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Jubilación del obispo de Humahuaca

Martes, 31 de diciembre de 2019 01:04

"Dios es aquel que te echa una mano sin pasarte factura", definió Pedro Olmedo en una homilía. Pero será que se nos cobra con el mero paso del tiempo, y así llegamos a entrevistarlo sobre su jubilación cuando tantas otras veces lo hicimos sobre su carácter misionero. "A los setenta y cinco años -nos dijo- por norma del Derecho Canónico tenemos que pedir la jubilación, y el año pasado hemos estado charlando con Francisco del tema".

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"Dios es aquel que te echa una mano sin pasarte factura", definió Pedro Olmedo en una homilía. Pero será que se nos cobra con el mero paso del tiempo, y así llegamos a entrevistarlo sobre su jubilación cuando tantas otras veces lo hicimos sobre su carácter misionero. "A los setenta y cinco años -nos dijo- por norma del Derecho Canónico tenemos que pedir la jubilación, y el año pasado hemos estado charlando con Francisco del tema".

En el mes de octubre se hizo pública la noticia de la aceptación papal, en un trámite que, no sólo por tratarse del obispo de la Prelatura de Humahuaca, deja de ser un derecho privado para convertirse en un hecho público. Lo es por su personalidad, aquello que los claretianos llaman carisma y tal vez acá se pueda llamar tonada: su modo de misionar. Algunos años atrás conversamos con él, grabando lo que pretendía ser una biografía, y vale aquí rescatar algunos párrafos inéditos.

Recordaba entonces, hablando de su juventud, que "nosotros vivimos, yo diría, en la penumbra del sistema. Yo me acuerdo que las clases de formación política eran de la Falange. Todo eso era la única versión que teníamos", nos dice de ese tiempo de la posguerra española cuando forjaba su vocación.

Nos dice que "ahora la Biblia está en todos lados, pero yo me acuerdo que, cuando fui al seminario, tenía que pedir permiso para leer un pasaje del Antiguo Testamento. Después leíamos el Evangelio, lo comentábamos, empezábamos a descubrir esa riqueza de la Palabra. Uno se identificaba con muchos pasajes, se empezaba a hablar mucho de la figura de Jesús, y a mí me cuestionaba muchas prácticas que parecían contradictorias".

Así confiesa que "se me modificó mucho la imagen de Dios con la vivencia de participar de todo lo que fuera el Concilio Vaticano II. Yo siento que encajaba con lo que uno intuía que tenía que tener, por ejemplo con el acercamiento de la iglesia al mundo. Abrir las ventanas para que entre el aire, eso de la iglesia en el mundo actual. La iglesia tiene que marchar con el mundo, no esa iglesia que veíamos muy vertical, muy clerical, muy cultural".

Recuerda que "el cura decía la misa solo y uno se aburría como una ostra, no entendía nada. Yo entré en los claretianos porque te daba la perspectiva misionera, así descubrí el carisma y el estilo de los claretianos. El tema de la inculturización, todo el tema de la apertura, eso es fruto fuerte del Concilio. Eso lo fuimos asimilando en la carrera, y en el seminario teníamos una pelotera fuerte con los profesores, exigíamos la representación a nivel organizativo, dábamos peleas, con algunos profesores se armaban unos quilombos de la gran siete".

Dice que "estaba la discusión del estilo de iglesia con esta dimensión más universal, más misionera, y la mayoría de la gente que estaba por ahí es la que está hoy en los países de América Latina. Se miraba con curiosidad a América Latina. La iglesia brasileña llamaba la atención porque era la época de Helder Cámara, la de Chile mismo, la de Argentina era considerada como muy tradicionalista. El Movimiento del Tercer Mundo, cositas por ahí, eso llegaba, estaba el tema de la Teología de la Liberación".

En septiembre de 1972, Pedro Olmedo llega a Humahuaca para poner en práctica esa formación a la que le es fiel tanto como al signo rebelde de sus tiempos. En el invierno de 1993 es nombrado obispo, y desde entonces pasaron los años, siempre con la misma fidelidad. Había nacido en octubre de 1944, uno entre catorce hermanos, y nos dijo que "ahora se cuenta fácil, pero hombre, la cosa no era fácil. Yo me acuerdo la frase de mi padre, en la escalera. Me miró y me dijo: ‘Yo te voy a decir una cosa, antes de ser un mal cura te quiero ver muerto’. Claro, él vivió los tiempos de antes de la guerra, y la verdad es que la iglesia estaba muy aliada a la parte alta de la sociedad". Para su jubilación, nos dice que "me quedaría por acá. Yo vivo el presente, pero el presente que vivo ahora es que si puedo ser útil, echar una mano donde haga falta, lo haré pero no ya con la responsabilidad de conducir la Prelatura".