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Macri, abocado full time al trabajo sucio de la economía

Domingo, 08 de septiembre de 2019 01:02

Cada día más convencido de que el resultado de las Paso será irreversible, Mauricio Macri decidió dejar de lado la campaña electoral y abocarse de lleno al trabajo sucio de la economía, aún a costa de caer en profundas contradicciones ideológicas que afectan directamente el corazón del discurso que lo llevó a la presidencia. 
El jefe de Estado instaló un mini cepo al dólar, aplicó un default selectivo a los bonos y obligó al sector agropecuario a que liquide las divisas de las exportaciones en sólo cinco días. Ninguna de esas decisiones le aportará potencial electoral de cara a octubre, sino más bien todo lo contrario, pero al menos le permitirán frenar parcialmente los rumores de una nueva devaluación del peso, algo que los mercados estaban dando por hecho hace ya varios días.
La frágil estabilidad que consiguió el Gobierno con el dólar se debe fundamentalmente a la enorme cantidad de reservas que se siguen gastando para sostener la divisa norteamericana por debajo de los sesenta pesos. Ese mini veranito cambiario también viene de la mano con un descontrolado riesgo país y con el dólar paralelo -del que hace casi cuatro años que no se hablaba- como un nuevo elemento a observar con atención en la economía. 
Todas estas medidas, muy bien recibidas por el virtual presidente Alberto Fernández, tienen que ver con la enorme incertidumbre que reina por estas horas sobre el eventual desembolso de 5.400 millones de dólares por parte del FMI. De la llegada de ese dinero dependerá en buena parte que vuelva a haber una nueva disparada del dólar y la inflación en la Argentina. Hay un dato que no es para nada alentador: el Índice de Precios al Consumidor de septiembre podría rondar entre el cinco y el seis por ciento. 
El organismo multilateral no da señales concretas de qué es lo que pasará con esos fondos, aunque dejó trascender cierto enojo con las autoridades argentinas por alejarse nuevamente de lo pautado con anterioridad. En respuesta a eso, el canciller Jorge Faurie había asegurado el jueves a El Tribuno que “el país ha cumplido con todas las metas que se estipulaban para obtener esos fondos”. Las declaraciones del titular de la diplomacia argentina sonaron más a expresión de deseo que a una realidad concreta, ya que tras las elecciones se aumentó el gasto público en más de cincuenta mil millones de dólares, algo que obviamente escapa sobremanera al acuerdo con el Fondo. En Washington creen que el desembolso terminará siendo utilizado por el peronismo y que, por ende, no estaría garantizada su devolución. En ese contexto, la última charla que tuvo Macri con el presidente de Estados Unidos Donald Trump para pedirle que interceda ante el Fondo no habría tenido el mejor de los desenlaces, pese a la buena relación que sigue vigente entre ambos. “Si no llega la plata del FMI existe la posibilidad de que haya que endurecer algunas de las últimas medidas, obviamente no sería el escenario que nosotros esperamos. De todos modos, confiamos en que el mundo nos seguirá respaldando”, dijo ayer a este diario un colaborador del Presidente que pidió reserva de su identidad. Los economistas advierten que si no se liberan los fondos rápidamente no sería extraño que la limitación para comprar dólares pase de los diez mil por mes a un monto más bajo y que, casi con seguridad, el control de cambios se extienda mucho más allá del 31 de diciembre. 

