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"Lo torcidito", entre el deseo y la ternura

La obra se vio este domingo en la sala "Barbarita Cruz" de la ciudad de Tilcara.
Martes, 19 de marzo de 2019 01:01

En algo así como una hora, Eva Parra nos cuenta, en primera persona, los recuerdos de una mujer transgénero. El monólogo "Lo Torcidito", que dirige Cristina Merelli, sólo cuenta con el apoyo de las luces y los ladrillos que la actriz acomoda y manipula en su diálogo con la madre muerta.

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En algo así como una hora, Eva Parra nos cuenta, en primera persona, los recuerdos de una mujer transgénero. El monólogo "Lo Torcidito", que dirige Cristina Merelli, sólo cuenta con el apoyo de las luces y los ladrillos que la actriz acomoda y manipula en su diálogo con la madre muerta.

 

La obra se presentó en el teatro El Pasillo de la capital y en el Centro Andino para la Educación y la Cultura de Tilcara.

Como en aquellas lejanas puestas de los hermanos Podestá, cuando el público salía en defensa de Juan Moreira, cuando Eva (que es también el nombre del personaje) le pide un abrazo al público, no falta quien amague a dárselo, y es que el juego del personaje y la primera persona del relato coquetea con la idea de que la actriz no actúe sino que recuerde. Y eso no interesaría saberlo, de no ser porque la obra tiende a poner en el tapete esa misma duda.

 

Aquello que recuerda el personaje, porque de todos modos no deja nunca de serlo, transita no sólo el drama de una mujer que nació hombre, que las chicas del tugurio recuerdan como un hombre del que se enamoraron, que sus hermanas y vecinos recuerdan como hombre, y que ella misma lo hace al temer verse en el espejo como un viejo, sino que también es un relato de ese mundo sórdido en el que, como en los textos de Jean Genet, lo bajo se torna tierno.

Y es que, con un manejo actoral recordable, Eva Parra nos lleva a ver ambientes, como aquel de la Navidad de su primer andar las calles, que tanto como en los reclamos a su madre, no dejan nunca de estar embebidos de ternura. Cuando describe a flor de piel el estallido de su deseo, y aun cuando narra a ese hombre violento que la alquiló, no deja de ser tierna, y lo sigue siendo en ese temor a abrir la puerta y salir a la calle.