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La edad es un factor clave en la percepción del error

Viernes, 20 de diciembre de 2019 01:02

Vivimos en una sociedad donde incorporamos el mito de que el error debe ser castigado, siendo una manifestación de defectos y debilidades; o bien decimos que errar es humano, pero sin que llegue a ser deseable o admisible que nos suceda, negándolo, poniéndonos en actitud defensiva, minimizándolo o echándole la culpa a los demás.

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Vivimos en una sociedad donde incorporamos el mito de que el error debe ser castigado, siendo una manifestación de defectos y debilidades; o bien decimos que errar es humano, pero sin que llegue a ser deseable o admisible que nos suceda, negándolo, poniéndonos en actitud defensiva, minimizándolo o echándole la culpa a los demás.

Vemos que existe una tendencia en nosotros a disfrutar de los aciertos, a querer tener la razón siempre, aún cuando ello implicaría que alguien sufra como es el caso, por ejemplo: de vaticinar que dos amigos romperán, que algo no funcionará, etc. Y esta es una de las razones por las que reconocer un error es una experiencia interior tan extraña, ya que estamos acostumbrados a discrepar con otros, pero de pronto estamos en desacuerdo con nosotros mismos.

De este modo hacemos todo por controlar las situaciones para evitar equivocarnos, si pudiéramos tener una videncia la usaríamos para prevenir el error y si pudiéramos volver el tiempo atrás haríamos algo diferente. Dejando de lado que somos quienes somos gracias a nuestros aprendizajes y los errores son lecciones de vida que nos pueden dar luz.

¿Por qué tenemos tanto miedo a equivocarnos? Sucede que cuando nos equivocamos estamos ante un dilema, pero lejos de ser una crisis que tenga que ver con lo intelectual (lo que sabemos) estamos ante un problema existencial (lo que somos). Sentimos que esto habla de nosotros, de nuestra identidad, de nuestro valor.

Recordemos que usualmente las religiones castigan el error, dando tareas de expiación, de arrepentimiento y de purificación.

Vemos también en el cine por ejemplo que quien se equivoca se convierte en el malo de la historia mereciendo un final no deseado o quizá el protagonista de la historia comete un error y debe arrepentirse, pagar por su error y cambiar para obtener su final feliz. Vamos asociando el error con la maldad o con el defecto. Siendo así, equivocarnos puede herir gravemente nuestra percepción de nosotros mismos y nuestra estima personal.

¿Qué sucede cuando decimos me equivoqué? Cuando cambiamos de creencia inmediatamente nos alejamos de la creencia falsa que suplantamos dejándola en el olvido y profesamos la nueva creencia, tenemos una tendencia a olvidar los errores.

A veces este cambio de pensamiento se hace en forma paulatina y gradual, debilitando lentamente la creencia hasta hacerla desaparecer de nuestra conciencia, sin pasar por la sensación interior de estar en un error. También podría suceder que se cambie de creencia súbitamente, se le suele llamar insight. Pero el sentimiento de descubrir esta nueva verdad nos invade de tal modo que es fugaz y casi imperceptible el reconocimiento de estar equivocados.

Siguiendo esto, la percepción de la equivocación también dependerá de la etapa de la vida que estemos atravesando, uno va aprendiendo a reconocer sus errores y a aceptarlos con el pasar del tiempo y las experiencias vividas, dado que para lograrlo es necesaria la habilidad intelectual y principalmente la emocional que evolucionan a la par de nuestro desarrollo cognitivo y psicológico. Por ello veremos que la actitud ante creencias contrarias a las propias suele depender de la sabiduría interior de la persona, debido a que con frecuencia la gente mayor tiene el conocimiento arduamente obtenido a través de la experiencia de que nadie lo sabe todo.

El aceptar que nos equivocaremos y que eso es parte de la vida, que no se puede aprender de otro modo, que no existe una sola persona, por más virtuosa que sea que no se haya equivocado. Todos los seres humanos nos equivocaremos, pero la utilidad que le demos a esa situación variará según la sabiduría y flexibilidad propias. Si tomas el error como una situación de aprendizaje, donde reconoces que sirve, si lo miras a la cara, lo aceptas y lo integras a tu experiencia en forma benévola, te enriquecerá.

Reconocer que no somos los dueños de la verdad nos cambiará la mirada hacia los demás y hacia nosotros mismos, llevándonos a establecer vínculos más tolerantes y empáticos.

 

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