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Siguen ancestral tradición

Este año ante la difícil situación económica se hizo comunitariamente. Estuvieron del viernes hasta el domingo.
Martes, 23 de abril de 2019 01:04

Transcurría el año 1985, cuando un grupo de vecinos del incipiente poblado de barrio La Merced en San Pedro, tomó la iniciativa de reeditar un antiquísimo ritual heredado de sus antepasados, que consistía en el armado de los calvarios o descansos para nuestro Señor. Esas gigantescas estructuras se transformaron en estaciones del Vía Crucis, y cuando los devotos salían en la tarde del Viernes Santo a recorrer el camino de la cruz, se detenían en los calvarios, en los que se colocaban las imágenes de la Virgen, del Cristo, la cruz y el sepulcro, entre otras reliquias.

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Transcurría el año 1985, cuando un grupo de vecinos del incipiente poblado de barrio La Merced en San Pedro, tomó la iniciativa de reeditar un antiquísimo ritual heredado de sus antepasados, que consistía en el armado de los calvarios o descansos para nuestro Señor. Esas gigantescas estructuras se transformaron en estaciones del Vía Crucis, y cuando los devotos salían en la tarde del Viernes Santo a recorrer el camino de la cruz, se detenían en los calvarios, en los que se colocaban las imágenes de la Virgen, del Cristo, la cruz y el sepulcro, entre otras reliquias.

 

Todos comparten el almuerzo de Pascua donde las “colgaderas” son entregadas al curaca y cacique que organizará el año siguiente.

Los años fueron pasando, varios de aquellos pioneros devotos fallecieron, otros se alejaron por distintos motivos, pero surgió la sangre nueva, hijos y nietos que tomaron el legado y decidieron seguir cumpliendo con aquella idea gestada en el corazón y en la mente de sus padres o abuelos. A 34 años, esa tradición, símbolo de la religiosidad popular, sigue reeditándose en La Merced. Claro está que ante la difícil situación económica, debieron este año unir manos y voluntades para el armado de los calvarios.

El primero estuvo en la calle Juan Manuel de Rosas, en la vereda de la casa de Barbarita Yerma y este año se transformó en un calvario comunitario por cuanto varias familias unieron manos y voluntades para el armado, el otro se levantó sobre avenida Libertador y estuvo bajo la responsabilidad del matrimonio Bartolomé y Mabel Valdiviezo.

Si bien todo el esfuerzo y la dedicación se pone en el armado del calvario, hay detalles casi pintorescos.

Desde siempre se tiene como responsable a un matrimonio, el varón es designado "cacique o curaca" y la mujer "mamita tulla". Este año el primer calvario no tuvo esa particularidad, no hubo un curaca ni mamita tulla, fue comunitario, tomando la posta doña Barbarita Yerma y Aurora Yevara, entre otras. En tanto que el matrimonio Valdiviezo junto a vecinos y familiares se ocuparon del armado del segundo. Para ellos, el compromiso es sagrado y comienzan desde meses antes a ahorrar cada peso que será destinado para la compra de todo lo necesario.

Todo se inicia el Jueves Santo, cuando el "curaca", junto a hombres y niños sale en busca de cañas huecas y horcones, los que son cuidadosamente seleccionados, no sin antes pedir permiso a la Pachamama, a la que le ofrendan coca, vino y cigarrillo. El Viernes Santo, a tempranas horas las familias llegan a la casa de los pasantes, trayendo en sus manos ofrendas consistentes en flores, verduras y frutas, para colaborar con el matrimonio responsable. El "curaca", se encarga de levantar la estructura del calvario, ayudado por otros varones que munidos de escaleras y sogas, van dándole forma. En tanto, la "mamita tulla", trabaja con mujeres y niños en la preparación de las "colgaderas", cañas elegidas y forradas con la misma hoja, donde cuelgan las flores y las mejores verduras y frutas y dos muñecos que representan al "curaca" y la "mamita tulla" que son armados con zapallos, calabazas, berenjenas, uvas, pomelos, zanahorias, entre otros. En cada calvario, poco antes de las tres de la tarde, son entronizadas antiquísimas imágenes.

El matrimonio no sólo tiene la responsabilidad de armar y cuidar el calvario, sino además de "velar" al Señor, por lo que permanece en vigilia el viernes y el sábado, hasta la madrugada del domingo. Los devotos que lo acompañan van de un calvario a otro rezando y el frío de la madrugada se va mitigando con un buen ponche o "pavada" preparada con leche, canela, clavo de olor y alcohol. Todos se retiran a realizar sus obligaciones y nuevamente se encuentran a la hora del almuerzo. Permanecen toda la tarde y esa noche participan de la misa de Pascua en la capilla y regresan a los calvarios. Al otro día, las mujeres cambian todo lo que representa el luto, la Virgen viste sus mejores ropas de color blanco, el Cristo Resucitado es colocado en un altar y lo rodean con flores de virreina. Más tarde se desarman los calvarios y se reparten las flores que fueron bendecidas.