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Carmen tiene el oficio de "zapatera ambulante"

La mujer lleva muchos años en la tarea de extender la vida útil de calzados en un taller que lleva y trae.
Domingo, 15 de diciembre de 2019 01:03

Pasaron los tiempos de "descartar" zapatos dañados y comprar otros, y muchos acuden a los "zapateros". El oficio artesanal sobrevive en las manos de sus herederos, que ahora hacen de la calle su taller. Carmen Enriqueta Condorí es una de ellas, y con este oficio se gana el sustento a diario en la explanada ahora vacía de la imagen de Belgrano, que le da nombre al Centro Cultural ubicado en la exestación.

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Pasaron los tiempos de "descartar" zapatos dañados y comprar otros, y muchos acuden a los "zapateros". El oficio artesanal sobrevive en las manos de sus herederos, que ahora hacen de la calle su taller. Carmen Enriqueta Condorí es una de ellas, y con este oficio se gana el sustento a diario en la explanada ahora vacía de la imagen de Belgrano, que le da nombre al Centro Cultural ubicado en la exestación.

 

El servicio que brinda es ambulante, y puede resolver roturas en los calzados en cuestión de horas, o en el día.

 

La mujer de mediana edad, sólo posee un banco, un bolso y una máquina para coser los zapatos. "Arreglar zapatos era más para los hombres, lo mismo que la albañilería, ahora hasta mujeres albañiles hay, y con nosotros no hubo diferencias", aclaró. Carmen comenzó con el oficio de la mano de su padrino, que le enseñó cuando ella tenía 38 años, y desde entonces nunca dejó.

Nacida en Jaire, una de las zonas verdes más lindas y cercanas a la capital jujeña, la mujer comentó que viene cada día desde Lozano, donde vive con su familia, y llega a trabajar muy temprano. Sale a las 6 en colectivo y llega a las 7.45, y trabaja de corrido hasta las 17.30, con la compañía de su par del oficio, María, una joven que la ayuda.

El trabajo en la calle tiene otros condimentos propios por la exposición a la intemperie. Para ella significa tolerar el calor intenso y frío, y también comer en el mismo lugar para volver por la tarde. Su expresión es serena pero se anima a contar algunas anécdotas y sus manos no sueltan la tarea.

"Por ahora no tenemos problemas, pero a veces nos quieren quitar el material. Siempre trajinamos los clavitos en una botellita, y una vez vinieron y se lo robaron unos muchachos, creían que eran pegamento", comentó muy expresiva.

Si llueve desde temprano, tiene que desistir y quedarse en casa. Sin embargo, en Lozano, donde vive, son pocos los que conocen de su oficio, por lo tanto no puede suplir la ausencia en la avenida Urquiza de la capital, además de que nadie le ofrece otros trabajos.

La noble tarea diaria requiere de una máquina que es el eje para resolver la mayoría de los trabajos, y de hecho junto a su compañera fabrican sus propias agujas para que tengan una buena punta. La práctica le significa pinchazos en los dedos, alguna lastimadura y es que las ágiles manos son las herramientas más importantes para extender la vida útil de los calzados, sea por coser a mano, por pegar y resolver los daños o la mala calidad de los zapatos.

"Antes la gente no venía casi a arreglar, hora veo que la gente no va a comprar calzado y hace arreglar el que tiene, porque ahora la plata no alcanza, por eso traen dos o tres pares para arreglar", explicó Condorí.

Sandalias, zapatos, zapatillas y carteras pasan por las manos de la "zapatera" que con su servicio ambulante resuelve en el día las roturas o pega las partes necesarias para lograr un resultado útil, con el buen trabajo final.

"El tiempo que lleva cada trabajo depende, si es costura completa es una hora, o una hora y 45 minutos, y cuesta alrededor de $230 la primera y $130 la última. Hay calzados que son de goma blandita, y hay zapatillas que no se puede coser a máquina. Generalmente se despegan, dice que no le duran ni dos meses y vienen arreglarlas", explicó. Con el oficio mantiene a su familia y pudo transmitirle los conocimientos prácticos a sus cuatro hijos: Ángel, Gustavo, Carmen Rosa, Candela y Martín, de entre 33 y 19 años.