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Violencia

Jueves, 25 de abril de 2019 01:00

Analizar causales que terminan en violencia y sus impredecibles consecuencias lleva a considerar seriamente innumerables situaciones donde ni siquiera es posible descartar acontecimientos padecidos en la vida prenatal.

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Analizar causales que terminan en violencia y sus impredecibles consecuencias lleva a considerar seriamente innumerables situaciones donde ni siquiera es posible descartar acontecimientos padecidos en la vida prenatal.

Dada esa amplitud y dificultad para establecer justificativos, nos preguntamos ¿cuál podría ser el origen desestabilizante que lleva a reaccionar de esa manera? O si a ustedes les parece, ¿qué cosa puede validar tamaña agresividad? O ¿es una patología? Lo cual no implica pretender en este análisis exculpar nada ni a nadie. Tan solo intentar encontrar el camino de esta compleja actitud.

El Diccionario Lexicón de la lengua Española dice: Violencia, acto por el cual se deja “llevar por la ira”. ¿Y qué es la ira? Pasión que mueve a indignación, enojo, (violencia).

Y volvemos a la pregunta: ¿Existen razones que avalen esta forma de reaccionar?, me animaría a decir que con frecuencia la incitación supera juiciosos equilibrios y puede aparecer el lado débil; con lo cual no estoy justificando. Ahora, pensar si es conveniente o prudente la respuesta, es otro tema que luego veremos, pero no se puede negar que está dentro de la mismísima condición de la naturaleza humana.

El ejemplo a continuación puede resumir lo que quiero significar. Solo traer la escena de un suceso que involucre la integridad física o psíquica de un hijo o pariente, puede hacer perder equilibrio y reaccionar desde la emoción. La razón suele ausentarse, lo planteado aparece como “sin dudas”, pero reconocemos no es tan fácil manejar, sobre todo en aquello que involucre a la injusticia.

Pero lo que hoy quiero considerar, no son aspectos tan extremos o sensibles, sino, las diarias e incomprensibles escenas que llenan tiempo y espacio en los medios, generando dolor e indignación.

Dicho así da la impresión que existen excepciones a la forma de responder, cosa inaceptable. Pero muestra lo complejo de su análisis; o bien traicionar su planteo.

Para que allá violencia existe al menos un violento, y a su alrededor circunstancia que percibe como condicionante; que luego puede obrar como desencadenante. De no ser así podría estar mediando otra forma de violencia que comienza por ejercerla consigo mismo; me refiero a la drogodependencia.

En todo acto de violencia, sin medir su gravedad, el individuo pierde su capacidad de valoración y control “cegado por su razón”, que podríamos llamar “ira”, vuelca su enojo con inusitada brutalidad, y él o ella mismo/a se convierte de victimario en victima al ser presa proactiva del hecho.

Sin dudas que la persona que padece con mayor frecuencia la violencia, es la mujer. Su manera y forma ocupa un amplio abanico que no conoce fronteras. Tan incontables como la barbarie que acompaña al hombre en la historia, que van desde agresiones enmarcadas por el  silencio, palabras, cuando no físicas, hasta llegar a la muerte o suicidio. Fruto de ello es la lucha entablada hasta ahora en soledad por las mujeres, reclamando “Ni una menos”  Una sociedad con índices tan elevados de estos increíbles sucesos, habla de la inconsistente personalidad o inseguridad de su gente. De la sustancia gelatinosa que ahoga el cerebro, llenando espacio y tiempo sobre la mente de quién debiera ser su mayor eje de equilibrio y garantía de justicia y valoración: “El hombre”.

La violencia suele estar atada al pensamiento y acción del que ve pasar la vida limitada por la propia impotencia de ser quién es. En ese gesto se visualiza muy bien: “Nada”.