¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

17°
25 de Abril,  Jujuy, Argentina
PUBLICIDAD

Liliana Herrero y dos noches de arte profundo

¿Cómo explicar la conmoción que sus presentaciones producen en el público?

Lunes, 18 de marzo de 2019 01:04

Viernes y sábado, la sala "Barbarita Cruz" llena daba cuenta del deseo de escuchar y ver a Liliana Herrero. Tras los conciertos la gente salía ensimismada. Alguien pregunta a otro: ¿y, qué tal? El otro lo mira como si sobraran las palabras. ¿Qué había pasado en medio? Los antiguos griegos lo llamarían catarsis: eso que mueve el arte en el alma para conmoverla y no dejarla tal cual estaba antes de vivirlo. Para ello, me atrevo a decirlo, Liliana Herrero recurre a tres elementos: la memoria, la palabra y la música, y con ello creo que bastaría para comprender algo que, de todos modos, es tan intraducible a una crónica como pueda serlo la música.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Viernes y sábado, la sala "Barbarita Cruz" llena daba cuenta del deseo de escuchar y ver a Liliana Herrero. Tras los conciertos la gente salía ensimismada. Alguien pregunta a otro: ¿y, qué tal? El otro lo mira como si sobraran las palabras. ¿Qué había pasado en medio? Los antiguos griegos lo llamarían catarsis: eso que mueve el arte en el alma para conmoverla y no dejarla tal cual estaba antes de vivirlo. Para ello, me atrevo a decirlo, Liliana Herrero recurre a tres elementos: la memoria, la palabra y la música, y con ello creo que bastaría para comprender algo que, de todos modos, es tan intraducible a una crónica como pueda serlo la música.

La interpretación, por parte de Liliana Herrero, de la memoria, tiene que ver con la selección de aquellos autores que dejaron huella. No necesariamente masiva, pero tampoco exclusivamente personal. Decir "de todos" es más apropiado, creo, porque los lugares: Tucumán, San Juan, el río Uruguay, esa otra patria que, con dulzura entrerriana, llama: Banda Oriental, Rosario, pasaron poetizados en detalles entrañables.

Y cada lugar con su tiempo, pero no necesariamente de un tiempo individual, como decir que "están tocando nuestra canción", sino de esa intimidad que nos cobija a todos, y es por ello que la selección del repertorio (que no fue el mismo el viernes y el sábado), y del que sólo incluyó dos canciones del Fito Páez, profundamente revisadas, de su última producción, ese arte de elegir es la primera parte de su modo conmovedor.

La segunda parte de la receta, es la interpretación de la palabra, que creo que sólo antes escuché similar en "El Polaco" Goyeneche, a quien por ello mismo me lo recordó varias veces. Liliana busca tanto el significado, pero por sobre todo el significado, como la música implícita en cada palabra para cantar las canciones, y las gestualiza, cosa que no es un dato menor.

Asistir a su concierto fue vivir la experiencia de alguien que degustaba a pleno la extensión de la palabra, logrando que no pase por pasar por nuestros oídos sino que nos detengamos en ellas, las compartamos, comprendamos por qué el poeta la puso allí, por qué el músico le dio determinada cadencia, y entonces la música, porque Liliana no se queda con repetir la canción, sino que la deshace y rehace para llegar a su esencia.

En un momento se recordó, por ejemplo, que su forma lenta de masticar la "Chacarera de las Piedras", de don Atahualpa, nace de sus primeros versos, y Pedro Rossi compartió que Liliana Herrero aseguraba que, si "así canta un caminante que muy mucho ha caminado", ¿cómo no hacerla lenta si debía estar muerto de cansancio?

Con una mesa de bar en medio y dos sillones para sentarse pero a la vez agarrar, percutir, y hacer lo suyo, con dos copas de vino y el constante diálogo con la guitarra y la voz de Pedro Rossi, un músico minucioso y vibrante, con un diálogo presente con el público que achica las distancias e introduce sus reflexiones sobre la misma música, sobre la patria, sobre el momento, Herrero logra la catarsis, que no es el mero tramitar la angustia con palabras, sino una transformación profunda de las personas.