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14 días para no equivocarse demasiado...

Lunes, 27 de mayo de 2019 10:00

Dentro de dos semanas, exactamente, los jujeños estaremos analizando los números y resultados que haya dejado la elección del 9-J. Para entonces todos sabrán, candidatos y votantes, quién acertó y quién se equivocó en los pronósticos, y especialmente, quiénes acertaron o erraron en el diseño de las campañas para seducir a los electores. Porque más allá de los votos por convicción y por cuestiones de principios, que son cautivos e inamovibles y resisten desengaños y tentaciones, el importante caudal de indecisos, o de aquellos que deciden a última hora, podrá volcar el fiel de la balanza, engrosar o disminuir los resultados finales, y por supuesto, decidiendo el destino de la provincia. Hay una ventaja enorme en Jujuy. Cuando el gobernador Morales definió el momento de la elección, (ya en los últimos tramos del año pasado y que mantuvo en secreto hasta el carnaval) no sólo se alejó -con buen olfato ejemplar- de la debacle previsible del macrismo, sino que -tal vez sin pensarlo- blindó las elecciones provinciales para que la cosa sea "entre jujeños". Replicó el espíritu de los cordobeses que con la voz de su gobernador Juan Schiaretti, aceptaron "los de afuera son de palo". El GM también asumía un riesgo: que los votantes jujeños tengan el panorama encapsulado para medir sin demasiadas interferencias, los tres años y medio de gestión de Cambia Jujuy, mientras miran el resto de la oferta electoral. Obviamente, las influencias de afuera -como en Córdoba- son inevitables, y subyacen con potencia debajo de la superficie que muestran las campañas. Éste es el tema: tanto los candidatos como los diseñadores de la comunicación política, cobran una importancia superlativa, como superlativas serán las consecuencias de sus aciertos o errores.

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Dentro de dos semanas, exactamente, los jujeños estaremos analizando los números y resultados que haya dejado la elección del 9-J. Para entonces todos sabrán, candidatos y votantes, quién acertó y quién se equivocó en los pronósticos, y especialmente, quiénes acertaron o erraron en el diseño de las campañas para seducir a los electores. Porque más allá de los votos por convicción y por cuestiones de principios, que son cautivos e inamovibles y resisten desengaños y tentaciones, el importante caudal de indecisos, o de aquellos que deciden a última hora, podrá volcar el fiel de la balanza, engrosar o disminuir los resultados finales, y por supuesto, decidiendo el destino de la provincia. Hay una ventaja enorme en Jujuy. Cuando el gobernador Morales definió el momento de la elección, (ya en los últimos tramos del año pasado y que mantuvo en secreto hasta el carnaval) no sólo se alejó -con buen olfato ejemplar- de la debacle previsible del macrismo, sino que -tal vez sin pensarlo- blindó las elecciones provinciales para que la cosa sea "entre jujeños". Replicó el espíritu de los cordobeses que con la voz de su gobernador Juan Schiaretti, aceptaron "los de afuera son de palo". El GM también asumía un riesgo: que los votantes jujeños tengan el panorama encapsulado para medir sin demasiadas interferencias, los tres años y medio de gestión de Cambia Jujuy, mientras miran el resto de la oferta electoral. Obviamente, las influencias de afuera -como en Córdoba- son inevitables, y subyacen con potencia debajo de la superficie que muestran las campañas. Éste es el tema: tanto los candidatos como los diseñadores de la comunicación política, cobran una importancia superlativa, como superlativas serán las consecuencias de sus aciertos o errores.

A trece días del fin de las campañas, es indiscutible que la enorme apatía general todavía no ha podido ser derretida por el empeño de los candidatos y sus publicistas. Tampoco se pudo estrechar de manera notable la enorme distancia que existe entre la gente y la dirigencia política y social. A nivel país, los tres tercios que hasta hace poco estaban instalados -30% al macrismo, 30% al kirchnerismo, 30% de indecisos- han variado en perjuicio del Gobierno que no logra levantar la puntería con la economía, en favor del kirchnerismo que con los anuncios de Cristina Elisabet Fernández afirmó su centralidad y envalentonó a la tropa propia; mientras la tercera opción sigue tercera -la redundancia cobra más vigor que nunca-, mientras sigan discutiendo en el limbo de los iluminados, a espaldas de las urgencias de la gente. A nivel provincia, es cada día más evidente la polarización clásica entre radicales y peronistas. El Frente Cambia Jujuy y sus asociados, y el Frente Justicialista y sus variantes, van dejando cada vez menos espacio a terceras posiciones. Dentro de unas horas, deberá cesar -así lo determina la ley- el esfuerzo del Gobierno por mostrar gestión a través de un maratón de inauguraciones, anuncios y colocación de piedras basales. Eso es algo absolutamente legítimo y lícito que todos los gobiernos hicieron y todos los que vengan harán, en vísperas de las urnas. Pero luego, en medio del silencio, sólo quedará el "ruido" político. Ahí entran a jugar fuerte los estrategas, los diseñadores de imagen, los publicistas y los operadores que por derecha o por izquierda se meterán en la campaña. Los tiempos son brevísimos y el vértigo indetenible, los temores y la paranoia de los candidatos, los riesgos aumentan: una equivocación puede ser letal, un acierto puede asegurar el triunfo. El margen para una casualidad o un golpe de suerte es mínimo.

