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25 de Abril,  Jujuy, Argentina
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Preocupa el traslado de la hermana Bernardita

Podría ser enviada a un hogar para mayores. Los voluntarios temen que por esa razón deba cerrar el merendero.
Lunes, 01 de abril de 2019 01:01

Todos los sábados por la mañana en la capilla ubicada en el Colegio Santa Bárbara funciona un merendero que fue creado por la hermana Bernardita.

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Todos los sábados por la mañana en la capilla ubicada en el Colegio Santa Bárbara funciona un merendero que fue creado por la hermana Bernardita.

 

Alrededor de 50 personas brindan un rico desayuno todos los sábados en la capilla del Colegio Santa Bárbara.

Una monja muy carismática y solidaria a quien, según el testimonio de allegados a la institución, hace unas semanas las autoridades del establecimiento le informaron que van a trasladarla a un hogar para adultos mayores.

La noticia no cayó bien en los voluntarios que la ayudan porque Bernardita es el motor del merendero y con su ausencia temen que pueda cerrar, y eso significaría que muchas personas de escasos recursos se queden sin ese valioso aporte alimenticio que les ofrecen.

A pesar de sus 94 años, la hermana conserva la energía necesaria para llevar a cabo esta labor tan loable y altruista. Este año es el octavo de la institución y cada vez son más las personas que se acercan a recibir una rica merienda todos los sábados. En este último tiempo hubo una gran concurrencia de jóvenes que están desocupados y llegan con sus familias en busca de alimentos.

"Aunque es un adulto mayor ella está muy bien físicamente y es muy lúcida. Le dijeron que su ciclo en el colegio está terminado, eso nos dolió mucho. No pueden dejarla en una casa de descanso", mencionó uno de los voluntarios del merendero en diálogo con El Tribuno de Jujuy.

"Ella es el motor, ahora tenemos una incertidumbre porque si se la llevan nosotros no sabemos si nos quedamos sin ese espacio", añadió.

Esta situación preocupa mucho a los voluntarios que temen que esta loable iniciativa tenga que cerrar sus puertas aunque están muy esperanzados de que eso no ocurra. Por eso le piden a las autoridades del Colegio Santa Bárbara que no la trasladen o al menos la dejen seguir llevando a cabo esta tarea.

El colegio semanalmente colabora con azúcar y yerba, a lo que los voluntarios le suman los demás ingredientes y mercadería que requiere la elaboración de los ricos desayunos que donan.

En ese sentido, el voluntario remarcó que "no queremos que se vaya la hermana, no sólo porque tenemos miedo de cerrar el merendero sino también porque ayudar al otro es su vida. Siempre hizo eso y de repente sacarle lo que más la reconforta va a ser muy duro para ella. Estamos muy tristes".

Los voluntarios junto a la hermana los días viernes se juntan a preparar las deliciosas comidas y cada sábado desde las 8 inician las actividades del día con el desayuno y luego rezan.

Un sueño que se hizo realidad y no debe desaparecer

Su sueño que comenzó siendo un simple pero muy reconfortante acto de amor hacia los que menos tienen, se convirtió en un hogar que todos los sábados por la mañana contiene a niños, jóvenes y adultos bajo un abrazo esperanzador y de familia.
Pero eso no hubiera sido posible sin el empuje de hombres y mujeres que, con sus hijos, estudiantes del Colegio Santa Bárbara, se arrimaron para dar una mano, pero terminaron dando las dos y también el corazón al que sufre. Bernardita tiene 94
años, pero conserva una juventud única que resplandece en sus palabras, en su forma de pensar y, sobre todo, en ese acto de altruismo que enarbola. Dentro de ese establecimiento educativo, empezó siendo portera y cada vez que alguien iba a pedir alimentos, ella se los daba, “me visitaban hombres que no tenían para comer, yo les daba un mate calentito y les hablaba un poco, les aconsejaba que no tomen alcohol y que salgan adelante”, sostuvo la hermana Bernardita, en una entrevista
realizada por El Tribuno de Jujuy el año pasado. Así fueron pasando los años, con ese mismo espíritu solidario empezó a cobijar cada vez a más personas brindándoles un mensaje esperanzador, comida y ropa. Un día, una estudiante del colegio
se acercó y le preguntó si podía ayudarla con su labor solidaria, y ella agradecida aceptó. De a poco se fueron sumando más jóvenes y luego llegaron sus padres. Desde ese momento, cada sábado por la mañana, un grupo de voluntarios empezó a acompañar a la hermana y fueron cada vez más las personas que llegaban con sus duras y crueles historias de vida. En total son ocho voluntarios, que se componen de matrimonios y sus hijos.