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La copla: el canto y su circunstancia

El canto de la copla, más allá de su poesía, es también el momento en que se lo hace y el orgullo por lo propio.
Lunes, 25 de febrero de 2019 01:04

Definir a la copla por el metro de sus versos y sus rimas, por el ritmo del batir de la caja, es sólo una parte del hecho cultural. El Jueves de Compadres, en la invitación de "Los Caprichosos", pero por igual en cuanto rincón de nuestra Quebrada y Puna haya, los copleros se juntan para cantar sus coplas, puede pensarse en otra dimensión que nos lo permita ver desde otro ángulo.

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Definir a la copla por el metro de sus versos y sus rimas, por el ritmo del batir de la caja, es sólo una parte del hecho cultural. El Jueves de Compadres, en la invitación de "Los Caprichosos", pero por igual en cuanto rincón de nuestra Quebrada y Puna haya, los copleros se juntan para cantar sus coplas, puede pensarse en otra dimensión que nos lo permita ver desde otro ángulo.

El estofado terminaba de coserse, los vasos se vaciaban, los compadres conversaban, rostros entalcados, se sirvió el almuerzo, la sopa, y en medio del salón se armó la rueda. Flameó la bandera blanca, sonó la quenilla, se cantaron temas amorosos, sentimentales, pícaros, circunstanciales y hubo contrapuntos: esa forma coqueta de nuestra lírica popular en la que dialogan un hombre y una mujer.

Alguien dijo, al pasar, que la gente grande estaba dejando de participar porque la música de los conjuntos la tapaba, había más baile que brincar, y los parlantes proponían otra forma de alegría. Y en este Jueves de Compadres, en Los Caprichosos, no hubo conjuntos ni parlantes sino cajas, entonces la rueda floreció de coplas con voces fuertes y claras.

Los movimientos comenzaron por esa cadencia lenta, mecida, de andar girando en la rueda, pero pronto las cajas se alzaron, la quenilla dibujó su fraseo enloquecido, se tomaron las manos, y en saltitos y con sonrisas plenas el trencito recorrió entrecruzándose y sumando gente. Entonces la rueda se volvió baile, y la coreografía pautó el ambiente que enmarca la copla, porque a eso quiero llegar, en parte.

La copla es un canto, pero también es un contexto. No sé si lo es exactamente la del solista que la interpreta ante un micrófono, sin por ello desmerecer su arte. La copla es el canto y su circunstancia, parafraseando a Ortega y Gasset, y también el orgullo de lo propio que motivó a los copleros, en alguna hora de la tarde de este Jueves de Compadres, a dejar el salón para ganar la calle y mostrarse. Se veían celulares fotografiándolos y filmándolos desde las veredas. Pero el caso es que no se trataba sólo de turistas, sino de cantidad de vecinos que, con una sonrisa de complicidad, quisieron guardar la memoria de lo que sucedía y tenía el sabor de los recuerdos.