En este tramo aparecen los profesionales de la comunicación política en todo su esplendor. Pero también -y a veces con mayor intensidad- aparecen los improvisados que se asumen periodistas, publicistas, esteticistas, especialistas en coaching, expertos en manipulación de redes sociales, manejo en big data e intérpretes de encuestas y sondeos de la opinión pública. Estos voluntariosos, a los que en muchas ocasiones la habilidad para vender humo los coloca en el sitial de asesores de campaña reservado a profesionales, son los que pueden provocar un desastre en las mejores candidaturas y un alejamiento de última hora en las posibilidades del triunfo electoral. Un clásico en la política argentina, fue la tristemente célebre quema de un ataúd con el nombre de Alfonsín y los colores rojo y blanco de la UCR, en el acto de cierre de campaña del peronismo, realizada por el dirigente y candidato a gobernador de Bs. As. Herminio Iglesias, frente a un millón de personas en Buenos Aires. La "picardía" selló la derrota de Ítalo Luder/Deolindo Bittel y terminó de coronar el triunfo de la fórmula Raúl Alfonsín/Víctor Martínez en 1983. No fue lo determinante (Don Raúl ya se había ganado el cariño y la esperanza de los sectores populares), pero esa quema fue el símbolo de las derrotas que se alcanzan con actitudes desmedidas, violentas e irracionales.

El ejemplo vale porque tomando aquel descreimiento señalado en la gente, la desilusión con la dirigencia, y la señalada distancia que va de los votantes a los candidatos, es conveniente remarcar hoy, las actitudes de muchos estrategas, jefes de campaña y "arrimados" al diseño de tácticas electorales que parecen haberse entregado de lleno a la práctica de las campañas sucias, con la típica simplificación de menoscabar o ridiculizar al adversario como principal recurso. Tal vez, todavía les cuesta comprender que esos golpes de efecto, pueden ser simpáticos, se comentan con granujería, y se retwitean o se facebookean (las redes sociales son el terreno preferido de esas jugadas), pero pasado el momento del supuesto humor político o el golpe artero, generan consciente o inconscientemente en el votante, un rechazo que victimiza al atacado y en muchos casos termina asignándole un nuevo simpatizante. La característica para identificar la maniobra es clara: el origen anónimo o incomprobable. El objetivo de la campaña sucia puede encerrar una crítica válida, un llamado de atención justificado, pero también puede convertirse en el gravísimo error de los autores que aumente la distancia con la gente, que siga bajando la calidad institucional de la política, y hasta produzca el efecto diametralmente opuesto al deseado por sus inspiradores. Una denuncia hecha por responsables serios, es otra cosa. Y la gente, justo es reconocerlo, es cada vez menos ingenua, está cada vez más dispuesta a rechazar excesos, espejos de colores, promesas irrealizables, o chanzas y "operaciones políticas" de baja estofa. Si el estratega sabe leer esto y trasladarlo a su trabajo logrará la empatía final entre su candidato y el votante. Lo contrario sería la ruina de ambos.

Los políticos también dependen del acierto o el error. Los radicales estarán hoy de Convención Nacional. Desde Jujuy el GM tendrá otra vez un papel preponderante, pero opuesto al de hace cuatro años en Gualeguaychú. Entonces se oponía al acuerdo con el PRO, hoy sostendrá la alianza con Macri. Y como siempre fue frentista, tratará de ampliar el espectro de aliados de Cambiemos para llegar al 12 de junio buscando un frente de alta competencia. El GM debe apostar a construir una opción ganadora, de lo contrario si obtiene su reelección y el gobierno nacional es kirchnerista, lo esperaría un infierno de cuatro años. No puede equivocarse. La fórmula F/F avanza hacia su consolidación entre aplausos y subiendo en las encuestas. En el PJ, Rubén Rivarola adhirió a la formación convencido de haberse apoyado en la espalda de los triunfadores. Si ganaran en Jujuy todo se allanaría rápidamente, si siguiera en la oposición, quedaría a un paso del regreso triunfal. Cualquier equivocación siempre será menos costosa que la de los radicales. El peronismo federal o alternativo que sigue en la nebulosa, y por ahora le abre a Cambiemos una posibilidad de seguir vivo y gobernando, y al kirchnerismo le abren un boquete debajo de la línea de flotación que costará tapar. En Jujuy, el lunes 10 de junio.
comenzará esa otra pulseada.