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"Viene de raíz, mi papá también era fabricante"

Mauro Ayala es zapatero y fabricante. Desde muy joven ejerce el oficio también heredado por sus hermanos.
Sabado, 04 de mayo de 2019 19:26

Como una herencia otorgada en vida, el oficio de zapatero fue bien aprendido por los Ayala, o por lo menos por los varones, que vieron desde muy pequeños a su padre trabajar en su taller en Perú, de donde la familia es oriunda.

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Como una herencia otorgada en vida, el oficio de zapatero fue bien aprendido por los Ayala, o por lo menos por los varones, que vieron desde muy pequeños a su padre trabajar en su taller en Perú, de donde la familia es oriunda.

Mauro Ayala es un zapatero reconocido y muy apreciado por los vecinos de los barrios Santa Rita y Malvinas de la ciudad capital, donde hace casi veinte años que ofrece sus servicios.

"Mi oficio viene de raíz, mi padre también era fabricante", contó Ayala y especificó que en su familia son "tres varones y tres mujeres pero fuimos los varones los que aprendimos bien el oficio y ahora mis hermanos son dueños de una fábrica de zapatos", comentó.

En su juventud, Ayala poseía también su propia fábrica de zapatos en el distrito de San Juan de Miraflores, en Perú, pero por esas cosas de la vida decidió emprender nuevos rumbos que lo llevaron a mantener el oficio en su vida.

Trabajó de forma temporal en diferentes zapaterías de la capital como así también en una reconocida ortopedia, y luego decidió montar su propio negocio en el que empezó haciendo arreglos y ya con el paso del tiempo pudo ir haciéndose de la maquinaria necesaria para poder plasmar sus diseños.

Ayala contó que fueron sus mismos clientes los que, por la prolijidad de sus trabajos, le sugirieron que se dedicara a hacer zapatos nuevos.

Animado pero sin recursos materiales para hacerlo de a poco y con mucho sacrificio, Ayala se fue haciendo de algunas máquinas y hormas. "Así, poco a poco y más que nada por sugerencia de los clientes empecé a fabricar con mis propios diseños, ya que yo mismo hago el modelaje", contó.

Comentó que los primeros modelos que hizo fueron sandalias y que de a poco fue incursionando en otras variedades como zapatos especiales para baile y hasta zapatillas de básquet que exhibe orgulloso en la vidriera de su zapatería "Junior".

Con un tono de tristeza en su voz contó que ahora su vidriera se encuentra casi vacía porque cada vez le resulta más difícil fabricar por los altos costos de la materia prima.

"Ahora mi vidriera no está llena porque el costo del material es carísimo en Jujuy. Y ya se me acabó el que compré el anteaño pasado en Buenos Aires a mejor precio", pero subrayó que "igual hago pero a pedido. La gente viene y me dice qué diseño quiere y yo se lo hago, pero ya no puedo producir como hacía antes en variedad de modelos y colores", expresó.

Orgulloso, Ayala contó que se siente afortunado por tener clientes que reconocen y valoran su trabajo. "Mis zapatos llegaron hasta Europa, tengo una clienta que cada vez que va a viajar me encarga zapatos y sandalias", contó y comentó que así también hay muchas familias de diferentes barrios que se acercan a su local a ver las novedades y a encargar sus propios diseños.

El principio y el final

Como en el inicio de su relato Ayala dejó en claro que el suyo "es un oficio que aprendí de niño" y que hasta hoy le gusta mucho diseñar.

Pero contó que no fue puntualmente su padre el que le enseñó a trabajar en el rubro sino que más que nada sus conocimientos se deben a su curiosidad. "Cuando era chico y llegaba del colegio mi función era ir a la fábrica a barrer y fue así que mirando fui aprendiendo".

Con tristeza en sus ojos concluyó: "Trabajaré hasta que pueda con algunos diseños y esos ya serán los últimos porque ninguno de mis hijos ha aprendido el oficio, por lo tanto nadie va a heredar todo esto".

El trabajo de fabricación de zapatos de forma artesanal es cada vez menos común de ver, ya que requiere de prolijidad extrema, dedicación y creatividad.