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Un relato de alcance limitado

Martes, 28 de mayo de 2019 01:01

En tiempo donde se habla a diario de China recuerdo a Mao Tse Tung cuando hablándole a funcionarios recomendó que “no hagan como la abuelita Wang que exagera la calidad de sus melones”. Tal actitud despliega el gobierno provincial,  asegurando, con propaganda fenomenal,  que atravesamos un momento de cambios económicos  trascendentales que modifican la “matriz productiva”. Esta concepción confunde la realidad económica y social con las urgencias de su campaña electoral, la realidad es la crisis que atraviesa la casi totalidad de la economía argentina que profundiza el drama social, aumentando la pobreza y la indigencia y proyectos en marcha, algunos de importancia, son incapaces de modificar en su esencia lo que padece el pueblo; en política económica los resultados se miden en relación a la dimensión y la gravedad del problema. Por ello vuelvo sobre el tema de la estructura productiva  y ocupacional de Jujuy. Como paso previo es imprescindible recordar cómo se llegó al flagelo de la desocupación, la principal característica socio-económica del presente. En nuestro país, hasta el año 1994,  la desocupación  de la Población Económicamente Activa (PEA) oscilaba entre el 2,7 %, año 1960,  y el 7,4 % en 1991. A partir de este último la política de sometimiento al Consenso de Washington, cuyos “motores” fueron privatización de las empresas públicas, apertura de la economía a productos extranjeros y desregulación, por ejemplo en granos, carnes, leche, azúcar y algodón. En Jujuy las consecuencias se expresaron en el despido de 14.554 trabajadores, a saber 4.688 en agricultura y ganadería, 955 en minería, 8.263 en la industria manufacturera, 1291 en la construcción y 650 en los ferrocarriles, los datos surgían del Indec de mayo 1995 y el salto al flagelo de la desocupación llegó al 25,6 %  de la PEA en el país y al 20,4 % en Jujuy. Esta lamentable realidad de pérdida de empleos productivos y servicios no se ha revertido hasta el presente, en tanto la población de Jujuy desde el año 1991 ha crecido en 220 mil personas. El principal refugio de la desocupación fue el Estado y del flagelo no se sale con relatos porque  abarca a 107.360 personas, de las cuales el 42 % son jóvenes de entre 18 y 24 años.

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En tiempo donde se habla a diario de China recuerdo a Mao Tse Tung cuando hablándole a funcionarios recomendó que “no hagan como la abuelita Wang que exagera la calidad de sus melones”. Tal actitud despliega el gobierno provincial,  asegurando, con propaganda fenomenal,  que atravesamos un momento de cambios económicos  trascendentales que modifican la “matriz productiva”. Esta concepción confunde la realidad económica y social con las urgencias de su campaña electoral, la realidad es la crisis que atraviesa la casi totalidad de la economía argentina que profundiza el drama social, aumentando la pobreza y la indigencia y proyectos en marcha, algunos de importancia, son incapaces de modificar en su esencia lo que padece el pueblo; en política económica los resultados se miden en relación a la dimensión y la gravedad del problema. Por ello vuelvo sobre el tema de la estructura productiva  y ocupacional de Jujuy. Como paso previo es imprescindible recordar cómo se llegó al flagelo de la desocupación, la principal característica socio-económica del presente. En nuestro país, hasta el año 1994,  la desocupación  de la Población Económicamente Activa (PEA) oscilaba entre el 2,7 %, año 1960,  y el 7,4 % en 1991. A partir de este último la política de sometimiento al Consenso de Washington, cuyos “motores” fueron privatización de las empresas públicas, apertura de la economía a productos extranjeros y desregulación, por ejemplo en granos, carnes, leche, azúcar y algodón. En Jujuy las consecuencias se expresaron en el despido de 14.554 trabajadores, a saber 4.688 en agricultura y ganadería, 955 en minería, 8.263 en la industria manufacturera, 1291 en la construcción y 650 en los ferrocarriles, los datos surgían del Indec de mayo 1995 y el salto al flagelo de la desocupación llegó al 25,6 %  de la PEA en el país y al 20,4 % en Jujuy. Esta lamentable realidad de pérdida de empleos productivos y servicios no se ha revertido hasta el presente, en tanto la población de Jujuy desde el año 1991 ha crecido en 220 mil personas. El principal refugio de la desocupación fue el Estado y del flagelo no se sale con relatos porque  abarca a 107.360 personas, de las cuales el 42 % son jóvenes de entre 18 y 24 años.

Esta es la dolorosa realidad que sólo podrá modificarse con políticas económicas activas de otro alcance, que van más allá de las actuales inversiones en carbonato de litio, energía fotovoltaica o Chinchillas, las que pueden generar empleo directo e indirecto tal vez para 3.000 personas, el problema es mucho más grande y  grave, claro está.                 

Modificar en un plazo de 5 a 15 años la estructura ocupacional de Jujuy obliga a crear por lo menos 3.000 Pymes por año, capaces de emplear a 3 o 10 trabajadores cada una con el objetivo de 10.000 puestos de trabajo anuales, para lo cual se requiere  producción de bienes y servicios en el marco de un plan que aborde las ramas de la producción capaces de sustituir compras de bienes de consumo masivo que provienen del resto del país, tanto de productos de manufactura industrial como de bienes agropecuarios y tecnológicos. Para el caso del campo hay que abordar el tema de uso y tenencia de la tierra, del cual no se escuchan análisis ni propuestas, salvo excepción, que permitan, por ejemplo, otorgar la propiedad de la tierra a los 3.000 “pastajeros” que pagan alquiler para tener 5 o 100 vacas en tierra ajena, o a  los miles de pequeños quinteros que producen verduras, frutas y hortalizas en toda la provincia. En este sector y como ejemplo emblemático tenemos el caso del Ingenio La Esperanza, hace una década el actual gobernador proponía colonizar sus tierras con agricultores y ganaderos, no lo hizo y optó por extraños inversores. En el caso de la forestación su  potencialidad  es de 600 mil hectáreas.

Para el caso de las Pymes y las futuras a crear se necesita financiamiento a largo plazo y tasas bajas que puede salir del fondo relacionado al 2 % de la recaudación del Impuesto a los Ingresos Brutos con destino al Consejo de la Microempresa, el que podría elevarse al 10 % y contar  así con los recursos para sacar a los empresarios de manos del capital financiero que las ahoga con tasas usurarias por descuentos de cheques o créditos. De igual manera se puede financiar a Pymes de construcción de viviendas.

Junto a ello es necesario volver a la política de gravar con el 10 % las regalías mineras sobre el total del volumen producido, tal como se hacía hasta el año 1993 y que en décadas pasadas permitió el procesamiento y fundición  de minerales por empresarios locales con agregado de valor.

También es necesario disminuir la extrema dependencia de los recursos provenientes de la coparticipación federal, a través de una política impositiva que grave con el criterio de la capacidad de pago y el valor de mercado de las propiedades rurales y urbanas en manos de grandes terratenientes o dueños de casas suntuosas.

Por último debe ser causa común del pueblo de Jujuy y sus expresiones políticas exigir a la Nación un 1 %  más de recursos sobre el 2,95 % de la distribución secundaria de coparticipación, como “Reparación Histórica”,  por el rol heroico de Jujuy en la Guerra de la Independencia y la formación de la Nación Argentina, con nueva Ley de Coparticipación o sin ella.

Si estos temas forman parte de la agenda político-económica estaremos en condiciones de hablar con seriedad y fundamentos de un plan para que en mediano y largo plazo  superemos la decadencia social a las que nos ha llevado la destrucción de empresas  nacionales y entrega del patrimonio común.