Ayer entró en operación la décima línea del teleférico de La Paz, que no solo es el más alto del mundo sino que también ha permitido sortear la difícil topografía de la capital boliviana, transformando el paisaje urbano y la vida de dos millones de habitantes.
inicia sesión o regístrate.
Ayer entró en operación la décima línea del teleférico de La Paz, que no solo es el más alto del mundo sino que también ha permitido sortear la difícil topografía de la capital boliviana, transformando el paisaje urbano y la vida de dos millones de habitantes.
La Paz está en una cuenca rodeada de montañas. Sus barrios cuelgan de pendientes que trepan hasta la meseta altiplánica, a 4,000 metros de altitud, donde se extiende la populosa ciudad vecina de El Alto.
Con pocas avenidas y una sola autopista, los paceños tienen uno de los transportes más caóticos. El transporte aéreo por cable está cambiando esa suerte y ha sumado un atractivo turístico.
La nueva línea enlaza a otras nueve y cierra un circuito de cabinas aéreas de 33 kilómetros entre barrios de La Paz y El Alto. Demandó siete años y 740 millones de dólares aportados por el Estado, dijo el gerente de la empresa estatal Mi Teleférico, César Dockweiler.
Sus 150 mil usuarios diarios gozan de vistas espectaculares o pintorescas, como una cadena de nevados a lo lejos, mercados callejeros bajo sus pies, barrios agazapados a las laderas, casas al filo de barrancos, ropa tendida en las azoteas y gatos corriendo por los techos.
La firma austríaca Doppelmayr, ejecutora de la obra, dijo a The Associated Press desde Viena que su sistema reduce la contaminación y ofrece más seguridad y comodidad a los usuarios.