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Zorro del agua pichón en Tilcara

En Chiloe se asegura que son brujas que se transforman en pájaro tras beber una pócima nauseabunda.

Domingo, 08 de diciembre de 2019 01:01

La mañana de ayer, acaso por el viento o el sólo desequilibrio, un pichón de garza bruja cayó de la rama alta de su nido, en el centro de la plaza de Tilcara, para atraer la mirada de quienes andaban cerca. Intentaba volver a trepar el árbol, saltando hasta alguna parte del tronco y tratando de aletear para subir, porque aún era incapaz de volar.

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La mañana de ayer, acaso por el viento o el sólo desequilibrio, un pichón de garza bruja cayó de la rama alta de su nido, en el centro de la plaza de Tilcara, para atraer la mirada de quienes andaban cerca. Intentaba volver a trepar el árbol, saltando hasta alguna parte del tronco y tratando de aletear para subir, porque aún era incapaz de volar.

Tanto difiere del plumaje del ave adulta, que se la puede confundir con especies distintas. Blancas de pecho y vientre, se las ve volar en torno al pueblo buscando su alimento en las aguadas. Se la reconoce más por su grito, casi de ladrido o de risa, de donde en Bolivia le quedó el nombre de guaqui y, en otros sitios, de cuaco.

Sobre los bancos que están bajo las ramas en que anida, se ven espesos machones blancuzcos que son producto de alimentos que regurgita. Por esta costumbre, se cuenta en la isla de Chiloe que son en realidad brujas que se transforman en aves tras beber una pócima nauseabunda que vomitan.

Aquí se les da más bien el nombre de zorro del agua. Cierta vez he visto, en alguna de las ramas del mismo árbol, su sabia pedagogía: un adulto avanzaba echándole picotazos a otro ejemplar más joven, que apenas atinaba a defenderse retrocediendo. En algún momento de la pelea, el pequeño trastabilló y cayó. Eran varios metros, pero los suficientes como para que, antes de llegar al suelo, se animara a volar.

Esta, que fue atractivo de quienes el sábado en la mañana estuvimos en la plaza, no podía aún hacerlo. Los niños se le acercaban pese al pico largo de apariencia peligroso, los humanos adultos buscaban a sus hijos por temor a que los atacara, pero el pequeño pájaro, demasiado grande en comparación con pichones de otras especies, no estaba interesado en agredirlos sino en regresar a su nido.

Lo habrá hecho, supongo. No por ayuda humana, que su rama es demasiado alta. Habrá trepado, que al volver a pasar por el centro de la plaza, media hora después, ya no estaba. Restaban los comentarios de los vecinos, que lo habían visto y, fáciles como somos para la fábula, no faltó quienes empezaran a tramar algunos cuentos.

Guillermo Hudson, gran observador de aves, escribió que "pasa las horas posada inactiva en grandes árboles o en los juntos de los pantanos, y cuando se lo perturba se eleva con pesados aleteos y un fuerte grito: cuá-cuá. A la puesta del sol abandona su retiro para remontar un arroyo o buscar algún distante sitio donde alimentarse y viajan con un lento vuelo, ave tras ave, emitiendo a largos intervalos su grito nocturno de gran alcance, ronco y parecido a un ladrido".