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Una figura impensada cambió el rumbo del país

Martes, 31 de diciembre de 2019 01:04

La política es el arte de lo posible, y este año quedó demostrado como nunca antes en la historia moderna de la Argentina. En medio de un insultante aumento de la pobreza, el desempleo y la inflación, apareció a fines de mayo una figura impensada que puso fin al caprichoso deseo reeleccionista de Mauricio Macri, sustentado únicamente en confrontar con Cristina Kirchner y en generarle temor a la sociedad sobre los supuestos males del retorno del populismo.

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La política es el arte de lo posible, y este año quedó demostrado como nunca antes en la historia moderna de la Argentina. En medio de un insultante aumento de la pobreza, el desempleo y la inflación, apareció a fines de mayo una figura impensada que puso fin al caprichoso deseo reeleccionista de Mauricio Macri, sustentado únicamente en confrontar con Cristina Kirchner y en generarle temor a la sociedad sobre los supuestos males del retorno del populismo.

Otra vez, como ya es costumbre en el país, el deteriorado bolsillo de la gente pesó más que cualquier amenaza sobre lo que vendría hacia adelante si ganaba el kirchnerismo. Con distintos matices, esa misma situación se había vivido cuatro años antes, pero al revés: con una economía estancada y una inflación que no bajaba, Macri llegó a la Casa Rosada pese a las duras y certeras advertencias de Daniel Scioli sobre las consecuencias que eso traería para la Argentina. En ambos casos, nada de eso les alcanzó.

Alberto Fernández pasó en sólo tres meses de ser un operador político sin votos propios a transformarse en presidente de la Nación sin siquiera pasar por un balotaje. Esa extraña metamorfosis sólo fue posible gracias al sorpresivo renunciamiento de Cristina a su candidatura presidencial, en el que pudo haber sido el hecho político más trascendente de los últimos años en materia electoral.

La actual vicepresidente, pese a su elevada imagen negativa y a sus numerosas causas de corrupción, volvió a demostrar en 2019 que sigue siendo, por lejos, la dirigente política más influyente de las últimas dos décadas en la Argentina. Cristina no sólo llevó a Alberto Fernández a la presidencia, sino que se quedó con el control de la Cámara de Diputados, el Senado, la provincia de Buenos Aires, Santa Cruz, Formosa y varias intendencias del país que quedaron en manos de La Cámpora.

Tras la brutal devaluación ocurrida un día después de las Paso, en la que se acusó a Macri de haber dejado que el dólar trepe de $45 a $60 en un día, Argentina se debatía entre la fuerte expectativa por un cambio de gobierno y las dudas sobre lo que pasaría en la economía tras el traspaso. Curiosamente, fue en el período de agosto a octubre -quizás el más crítico para la sociedad- donde comenzó a crecer aceleradamente la figura de Macri, a tal punto que redujo la victoria del Frente de Todos de diecisiete puntos a sólo ocho. Como ya es costumbre en Argentina, los encuestadores volvieron a estafar a la gente anticipando una elección reñida en las Paso y una diferencia de veinte puntos en las generales. Los analistas políticos nunca explicaron con claridad si esos errores fueron problemas de cálculo o simples operaciones políticas a favor de sus clientes.

¿Los mercados le darán un respiro al nuevo presidente? ¿Qué pasará con el cepo al dólar? ¿Será Alberto un títere de Cristina o gobernará con independencia? ¿Cuál será el verdadero jefe de Estado, el que criticó vorazmente por diez años a la expresidente o el que llegó al poder únicamente gracias a ella? ¿Alberto llevará el país hacia el chavismo o mantendrá un política más centrada en Estados Unidos y la Unión Europea? ¿Quién armará el Gabinete? ¿Saldrán libres todos los "presos K"? Muchas de esas preguntas que circulaban insistentemente entre la opinión pública se fueron develando desde el 10 de diciembre hasta ahora, pero otras -sobre todo en materia económica- aún siguen siendo una incógnita para la sociedad.

El primer gran gesto de independencia que tuvo el presidente fue la elección de sus ministros, donde sólo dos de los veintiuno -Eduardo "Wado" de Pedro en Interior y Agustín Rossi en Defensa- responden directamente a Cristina Kirchner. El acuerdo con la expresidente pareció estar claro desde el inicio: Alberto manejará el Poder Ejecutivo rodeado de personas de su confianza y Cristina controlará los hilos del Poder Legislativo, por donde pasarán gran parte de las leyes que necesita el nuevo mandatario para reactivar la economía.

Ante este contexto, Alberto fue construyendo su propio poder para no depender tanto de las decisiones que pueda tomar Cristina y que no sean de su agrado. Por eso, intensificó sus contactos con los gobernadores peronistas y también con los líderes sindicales más tradicionales, quienes se sienten más cómodos con el liderazgo del exjefe de Gabinete que con el de la expresidente, siempre asociado a una conducción más rígida y solitaria.

Esa alianza coyuntural le permitió a Fernández minimizar al máximo las protestas sociales al inicio de su gestión mientras anunciaba la suspensión de la movilidad jubilatoria y un bono destinado sólo a los jubilados que ganan menos de veinte mil pesos.

Esa maratónica sesión tuvo un final poco feliz para el Gobierno más allá de su aprobación. El texto que quedó promulgado exime a las jubilaciones de privilegio del ajuste que todo el resto va a hacer. Rápido de reflejos, y en otra acción diferenciada de lo que fue el gobierno de Cristina, Alberto eligió subsanar el error y enviar una ley para derogar esos beneficios. Por lo que se ve al principio del albertismo, el jefe de Estado realizará los cambios que deba hacer sin importale dar marcha atrás en algunas cosas, una actitud similar a las que tuvo su antecesor en el cargo.

Mauricio Macri, por su parte, termina 2019 sin un horizonte claro sobre su rol en los próximos cuatro años. El deseo del exmandatario de ser el líder de la oposición está muy lejano por los propios posicionamientos de sus aliados. En la ley de Emergencia Económica, Macri reclamó que los detractores del oficialismo no den quórum, pero muchos de ellos hicieron oídos sordos y el Poder Ejecutivo sancionó la norma en tiempo récord. Es evidente que la mala praxis en la economía será un lastre muy difícil de esquivar para el futuro de Macri.