¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

29°
23 de Abril,  Jujuy, Argentina
PUBLICIDAD

Internas y contramarchas profundizan el desconcierto

Domingo, 11 de octubre de 2020 01:03

Las crecientes internas en el oficialismo, que ya son públicas e inocultables, colocan al presidente Alberto Fernández en una situación de suma fragilidad política, y aumentan los rumores de eventuales cambios en el Gabinete para antes de fin de año. La sensación de que existe inacción y falta de coordinación entre los principales miembros del Gobierno, sumado al agravamiento de las variables económicas y al constante pico en los contagios de coronavirus, generan un clima muy adverso para la famosa pospandemia que deberá afrontar la Argentina. 
Es evidente que el cristinismo puro decidió plantarle bandera al jefe de Estado en temas clave como la administración de la política exterior, el manejo del mercado cambiario y también el debate sobre cómo combatir la inseguridad. Mientras el mandatario no rompa vínculos con el kirchnerismo, cosa que no hará bajo ninguna circunstancia, el estado deliberativo en el que se encuentra el Frente de Todos lo único que provocará es una peligrosa sensación de falta de conducción por parte de quien debería ostentar un poder real consolidado.
El bochorno internacional al que se vio expuesta la Argentina con las marchas y contramarchas sobre la situación de Venezuela no fue una situación aislada para el Gobierno, ya que mostró con suma claridad cuán grave puede resultar no tener un plan estratégico integral donde se expliciten quince temas clave que le den un rumbo definido a la gestión. En su momento, Alberto había dicho que él no creía en los planes, pero lo que no queda claro es si ese pensamiento es real o si sólo refleja la imposibilidad de hacerlos con tanta diversidad de posiciones dentro de la coalición gobernante.
Si la posición oficial del país era condenar las violaciones a los derechos humanos en Caracas, ¿por qué se permitió que el embajador ante la OEA Carlos Raimundi vote diametralmente lo contrario? ¿El diplomático se mandó solo o seguía directivas de su jefa política Cristina Fernández? ¿Puede un funcionario generar un conflicto con varios países y continuar en su cargo como si nada hubiese ocurrido? ¿ Cómo queda parado el canciller Felipe Solá en medio de este escándalo? Los interrogantes, como es habitual desde hace unos meses en el Gobierno, son más que las certezas.
Las despiadadas críticas de Hebe de Bonafini y del sector más duro del kirchnerismo por haber cambiado el voto, por más que generen mucho ruido interno, le permiten a Alberto Fernández exhibir al menos una mínima diferenciación con el kirchnerismo radicalizado, cosa que hasta el momento no venía ocurriendo en ningún plano del espectro nacional. El problema es que el jefe de Estado no dijo una sola palabra para justificar su posición y tampoco para explicar porqué no despidió a Raimundi por no hacerle caso. Ese tipo de concesiones en el discurso político opacan cualquier intento del jefe de Estado de darle un perfil propio a su gestión.
El que entiende bien esto de no quedar atrapado en las posiciones de Cristina y los suyos es el presidente de la Cámara de Diputados Sergio Massa. El líder del Frente Renovador habló de una “dictadura” en Venezuela, repudió rápidamente la toma de terrenos, reclamó la vuelta de las clases cuando en el Gobierno todavía se negaba esa posibilidad y defendió la utilización de las polémicas pistolas Taser. “Sergio siempre quiso mantener el perfil propio dentro del Frente de Todos, sus aspiraciones presidenciales no desaparecieron y él tiene bien en claro que siendo un simple empleado de Cristina ese sueño se transformará en una misión imposible”, señaló ayer a El Tribuno una alta fuerte del massismo que pidió reserva de su identidad.
Las versiones que emergieron los últimos días ubican al exintendente de Tigre como un eventual jefe de Gabinete y a Máximo Kirchner presidiendo la Cámara de Diputados. El último dato, en caso de confirmarse, no sería para nada menor: otro Kirchner se metería en la línea de sucesión presidencial. ¿Tienen asidero esos rumores? En la política argentina -donde hubo cinco presidentes en una semana- todo puede pasar, pero la lógica política lo hace sumamente improbable. Massa se siente cómodo actualmente marcando diferencias conceptuales con el kirchnerismo pero manteniendo una buena relación con él. Pasar al Poder Ejecutivo podría ser el punto final para sus postergadas aspiraciones presidenciales. 
Además, hay otro importante elemento que desacredita esta supuesta estrategia de Cristina. Ella está convencida que su hijo puede llegar al sillón de Rivadavia por el voto popular y no por una maniobra institucional que lo deje marcado de sospechas. Según un habitué del Instituto Patria, “pensar que Máximo va a quedar enredado en una maniobra de ese tipo es no conocerlo”.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Las crecientes internas en el oficialismo, que ya son públicas e inocultables, colocan al presidente Alberto Fernández en una situación de suma fragilidad política, y aumentan los rumores de eventuales cambios en el Gabinete para antes de fin de año. La sensación de que existe inacción y falta de coordinación entre los principales miembros del Gobierno, sumado al agravamiento de las variables económicas y al constante pico en los contagios de coronavirus, generan un clima muy adverso para la famosa pospandemia que deberá afrontar la Argentina. 
