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“Todos los hombres serán hermanos”

Lunes, 22 de julio de 2019 10:38

Estimado lector: hoy me permito escribirte en primera persona por un especial motivo.

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Estimado lector: hoy me permito escribirte en primera persona por un especial motivo.

 La historia se repite, nada hay nuevo bajo el sol.

 Siempre han habido guerras y paz, alternándose en el mundo desde los comienzos de la historia: religión, territorios, ambición, poder, ego, odio y orgullo.

 Quizás la raza humana sea la que menos ha aprendido de la historia. Repitiendo en diversos momentos los mismos motivos para romper una paz frágil, un leve momento de alegría y hasta aburrimiento.

 Afortunadamente después de las dos guerras mundiales, disfrutamos de un largo tiempo de paz que ojalá llegue al siglo. Una paz que en los países occidentales se la ve representada por los acuerdos entre países, uniones en Europa, Asia o América Latina.

 En tiempos donde las enemistades nacionales parecen estar limitadas a una guerra fría, leemos con estremecimiento que un barco inglés fue tomado por los iraníes. Nadie quisiera ver desatada una guerra que tiña de sangre nuestro mundo, tan frágil y tan sufrido.

 Precisamente al ver la apertura de países cerrados herméticamente como Corea del Norte, cuyo presidente se ha entrevistado con Donald Trump dos veces, nos da una esperanza. Esperanza de paz, de unión y no de división. Ojalá que nuestros vaticinios se cumplan pronto.

 Nuestro país fue azotado por una guerra, la guerra de las Malvinas. Un desastre para las familias cuyos hijos, que en paz descanse, que perdieron a sus hijos cuando recién se abrían a la vida.  Cada vez que pensamos en tales hechos nos preguntamos por qué las guerras, por qué la violencia y la ira.

 En un mundo donde todos somos hermanos por compartir la condición de ser personas, más allá del origen, creencia, religión, procedencia o destino.

 La guerra de Siria ha empujado a tanta gente en busca de un futuro mejor en diferentes países pero lejos de la tierra que los vio nacer, de sus querencias, su idioma y su cultura.

 Las huellas de las guerras mundiales quedaron profundamente marcadas en Alemania, país donde vivo y trabajo como cantante profesional solista y en coros desde hace más de quince años. Este país quedó destruido casi en su totalidad pero pudo volver a forjarse, con paciencia y tenacidad.

Pero es más sorprendente saber que en Alemania nació uno de los compositores más emblemáticos de la música universal y cuyo mensaje es universal también: Ludwig van Beethoven.

De sus obras maestras, quisiera mencionar sólo una obra que todos conocemos, desde Jujuy hasta Tokio sin excepción: la Novena Sinfonía (de la cual hemos escuchado el “Himno a la alegría”).

 Beethoven innovó en la música sinfónica que venía componiendo. Decidió poner voces solistas y coro en su última sinfonía.

 Una sinfonía es una obra compuesta para ser tocada por una (gran) orquesta y que consta de diferentes partes o movimientos, alternando movimientos rápidos y lentos.

 Precisamente la parte final de la  Novena sinfonía es la “Oda a la alegría” o “Himno a la alegría”, como se la conoce en Jujuy y en varias partes del mundo, con poesía de Friedrich Schiller.

 Beethoven nació en Bonn, Alemania en 1770 y murió en Viena, Austria en 1827. Su retrato cuelga en muchas aulas de escuelas y seguro que en nuestros manuales escolares lo hemos encontrado.

 Compuso su última sinfonía de cuatro movimientos en siete años porque por diversos motivos no estaba satisfecho con su composición, sobretodo poner el himno a la alegría con su texto romántico en música. Esto revela su gran capacidad de autocrítica y su tenacidad.

 El magnífico texto de Schiller exhorta a los seres humanos a unirse en la alegría, bajo sus alas. Sólo con la alegría seremos hermanos. ¡Abrácense los seres humanos! Un mensaje universal de paz y de esperanza que deberíamos tener presente cada día de nuestra vida.

 El 20 de junio, día de la Bandera Argentina, tuve el honor de poder cantar junto a un coro japonés esta obra magnífica y universal, cuya parte final conmueve hasta las lágrimas.

 Cantar esta sinfonía en la Filarmonica de Berlín es lo mejor que me ha pasado en mi carrera de cantante. Representando a mi país y a Jujuy en la mayor sala musical de Alemania y devolviendo al querido lector el mensaje de hermanamiento en la alegría y en la música.

 Querido lector: ¡Seamos hermanos en la alegría de la música!


 

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