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Cada día más convencido de que el resultado de las Paso será irreversible, Mauricio Macri decidió dejar de lado la campaña electoral y abocarse de lleno al trabajo sucio de la economía, aún a costa de caer en profundas contradicciones ideológicas que afectan directamente el corazón del discurso que lo llevó a la presidencia. 
El jefe de Estado instaló un mini cepo al dólar, aplicó un default selectivo a los bonos y obligó al sector agropecuario a que liquide las divisas de las exportaciones en sólo cinco días. Ninguna de esas decisiones le aportará potencial electoral de cara a octubre, sino más bien todo lo contrario, pero al menos le permitirán frenar parcialmente los rumores de una nueva devaluación del peso, algo que los mercados estaban dando por hecho hace ya varios días.
La frágil estabilidad que consiguió el Gobierno con el dólar se debe fundamentalmente a la enorme cantidad de reservas que se siguen gastando para sostener la divisa norteamericana por debajo de los sesenta pesos. Ese mini veranito cambiario también viene de la mano con un descontrolado riesgo país y con el dólar paralelo -del que hace casi cuatro años que no se hablaba- como un nuevo elemento a observar con atención en la economía. 
Todas estas medidas, muy bien recibidas por el virtual presidente Alberto Fernández, tienen que ver con la enorme incertidumbre que reina por estas horas sobre el eventual desembolso de 5.400 millones de dólares por parte del FMI. De la llegada de ese dinero dependerá en buena parte que vuelva a haber una nueva disparada del dólar y la inflación en la Argentina. Hay un dato que no es para nada alentador: el Índice de Precios al Consumidor de septiembre podría rondar entre el cinco y el seis por ciento. 
El organismo multilateral no da señales concretas de qué es lo que pasará con esos fondos, aunque dejó trascender cierto enojo con las autoridades argentinas por alejarse nuevamente de lo pautado con anterioridad. En respuesta a eso, el canciller Jorge Faurie había asegurado el jueves a El Tribuno que “el país ha cumplido con todas las metas que se estipulaban para obtener esos fondos”. Las declaraciones del titular de la diplomacia argentina sonaron más a expresión de deseo que a una realidad concreta, ya que tras las elecciones se aumentó el gasto público en más de cincuenta mil millones de dólares, algo que obviamente escapa sobremanera al acuerdo con el Fondo. En Washington creen que el desembolso terminará siendo utilizado por el peronismo y que, por ende, no estaría garantizada su devolución. En ese contexto, la última charla que tuvo Macri con el presidente de Estados Unidos Donald Trump para pedirle que interceda ante el Fondo no habría tenido el mejor de los desenlaces, pese a la buena relación que sigue vigente entre ambos. “Si no llega la plata del FMI existe la posibilidad de que haya que endurecer algunas de las últimas medidas, obviamente no sería el escenario que nosotros esperamos. De todos modos, confiamos en que el mundo nos seguirá respaldando”, dijo ayer a este diario un colaborador del Presidente que pidió reserva de su identidad. Los economistas advierten que si no se liberan los fondos rápidamente no sería extraño que la limitación para comprar dólares pase de los diez mil por mes a un monto más bajo y que, casi con seguridad, el control de cambios se extienda mucho más allá del 31 de diciembre. 

El Frente de Todos 

La moderación que viene mostrando Fernández en sus últimas declaraciones públicas, sumado al levantamiento de su perfil en el exterior y al largo silencio de Cristina Kirchner, tienen dos objetivos muy bien definidos: el primero es instalar que ya comenzó la transición presidencial -algo que niega el macrismo- y el segundo es reforzar lo más posible la teoría de que será él quien gobierne y no su vicepresidenta, quien sigue cosechando elevados niveles de imagen negativa.
Fernández necesita asumir con un dólar relativamente estable y con reservas suficientes como para poder dar señales de certidumbre ante los mercados, que siguen creyendo que el kirchnerismo podría ser una amenaza para ellos en materia de deuda pública. El default selectivo anunciado por el ministro de Economía Hernán Lacunza, si bien le pone más pimienta a la crisis de credibilidad de la economía, le sirve a Fernández para no ser él quien tenga que dar esa noticia al asumir la presidencia. La creciente diferencia que marcan los encuestadores entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio está tapando algunos desaciertos del kirchnerismo en plena campaña. Uno de ellos fue la advertencia de Juan Grabois de expropiar tierras a quienes tengan más de una propiedad para dárselas a las personas que viven en las villas. Esa idea, que no forma parte de la plataforma de Fernández, fue utilizada por el oficialismo para mostrar que la radicalización sigue siendo la forma de hacer política del kirchnerismo. 
En muchas facetas de su campaña, la tropa que acompaña a Fernández aún está lejos de actuar de forma homogénea.