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No habrá superministro en el Gabinete de Alberto Fernández

Domingo, 08 de diciembre de 2019 01:01

Alberto Fernández asumirá la presidencia con un enorme capital político en su haber: su Gabinete tiene equilibrio de fuerzas, tejió una férrea alianza con gremios y gobernadores y cuenta con un evidente cambio de expectativas dentro de la sociedad.
El equipo que presentó anteayer el presidente electo dejó una primera certeza: la economía estará conducida por varios funcionarios con poder, pero no habrá un superministro del área como se especuló en algún momento. Todo indica que, al igual que sucedió durante casi todo el kirchnerismo, el jefe de Estado volverá a ser en los hechos el gran arquitecto de las cuentas públicas en la Argentina. 
El propio Fernández había dicho varias veces que quería a Roberto Lavagna para ese cargo, pero el excandidato presidencial dijo una y otra vez que no. ¿Alguien podría imaginar una conducción económica tan diversa si el exministro formara parte del Gabinete? La verdad es que no, pero eso ya quedó en el plano de las especulaciones. 
Martín Guzmán, un prestigioso economista que residía en Estados Unidos, se ocupará de la macroeconomía y fundamentalmente de la negociación de la deuda, pero tendría poca injerencia en las medidas de contención social que presentará el Gobierno apenas asuma. Matías Kulfas y Cecilia Todesca, uno desde el ministerio de Desarrollo Productivo y otra desde la estratégica vicejefatura de Gabinete, seguirán el día a día de la producción y el consumo en la Argentina, y serán también los principales interlocutores entre Alberto Fernández y los empresarios. De hecho, la secretaría de Comercio Interior que antes ocupaba Guillermo Moreno quedaría bajo la órbita de Kulfas y no de Guzmán.
Si bien ninguno de esos economistas viene del “palo” de Cristina, todos ellos comparten la visión desarrollista que siempre pregonó la expresidenta cuando estuvo al frente de la presidencia. 
El equipo económico de Alberto se completará con Mercedes Marcó del Pont en la Afip, con Miguel Pesce en el Banco Central, con Luana Volnovich en el Pami y con Luis Basterra en Agricultura. A ellos se le sumaría una figura que tendrá mucha trascendencia en la próxima gestión, que es la de Felipe Solá. El presidente electo quiere que el canciller ocupe un rol clave en los diferentes conflictos comerciales que atraviesa el país, por lo que tendría una importante cuota de participación en las decisiones. 
El presidente electo debe aprovechar rápidamente la tregua que le ofrecieron los sindicatos peronistas, quienes no reclamarán bonos ni tampoco realizarán paros, y también la supuesta colaboración que estarían dispuestos a dar los empresarios, quienes -con reparos- se mostrarían favorables a congelar por seis meses los precios de algunos de sus productos. Es en ese interín en el que el nuevo jefe de Estado pondrá toda la carne al asador para consolidar su poder político y encarar las reformas más difíciles que tiene por delante. Obviamente en ese grupo se inscribe la renegociación de la deuda externa, las tratativas con el sector financiero para recuperar créditos para las pymes y cuál será la política tarifaria del Gobierno, uno de los puntos centrales tanto para el bolsillo de la gente como para la sustentabilidad del sistema energético nacional.
Un eventual congelamiento de tarifas de los combustibles es una medida que se baraja, aunque no goza del consenso absoluto del equipo económico de Alberto, que ve en esa decisión un riesgo de parálisis en el yacimiento petrolífero de Vaca Muerta. 
Alberto sabe a la perfección que una sociedad que sobrevive con cuarenta por ciento de pobreza tiene muy poco margen de tolerancia al fracaso, por lo que se espera un shock de medidas económicas durante este mes y el próximo que le den al nuevo Gobierno el aire necesario para seguir gobernando con tranquilidad. 
Un importante colaborador del presidente electo señaló ayer a El Tribuno que “el aumento salarial por decreto está casi decidido, al igual que un incremento en las asignaciones sociales y en las jubilaciones”. Según el dirigente, “ese dinero fresco se volcará directamente al consumo en los primeros sesenta días de la gestión y los empresarios empezarán a recuperar lentamente su nivel de actividad”. ¿Exceso de optimismo o realidad? Esa incógnita no tardará mucho en develarse, aunque los principales analistas económicos del país sostienen que Argentina “ya tocó el piso de su crisis” y que pronto podría empezar a percibirse el famoso “efecto rebote”.
La idea del nuevo gobierno es financiar las primeras medidas con emisión monetaria, lo que seguramente tendrá un impacto directo en los altos niveles de inflación que ostenta el país. La famosa “maquinita” siempre fue muy cuestionada por los sectores más ortodoxos de la economía, aunque curiosamente vino siendo utilizada por Mauricio Macri para financiar sus últimos días en el sillón de Rivadavia. 
Según las últimas encuestas, casi el cuarenta por ciento de los argentinos cree que la situación económica mejorará desde el 10 de diciembre, aunque también aparece una luz de alerta que no debe ser desatendida: más de un tercio considera que la inflación seguirá igual. De confirmarse el último dato, al Gobierno peronista le costará más de lo esperado reducir los escandalosos índices de pobreza que deja Mauricio Macri en el país. 

