano, Hanac pachap cusicuinin, himno procesional de música del barroco temprano y en idioma quichua, que encantó al público por su sencillez y emoción.

También interpretamos "Xicochi", una canción de cuna nahuatl escrita en México para la Navidad y que recuerda la música de los aztecas.

Fue una celebración de la cultura, de la vida y la muerte, elementos que no pueden separarse.