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Alberto busca mostrar fortaleza en medio de la crisis

Domingo, 18 de octubre de 2020 01:03

Todos los problemas económicos que padece actualmente la Argentina van mucho más allá de la escasísima cantidad de reservas del Banco Central, del abultado precio del dólar paralelo o de la debacle en el consumo popular. La falta de una estabilidad política en el seno del Poder Ejecutivo es la que está generando altísimos niveles de incertidumbre y grandes dudas sobre cómo se afrontarán las enormes dificultades que atraviesa el país para iniciar, de una buena vez por todas, una senda de crecimiento equitativo y sostenible en el tiempo.
¿Continuará expandiéndose el gasto público en subsidios? ¿Se prevé un desdoblamiento del tipo de cambio? ¿Cuál será el plan para achatar la curva inflacionaria en medio de un espiral de emisión monetaria? ¿Habrá una oferta más tentadora para que los exportadores dejen de especular y liquiden sus divisas? ¿Ayudará el impuesto a las grandes riquezas a generar un clima propicio para la inversión privada? ¿Se descongelarán las tarifas de los servicios públicos a partir del 1 de enero? ¿Se retomarán las paritarias libres que este año se vieron empañadas por la pandemia? 
Esos interrogantes que acaparan hoy la agenda de empresarios y sindicalistas tienen sobre todo un origen político, ya que se desconoce si continuará la cristinización de Alberto o si la postura del jefe de Estado se irá corriendo hacia el centro a medida que crezca la crisis.
El acto de ayer, en el que el Presidente fue el único orador, tuvo un mensaje hacia adentro del PJ y otro hacia afuera. Hacía adentro, el mandatario quiso mostrar que no se profundizarán las fisuras con el kirchnerismo y ni con el Frente Renovador, dos de los tres pilares (junto a los gobernadores) de la alianza gobernante. Hacia afuera, el mensaje fue que tiene el respaldo de todos los sectores del Frente de Todos como para poder navegar con éxito los desequilibrios económicos del país. 
¿Una respuesta a quienes lo consideran un Presidente débil? Probablemente. 
La ausencia de Cristina Kirchner no deja de ser un dato trascendente de la jornada. ¿Por qué justo ella fue la que no estuvo en la foto de respaldos hacia Alberto Fernández? En el entorno del jefe de Estado relativizaron la cuestión. “Cristina no quiso opacar el liderazgo de Alberto en un día tan especial. De todos modos, estuvieron Máximo (Kirchner), Axel (Kicillof), Mayra (Mendoza) y muchos otros compañeros del kirchnerismo más duro”, señaló ayer a El Tribuno un estrecho colaborador del Presidente que pidió reserva de su identidad.
Alberto Fernández buscó los últimos días llevar tranquilidad a los mercados y a los ahorristas en medio de una semana plagada de versiones sobre un agravamiento de las variables financieras. El problema es que lo hizo a través de las palabras y no de las acciones, y no es ninguna novedad que los hombres de negocios y los exportadores se mueven con hechos consumados y no con expresiones de deseo. En su disertación ante los empresarios de Idea, el jefe de Estado aseguró que no habrá una nueva devaluación y que no se tocará el dinero depositado en los bancos. Ese tipo de promesas ya se produjo en reiteradas ocasiones desde la vuelta de la democracia pero pocas veces terminó siendo real, en otra muestra más de la fragilidad que tiene el valor de la palabra en los dirigentes argentinos. Es imposible que el jefe de Estado pueda garantizar que no habrá un corrimiento en el tipo de cambio oficial cuando la brecha con el dólar blue está cerca del 120 por ciento y provoca todo tipo de distorsiones en la economía. Más aún, si se tiene en cuenta que los dueños de la soja continúan sin liquidar sus divisas a la espera de una devaluación que consideran inevitable. Sin los dólares de la soja, el único salvavidas del Gobierno para reducir la volatilidad en el mercado cambiario es acentuar la emisión, justo en los momentos en los que la Argentina inició sus conversaciones con el Fondo Monetario Internacional.
Pensar que la devaluación de la moneda es una política estatal y no una respuesta de los mercados es desconocer la historia reciente de la economía argentina. Cada vez que escasearon los dólares para financiar las importaciones hubo una devaluación de la moneda, y los empresarios lo saben a la perfección. Tanto es así que ya son muchas las importaciones que no se están haciendo efectivas por la incertidumbre sobre cuánto costará el dólar en el momento de reponer la mercadería. Considerar que la cotización del dólar blue no tiene impacto en la vida de los argentinos es lisa y llanamente una mentira. 
Tan crítico fue el clima de los últimos días que hasta se llegó a mencionar una eventual renuncia del titular del Central, Miguel Pesce, luego de la andanada de críticas que recibió por la política cambiaria del Gobierno. Desde el entorno de Pesce salieron a decir que no renunciará en las condiciones actuales, pero que una fuerte devaluación no sería tolerada por él.