Es evidente que el cristinismo puro decidió plantarle bandera al jefe de Estado en temas clave como la administración de la política exterior, el manejo del mercado cambiario y también el debate sobre cómo combatir la inseguridad. Mientras el mandatario no rompa vínculos con el kirchnerismo, cosa que no hará bajo ninguna circunstancia, el estado deliberativo en el que se encuentra el Frente de Todos lo único que provocará es una peligrosa sensación de falta de conducción por parte de quien debería ostentar un poder real consolidado.
El bochorno internacional al que se vio expuesta la Argentina con las marchas y contramarchas sobre la situación de Venezuela no fue una situación aislada para el Gobierno, ya que mostró con suma claridad cuán grave puede resultar no tener un plan estratégico integral donde se expliciten quince temas clave que le den un rumbo definido a la gestión. En su momento, Alberto había dicho que él no creía en los planes, pero lo que no queda claro es si ese pensamiento es real o si sólo refleja la imposibilidad de hacerlos con tanta diversidad de posiciones dentro de la coalición gobernante.
Si la posición oficial del país era condenar las violaciones a los derechos humanos en Caracas, ¿por qué se permitió que el embajador ante la OEA Carlos Raimundi vote diametralmente lo contrario? ¿El diplomático se mandó solo o seguía directivas de su jefa política Cristina Fernández? ¿Puede un funcionario generar un conflicto con varios países y continuar en su cargo como si nada hubiese ocurrido? ¿ Cómo queda parado el canciller Felipe Solá en medio de este escándalo? Los interrogantes, como es habitual desde hace unos meses en el Gobierno, son más que las certezas.
Las despiadadas críticas de Hebe de Bonafini y del sector más duro del kirchnerismo por haber cambiado el voto, por más que generen mucho ruido interno, le permiten a Alberto Fernández exhibir al menos una mínima diferenciación con el kirchnerismo radicalizado, cosa que hasta el momento no venía ocurriendo en ningún plano del espectro nacional. El problema es que el jefe de Estado no dijo una sola palabra para justificar su posición y tampoco para explicar porqué no despidió a Raimundi por no hacerle caso. Ese tipo de concesiones en el discurso político opacan cualquier intento del jefe de Estado de darle un perfil propio a su gestión.
El que entiende bien esto de no quedar atrapado en las posiciones de Cristina y los suyos es el presidente de la Cámara de Diputados Sergio Massa. El líder del Frente Renovador habló de una “dictadura” en Venezuela, repudió rápidamente la toma de terrenos, reclamó la vuelta de las clases cuando en el Gobierno todavía se negaba esa posibilidad y defendió la utilización de las polémicas pistolas Taser. “Sergio siempre quiso mantener el perfil propio dentro del Frente de Todos, sus aspiraciones presidenciales no desaparecieron y él tiene bien en claro que siendo un simple empleado de Cristina ese sueño se transformará en una misión imposible”, señaló ayer a El Tribuno una alta fuerte del massismo que pidió reserva de su identidad.
Las versiones que emergieron los últimos días ubican al exintendente de Tigre como un eventual jefe de Gabinete y a Máximo Kirchner presidiendo la Cámara de Diputados. El último dato, en caso de confirmarse, no sería para nada menor: otro Kirchner se metería en la línea de sucesión presidencial. ¿Tienen asidero esos rumores? En la política argentina -donde hubo cinco presidentes en una semana- todo puede pasar, pero la lógica política lo hace sumamente improbable. Massa se siente cómodo actualmente marcando diferencias conceptuales con el kirchnerismo pero manteniendo una buena relación con él. Pasar al Poder Ejecutivo podría ser el punto final para sus postergadas aspiraciones presidenciales. 
Además, hay otro importante elemento que desacredita esta supuesta estrategia de Cristina. Ella está convencida que su hijo puede llegar al sillón de Rivadavia por el voto popular y no por una maniobra institucional que lo deje marcado de sospechas. Según un habitué del Instituto Patria, “pensar que Máximo va a quedar enredado en una maniobra de ese tipo es no conocerlo”.

La economía

La abrupta suba del dólar paralelo tomó por sorpresa a algunos funcionarios del ministerio de Economía y del Banco Central, ya que ocurrió sólo una semana después de que se anunciara una baja en las retenciones a la soja y un cepo todavía más abrupto para comprar la divisa extranjera. ¿Por qué entonces el dólar se disparó anteayer a 167 pesos? por la misma razón de siempre: falta de confianza en la moneda nacional y especulación de los productores para no liquidar divisas.
La soja está subiendo su precio en Chicago y las reservas líquidas del Central están cada vez más flacas, por lo que la percepción de que una nueva devaluación podría darse pronto sigue dando vueltas en el aire. Los dueños de la materia prima entienden que les es más conveniente esperar más para liquidar los dólares que aprovechar tres puntos menos en el pago de impuestos. A la luz de los hechos, es evidente que la propuesta del Gobierno no causó ningún tipo de efecto en el mercado mayorista.