Para celebrar las Pascuas, el museo Terry nos presenta dos muestras, una de pinturas y otra de fotografías. La primera se titula "De Buenos Aires a Tilcara en colores", y son los cuadros que nos ofrece Mirta Noguera, que estarán expuestos hasta el martes 23.
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Para celebrar las Pascuas, el museo Terry nos presenta dos muestras, una de pinturas y otra de fotografías. La primera se titula "De Buenos Aires a Tilcara en colores", y son los cuadros que nos ofrece Mirta Noguera, que estarán expuestos hasta el martes 23.
En la presentación, gozó del caluroso elogio de Francisco Tinte, director del museo, sobre todo con referencia al cuadro "Camino a Chicapa". La autora busca, con un trazo de corte impresionista, captar el entorno de nuestro suelo, expresando a la vez que los paisajes, sus sensaciones.
La captación del color es lo primero que resalta de su obra, dotando sus cuadros de una fidelidad realista que pronto se tensa en un pincel que busca más la expresión que el detalle, sin desmerecerse por ello, sino por el contrario. Los caballos, entre la pastura, parecen cobrar vida, las viviendas, apenas trazadas en la luz, sostienen la apertura del albergue, y los cerros rechazan la precisión para alzarse vivos. Una mujer se agacha y otra la mira, y aunque sus rostros sean apenas el entorno de sus ojos o una mera superficie amarilla, nos alcanza con ello, con el trazo, con el entorno, para entender sus sentimientos. Si hace 1.800 años, Plotino escribía que "el mal primario es lo desmesurado mismo", en la obra de Noguera comprendemos aquel consejo plotiniano de "háganse todos bellos, si pretenden contemplar a Dios y a la Belleza".
FOTOGRAFÍAS / DE MARÍA LUZ HABIL Y PEDRO ROBLES SOBRE LA RELIGIOSIDAD.
No es ajena a este concepto la otra muestra, la fotográfica. Se titula "Peregrinación a la Virgen del Abra de Punta Corral", y es parte de un proyecto mayor, que la contiene, sobre la religiosidad quebradeña. Se trata del diálogo entre la fotógrafa María Luz Habil y el enfoque académico, desde la historia y la antropología, de Pedro Robles, quien empezó por decir que buscaban algo distinto de las clásicas tomas de las procesiones, donde el protagonismo del rostro enturbia la visión el contexto.
Entonces, los senderos que suben al Abra, los arcos floridos con el son de los sikureros, que en la presentación contó con la música de los Chalas, la mujer rezando ante una cruz de flores naranjas que pende de la reja de una ventana, los miles de promesantes vistos desde lo alto, la sombra del faldeo de donde brota la luz del cerro iluminado, los andantes con su carga en la mula, resumen, sin precisar de palabras, el sentimiento profundo de la subida al cerro.
Muestra más de lo que explica. Quien ignora el ascenso pascual a la Mamita, no sabrá más con verla, salvo aquello que se le escapa a las palabras, aquello que hace, justamente, a una religiosidad que no está plasmada en teologías sino en vivencias, que se cuela antes en el recuerdo de lo vivido que en la razón.