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Todos los problemas económicos que padece actualmente la Argentina van mucho más allá de la escasísima cantidad de reservas del Banco Central, del abultado precio del dólar paralelo o de la debacle en el consumo popular. La falta de una estabilidad política en el seno del Poder Ejecutivo es la que está generando altísimos niveles de incertidumbre y grandes dudas sobre cómo se afrontarán las enormes dificultades que atraviesa el país para iniciar, de una buena vez por todas, una senda de crecimiento equitativo y sostenible en el tiempo.
¿Continuará expandiéndose el gasto público en subsidios? ¿Se prevé un desdoblamiento del tipo de cambio? ¿Cuál será el plan para achatar la curva inflacionaria en medio de un espiral de emisión monetaria? ¿Habrá una oferta más tentadora para que los exportadores dejen de especular y liquiden sus divisas? ¿Ayudará el impuesto a las grandes riquezas a generar un clima propicio para la inversión privada? ¿Se descongelarán las tarifas de los servicios públicos a partir del 1 de enero? ¿Se retomarán las paritarias libres que este año se vieron empañadas por la pandemia? 
Esos interrogantes que acaparan hoy la agenda de empresarios y sindicalistas tienen sobre todo un origen político, ya que se desconoce si continuará la cristinización de Alberto o si la postura del jefe de Estado se irá corriendo hacia el centro a medida que crezca la crisis.
El acto de ayer, en el que el Presidente fue el único orador, tuvo un mensaje hacia adentro del PJ y otro hacia afuera. Hacía adentro, el mandatario quiso mostrar que no se profundizarán las fisuras con el kirchnerismo y ni con el Frente Renovador, dos de los tres pilares (junto a los gobernadores) de la alianza gobernante. Hacia afuera, el mensaje fue que tiene el respaldo de todos los sectores del Frente de Todos como para poder navegar con éxito los desequilibrios económicos del país. 
¿Una respuesta a quienes lo consideran un Presidente débil? Probablemente. 
La ausencia de Cristina Kirchner no deja de ser un dato trascendente de la jornada. ¿Por qué justo ella fue la que no estuvo en la foto de respaldos hacia Alberto Fernández? En el entorno del jefe de Estado relativizaron la cuestión. “Cristina no quiso opacar el liderazgo de Alberto en un día tan especial. De todos modos, estuvieron Máximo (Kirchner), Axel (Kicillof), Mayra (Mendoza) y muchos otros compañeros del kirchnerismo más duro”, señaló ayer a El Tribuno un estrecho colaborador del Presidente que pidió reserva de su identidad.
Alberto Fernández buscó los últimos días llevar tranquilidad a los mercados y a los ahorristas en medio de una semana plagada de versiones sobre un agravamiento de las variables financieras. El problema es que lo hizo a través de las palabras y no de las acciones, y no es ninguna novedad que los hombres de negocios y los exportadores se mueven con hechos consumados y no con expresiones de deseo. En su disertación ante los empresarios de Idea, el jefe de Estado aseguró que no habrá una nueva devaluación y que no se tocará el dinero depositado en los bancos. Ese tipo de promesas ya se produjo en reiteradas ocasiones desde la vuelta de la democracia pero pocas veces terminó siendo real, en otra muestra más de la fragilidad que tiene el valor de la palabra en los dirigentes argentinos. Es imposible que el jefe de Estado pueda garantizar que no habrá un corrimiento en el tipo de cambio oficial cuando la brecha con el dólar blue está cerca del 120 por ciento y provoca todo tipo de distorsiones en la economía. Más aún, si se tiene en cuenta que los dueños de la soja continúan sin liquidar sus divisas a la espera de una devaluación que consideran inevitable. Sin los dólares de la soja, el único salvavidas del Gobierno para reducir la volatilidad en el mercado cambiario es acentuar la emisión, justo en los momentos en los que la Argentina inició sus conversaciones con el Fondo Monetario Internacional.
Pensar que la devaluación de la moneda es una política estatal y no una respuesta de los mercados es desconocer la historia reciente de la economía argentina. Cada vez que escasearon los dólares para financiar las importaciones hubo una devaluación de la moneda, y los empresarios lo saben a la perfección. Tanto es así que ya son muchas las importaciones que no se están haciendo efectivas por la incertidumbre sobre cuánto costará el dólar en el momento de reponer la mercadería. Considerar que la cotización del dólar blue no tiene impacto en la vida de los argentinos es lisa y llanamente una mentira. 
Tan crítico fue el clima de los últimos días que hasta se llegó a mencionar una eventual renuncia del titular del Central, Miguel Pesce, luego de la andanada de críticas que recibió por la política cambiaria del Gobierno. Desde el entorno de Pesce salieron a decir que no renunciará en las condiciones actuales, pero que una fuerte devaluación no sería tolerada por él.