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25 de Abril,  Jujuy, Argentina
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Retrospectiva de la artista Ana Nieniewska en Tilcara

La artista plástica vivió en Jujuy desde 1960 hasta 1975. Hasta el 3 de agosto habrá una retrospectiva suya en el museo Terry.Magda Banach, hija de la artista, en diálogo con nuestro medio relató detalles de su historia de vida.
Martes, 30 de julio de 2019 01:00

Una reciente muestra en el museo Terry nos abrió las puertas a parte del mundo de Ana Nieniewska, nacida en Krosno, Polonia, en 1932, y que vivió quince años en nuestra provincia, hasta 1975, doce de ellos en las Yungas y tres en Ciudad de Nieva. Desde aquella nota, recibimos mensajes de gente que la recuerda, entre ellos de una de sus tres hijas, Magda Banach, de quien escuchamos la historia de su vida.

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Una reciente muestra en el museo Terry nos abrió las puertas a parte del mundo de Ana Nieniewska, nacida en Krosno, Polonia, en 1932, y que vivió quince años en nuestra provincia, hasta 1975, doce de ellos en las Yungas y tres en Ciudad de Nieva. Desde aquella nota, recibimos mensajes de gente que la recuerda, entre ellos de una de sus tres hijas, Magda Banach, de quien escuchamos la historia de su vida.

Empieza por recordar "sus esculturas de cerámica, para lo que había estudiado con Fernández Mar, las horneaba usando la cerámica como medio material, cosa que les daba una cierta fragilidad. Era una de las características de mi mamá: fuerza y delicadeza. Siempre tenían partes que se quebraban, y ella las arreglaba, decorando lo que se rompió porque no hay que taparlo, decía". Piensa que "algo de eso tenía en su forma de ser. Si bien no estaba mostrando sus heridas, estaba muy lastimada por todo su pasado. Recién después de su regreso a Polonia, para el año 86, cuando vuelve por primera vez, algo de eso volvió a revivir, todo ese dolor, todo ese miedo, y aparecieron esas partes de ella que se habían reparado. Al mismo tiempo era una persona muy alegre, muy positiva, pero al regresar su pintura cambió en los colores, más gris, menos saturado, más monocromática".

Por ese tiempo empezó a pensar en pasar su vejez en Polonia, "pero murió joven, a los 59 años. Ella llega a Argentina en el año 48. Pasó toda la guerra en Polonia con su hermana y su mamá, porque su papá estaba en el frente. Era un geólogo muy capacitado que se lo disputaron entre los rusos y los alemanes. No lo volvieron a ver hasta después de la guerra, en Londres, desde donde vienen con un contrato para Fabricaciones Militares".

La familia de Ana "tenía un muy buen pasar en Polonia, pero en Buenos Aires pasan a vivir en un departamentito pequeño. Mamá estudia en la escuela de Fernando Fader, y a los 18 se casa con mi padre, Ricardo Banach, que había llegado solo de Polonia, donde peleó en el frente, estuvo en el campo de concentración de Auschwitz, estuvo con los partisanos".

Nos dice que "mi abuelo, de viaje a Bolivia, y ve unos terrenos en Cucho donde mis padres intentan unos negocios que no salen bien, y en ese tiempo nacen Mau y Kasia, mis dos hermanas mayores, y cuando nazco yo se instalan en Las Capillas, donde mi papá consigue trabajo. Por entonces mi mamá no se dedicaba al arte en forma intensa, aunque dibujaba y pintaba".

Al irse a San Salvador, recuerda que "conoce a Nicasio Fernández Mar, estudia con él, y pone su propio taller. Ahí empezó a ser más conocida, pero desde ese momento en el que se dedica al arte, le cuesta el matrimonio, hasta que decide que nos fuéramos de Jujuy".

“EL PINTOR Y LA MODELO” ES UNA DE LAS OBRAS DE LA AUTORA

Antes de dejar la provincia, tuvo como alumno a Remo Bianchedi. A Magda le queda el recuerdo de "ese pintor muy joven que gana un premio muy importante, y se va a vivir a la selva sin que nadie sepa de él. Cuando vuelve conoce a mamá porque quería hacer vasijas. Ella le pide que dibuje las que quiere hacer, y con esa trampa Bianchedi volvió al dibujo, cosa que me la recordó después de muchos años".

Nos dice que "mamá tenía mucha facilidad para la cosa artesanal. De todo hacía algo bonito. Como medio de vida hizo vitreaux, hizo batik, decoración de porcelana, así que ya en Buenos Aires agarraba todos estos tipos de trabajos, hasta que armó su taller, que le duró muchos años. Así que sus manos nos dieron de comer a las tres hermanas".

En el 74, el Fondo Nacional de las Artes le otorga una beca en La Cárcova, "y en ese año contacta a muchos artistas. Floreció como artista. Yo nunca hablé de su infancia con ella, intuitivamente sabía que le dolía así que no preguntaba si ella no sacaba el tema, incluso sobre los años de Jujuy, que también fueron años difíciles".

En Buenos Aires, hace obras a pedido, tiene alumnos, "y le hacen el encargo de unas tarjetas. Le salen muy bien, les piden otras. Hizo una serie de cuadros, conoce a los artistas naif de Buenos Aires y la invitan a exponer. Ella no se consideraba naif pero le gustaba pintar así, para ella era un medio de expresión que le daba libertad. Se sentaba ante una mesa ratona y pintaba tomando un café, estaba horas con eso mientras charlaba".

En ese género, nos dice Magda, "encontró allí alegría ya que las esculturas le exigían un compromiso más de su persona, de su pasado, de sus miedos. En el naif se soltaba como una niña. En el 82, Andrés Wajda llega a Buenos Aires con una obra de teatro, y se hace amiga del elenco. Al otro año hace la traducción de una conferencia de Tadeusz Kantor, y empieza a relacionarse con la cultura polaca".

Entonces es que se le ocurre regresar a su país de origen "llevando cuadros de pintores naif argentinos. Siempre tuvo mucho temor de volver, pero al hacerlo se pudo soltar. Eso fue en el 86. El 10 de julio de 1992 sufrió el accidente. Un auto la embiste en avenida Alcorta y fallece en el acto. Siempre decía que prefería una muerte rápida, que la cremáramos y la lleváramos a Los Colorados, en Purmamarca, porque de allí sacan barro para la arcilla y ella quería estar en las vasijas. Lo hicimos este 2 de junio". Agrega que "ahora también estamos solando su obra, porque la teníamos guardada. No corresponde para una obra de arte, que tiene que circular. Muchos de sus amigos de Jujuy no conocen sus últimos cuadros. Cuando vuelve de Polonia empezó a pintar unas calesitas como de circo, se dibujaba desnuda en lápiz con un arlequín, que es un símbolo de Polonia, dibujos que se parecen bastante a los que hacía en los setenta".

Nos dice que "eran cuadros autorreferenciales. Aparecía la Pachamama como un personaje femenino onírico, y con ello tres gatitos, tres mujercitas, que éramos nosotras, y referencias a su infancia con soldados, y calesitas en el cielo, entre las nubes, en un globo aerostático. A mi me dio la sensación que tenía que ver con un presentimiento, como una liberación de algo que la oprimía. Le daban miedo las bombas, las sirenas. Es la impresión de esa chiquita durante los bombardeos, y algo de esa niña asustada la seguía habitando".