¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

21°
25 de Abril,  Jujuy, Argentina
PUBLICIDAD

Corral de Piedras, en el maravilloso paraíso que soñó Dios

A tan sólo 37 km de la ciudad capital, el infinito entorno verde invita a enamorarse, regresar y quedarse.

Domingo, 01 de diciembre de 2019 00:00

Vale. Vale romper con lo cotidiano y tomar un tiempo de la agitada rutina para embarcarse en un viaje sin igual pasando sin prisa por los diferentes rincones que el verde Valle jujeño atesora celoso. Un ambiente que forma parte de la Reserva de Biósfera, y se extiende hasta llegar al Parque Provincial Potrero de Yala.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Vale. Vale romper con lo cotidiano y tomar un tiempo de la agitada rutina para embarcarse en un viaje sin igual pasando sin prisa por los diferentes rincones que el verde Valle jujeño atesora celoso. Un ambiente que forma parte de la Reserva de Biósfera, y se extiende hasta llegar al Parque Provincial Potrero de Yala.

 

Turismo Rural Comunitario. Posee cabañas, camping, sanitarios, asadores. Se puede realizar trekking, cabalgatas, mountain bike, avistaje.

Vale realizar el recorrido de 37 kilómetros que implica el interminable y sinuoso camino de tierra. Partiendo desde la ciudad de San Salvador cruzando el puente Gral. San Martín pasando por avenida Las Vicuñas, del barrio Chijra, para continuar sin desvíos por la ruta provincial 35.

Vale llevarse en la retina las miles de postales de cada paraje que se recorre para llegar a destino. Suipacha, La Cuesta, Barro Blanco, Tilquiza, bordear Payo, Cuesta Larga, Los Membrillos, Sauzalito para desembocar en Corral de Piedras.

Vale ascender a más 1.570 msnm para sentir que las nubes, el sol y de noche, las miles de estrellas y la luna se encuentran como nunca antes al alcance de la mano; invitando a soñar tal si fuerámos niños, sin pausa, sin prisa y con toda la intención de soñar despiertos; porque es posible.

Vale aflojar el cinturón y arrojar los zapatos, para sentir la bendita tierra, aún virgen, aún protegida; mojarse hasta los huesos con el agua bendita que trae el río mayor, o los arroyos cercanos; respirar profundo ese aire totalmente puro y confundido con aromas de flores silvestres; escuchar el canto de natura, aves y viento, el crispar del sol al tocar la hierba, y principalmente, el propio palpitar enamorado de la libertad.

Eso produce Corral de Piedras, cuyo nombre alude a la existencia de construciones ancestrales, mantenidas durante tantos años, quizás usados como límites, potreros, corrales o para pastura de animales.

Un lugar mágico, enclavado en el mismo paraíso que quizá Dios soñara al crear la vida, con la intención de despertar una conjunción de sentimientos, en el que las palabras no bastan para describir cómo el espíritu se encuentra a sí mismo, fluye y regresa, nuevo. Eso, vale.

 

El viejo Molino

Para saber acerca de los tesoros que esconde Corral de Piedras, consultamos el libro "Rastreando el pasado" de Julio Lláñez, donde respaldado con documentación menciona la existencia de un Molino que -según datos históricos- hicieran construir los jesuitas en 1615. Debió haber sido importante este elemento en la vida del Valle ya que se empleó para la molienda del maíz y el trigo, los principales cultivos de la zona.

Llanes describe que "en 1850 se tiene conocimiento de que estuvo en pleno funcionamiento, siendo entonces propiedad de don Pedro Canavidez, posteriormente herederos Martín y Sinforiano Canavidez y Antonio Llanes, por los años 1920. En este molino los vecinos de la localidad y parajes aledaños de Sepoltura, Duraznal, Payo y, otras más alejadas, molían el maíz utilizando su harina para el pan, la comida y principalmente para la chicha.

El molino estaba ubicado en la banda Norte del río Corral de Piedras a unos 200 metros hacia el este desde el actual puente Venancio Lláñez, sobre el campo que termina en el angosto del citado río. Funcionaba con una rueda con paletas salientes a manera de molino de viento, impulsada por una corriente de agua que ponía en movimiento dos piedras circulares superpuestas en forma de platillo, de un tamaño de 0,90 centímetros de diámetro con eje en el centro labrada seguramente por manos de naturales, 

con un estriado a manera de engranaje que trituraba los granos de maíz o trigo expulsando la harina por sus bordes al girar una sobre la otra con mayor o menor presión según como convenía moler los granos.

El agua que lo ponía en funcionamiento provenía del mismo río, del cual se desviaba un cauce a través de un túnel de un metro por 50 de 1,50 por 1,80 más o menos, picado en la montaña seguramente por el hombre de la época, que aún hoy se puede observar desde el puente río arriba y llevado hacia abajo por una acequia construida sobre un picado de piedras a un nivel, a la altura conveniente para ganar el campo de ubicación del molino del que todavía existen huellas notables de su tramo empedrado”.

La existencia de este molino confirma la importancia para la región, sobre todo en aspectos económicos, por haber sido un punto de confluencia de las familias que basaban su sustento en el maíz y el trigo.

Según el escritor e historiador se tiene conocimiento de su funcionamiento hasta 1930. Posteriormente, las crecidas constantes y el embate del río fueron destruyendo de a poco el molino.

Las familias de Corral de Piedras han considerado importante preservar parte de esa historia, y por eso han acudido a las autoridades solicitando ayuda para conservar el túnel que otrora fuera parte primordial de ese molino.

 

Se puede ir todo el año, pero recomiendan mucha precaución en época de grandes lluvias porque hay crecidas y derrumbes en las laderas.