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Alberto Fernández asumirá la presidencia con un enorme capital político en su haber: su Gabinete tiene equilibrio de fuerzas, tejió una férrea alianza con gremios y gobernadores y cuenta con un evidente cambio de expectativas dentro de la sociedad.
El equipo que presentó anteayer el presidente electo dejó una primera certeza: la economía estará conducida por varios funcionarios con poder, pero no habrá un superministro del área como se especuló en algún momento. Todo indica que, al igual que sucedió durante casi todo el kirchnerismo, el jefe de Estado volverá a ser en los hechos el gran arquitecto de las cuentas públicas en la Argentina. 
El propio Fernández había dicho varias veces que quería a Roberto Lavagna para ese cargo, pero el excandidato presidencial dijo una y otra vez que no. ¿Alguien podría imaginar una conducción económica tan diversa si el exministro formara parte del Gabinete? La verdad es que no, pero eso ya quedó en el plano de las especulaciones. 
Martín Guzmán, un prestigioso economista que residía en Estados Unidos, se ocupará de la macroeconomía y fundamentalmente de la negociación de la deuda, pero tendría poca injerencia en las medidas de contención social que presentará el Gobierno apenas asuma. Matías Kulfas y Cecilia Todesca, uno desde el ministerio de Desarrollo Productivo y otra desde la estratégica vicejefatura de Gabinete, seguirán el día a día de la producción y el consumo en la Argentina, y serán también los principales interlocutores entre Alberto Fernández y los empresarios. De hecho, la secretaría de Comercio Interior que antes ocupaba Guillermo Moreno quedaría bajo la órbita de Kulfas y no de Guzmán.
Si bien ninguno de esos economistas viene del “palo” de Cristina, todos ellos comparten la visión desarrollista que siempre pregonó la expresidenta cuando estuvo al frente de la presidencia. 
El equipo económico de Alberto se completará con Mercedes Marcó del Pont en la Afip, con Miguel Pesce en el Banco Central, con Luana Volnovich en el Pami y con Luis Basterra en Agricultura. A ellos se le sumaría una figura que tendrá mucha trascendencia en la próxima gestión, que es la de Felipe Solá. El presidente electo quiere que el canciller ocupe un rol clave en los diferentes conflictos comerciales que atraviesa el país, por lo que tendría una importante cuota de participación en las decisiones. 
El presidente electo debe aprovechar rápidamente la tregua que le ofrecieron los sindicatos peronistas, quienes no reclamarán bonos ni tampoco realizarán paros, y también la supuesta colaboración que estarían dispuestos a dar los empresarios, quienes -con reparos- se mostrarían favorables a congelar por seis meses los precios de algunos de sus productos. Es en ese interín en el que el nuevo jefe de Estado pondrá toda la carne al asador para consolidar su poder político y encarar las reformas más difíciles que tiene por delante. Obviamente en ese grupo se inscribe la renegociación de la deuda externa, las tratativas con el sector financiero para recuperar créditos para las pymes y cuál será la política tarifaria del Gobierno, uno de los puntos centrales tanto para el bolsillo de la gente como para la sustentabilidad del sistema energético nacional.
Un eventual congelamiento de tarifas de los combustibles es una medida que se baraja, aunque no goza del consenso absoluto del equipo económico de Alberto, que ve en esa decisión un riesgo de parálisis en el yacimiento petrolífero de Vaca Muerta. 
Alberto sabe a la perfección que una sociedad que sobrevive con cuarenta por ciento de pobreza tiene muy poco margen de tolerancia al fracaso, por lo que se espera un shock de medidas económicas durante este mes y el próximo que le den al nuevo Gobierno el aire necesario para seguir gobernando con tranquilidad. 
Un importante colaborador del presidente electo señaló ayer a El Tribuno que “el aumento salarial por decreto está casi decidido, al igual que un incremento en las asignaciones sociales y en las jubilaciones”. Según el dirigente, “ese dinero fresco se volcará directamente al consumo en los primeros sesenta días de la gestión y los empresarios empezarán a recuperar lentamente su nivel de actividad”. ¿Exceso de optimismo o realidad? Esa incógnita no tardará mucho en develarse, aunque los principales analistas económicos del país sostienen que Argentina “ya tocó el piso de su crisis” y que pronto podría empezar a percibirse el famoso “efecto rebote”.
La idea del nuevo gobierno es financiar las primeras medidas con emisión monetaria, lo que seguramente tendrá un impacto directo en los altos niveles de inflación que ostenta el país. La famosa “maquinita” siempre fue muy cuestionada por los sectores más ortodoxos de la economía, aunque curiosamente vino siendo utilizada por Mauricio Macri para financiar sus últimos días en el sillón de Rivadavia. 
Según las últimas encuestas, casi el cuarenta por ciento de los argentinos cree que la situación económica mejorará desde el 10 de diciembre, aunque también aparece una luz de alerta que no debe ser desatendida: más de un tercio considera que la inflación seguirá igual. De confirmarse el último dato, al Gobierno peronista le costará más de lo esperado reducir los escandalosos índices de pobreza que deja Mauricio Macri en el país.