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Una noche especial de arte, danza y teatro

"Microutopías" en el Museo Terry, "El hombre cóndor" en La Campana Teatral y el don de lo sugerido.

Viernes, 21 de junio de 2019 01:01

TILCARA. Las noches tilcareñas tienen ese qué se yo de arte cuando entraman, como este sábado, distintas propuestas que conjugan entre sí. No es a veces mucho más que un estado de ánimo colectivo, menos que una tendencia y casi tanto como un suelo desde el que las propuestas se disparan hacia distintas perspectivas, y que en este caso pudiera resumirse en lo despojado, tanto de fanfarria productiva como de relato.

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TILCARA. Las noches tilcareñas tienen ese qué se yo de arte cuando entraman, como este sábado, distintas propuestas que conjugan entre sí. No es a veces mucho más que un estado de ánimo colectivo, menos que una tendencia y casi tanto como un suelo desde el que las propuestas se disparan hacia distintas perspectivas, y que en este caso pudiera resumirse en lo despojado, tanto de fanfarria productiva como de relato.

Tomemos las cosas tal cual las fuimos viendo: la danza de Martín Viveros, la muestra plástica de Laura Vaquer y Virginia Chialvo y la actuación de Iván Santos. La danza surgió en el marco de la inauguración en el Museo Terry, en medio de una instalación que pendía de tanzas, con apenas la remera negra, pantalón de barracán, chuspa, puisca, lana y manta. El arte de Viveros se encuentra en un punto de madurez expresiva que le permite sugerir con poco, recurriendo al movimiento tanto como a los gestos, respetando siempre el diálogo con quien era el protagonista de la jornada: la muestra plástica. De hecho, inauguró la exposición, tendiendo más un paralelo que explicando, y generando el ambiente desde el que contemplar las obras. Entonces Chialvo y Vaquer fusionadas en una sola propuesta, lo que es decir que no se trataba de una muestra colectiva sino en conjunto. Como una continuidad del prólogo danzarín, donde se había dicho sin mencionar, con obras en las que el espacio vacío (el silencio) es tan presente como la forma, apenas trozos de imágenes o imágenes de trozos y, nuevamente, sugerencias que se negaban a armar un discurso terminado.

“EL HOMBRE CÓNDOR” / IVÁN SANTOS PROTAGONIZÓ OBRA EN LA CAMPANA TEATRAL.

El arte de lo fragmentario, el manejo de los vacíos, no es un modo menor de expresión sino que construye una totalidad distinta, que incita pero que a la vez dice el silencio, y aquí también estuvimos ante dos artistas formadas que dieron con un lenguaje y lo exploran casi sin concesiones.

De allí a La Campana Teatral hay sólo dos cuadras, pero que marcaron esa cierta continuidad cuando salió a escena Iván Santos para sostener, con su ductilidad actoral más que con la trama, una obra de emociones, de sentimientos más que de pensamientos, de evocaciones que componían un todo onírico, ambientado en la Puna, pero que, como todo sueño, parece querer estarnos engañando.

Si bien la obra hace referencia al dirigente minero Avelino Bazán, variaría muy poco si no se lo mencionara apenas, como lo hace un texto en que el poeta, su compinche el lustrabotas, el minero, el diablo y un cóndor que encarna en su cuerpo y en el de un títere de dedal, se encargan de hablarnos de una pérdida sin objeto perdido, de una ausencia que se sugiere con los nombres de quienes no responden.

Chialvo y Vaquer con sus Microutopías, Santos con su Hombre Cóndor y Viveros con su danza, además de referirse a sus propias obras, expresaron en la noche del sábado un tono en común, la expresión de un arte rodeado de silencios, de metáforas que no terminan de señalar, de palabras que se agotan en el susurro y que son, acaso justamente por ello,