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Laberintos Humanos: La cueva

Domingo, 25 de octubre de 2020 01:01

Los perros sabemos esperar, dijo el cabecilla de la jauría echado bajo esos arbustos espinosos. Blanca y Aurelia los miraban asombradas. Todo, desde que la mujer de Bautisto Solón le contara a Blanca sobre su romance juvenil con John Lennon, fue una seguidilla de sorpresas asombrosas. El can les explicó que sabían quiénes eran sus hombres, pero no es que tengamos la intención de hacerlos venir. Contamos con que lo harán, les dijo. Entre las sombras que proyectaba el ramaje sobre el suelo, Blanca y Aurelia descubrieron que eran más los perros, y que había algunas hembras con sus crías.

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Los perros sabemos esperar, dijo el cabecilla de la jauría echado bajo esos arbustos espinosos. Blanca y Aurelia los miraban asombradas. Todo, desde que la mujer de Bautisto Solón le contara a Blanca sobre su romance juvenil con John Lennon, fue una seguidilla de sorpresas asombrosas. El can les explicó que sabían quiénes eran sus hombres, pero no es que tengamos la intención de hacerlos venir. Contamos con que lo harán, les dijo. Entre las sombras que proyectaba el ramaje sobre el suelo, Blanca y Aurelia descubrieron que eran más los perros, y que había algunas hembras con sus crías.

Vieron que una de las hembras masticaba un trozo de animal que le ensuciaba el hocico de rojo. Aquellos perros cazaban, no era carne que les hubiera dado nadie y sintieron un escalofrío que sólo se podía explicar por el contraste entre esos perros que hablaban y que a la vez parecían haber regresado a su estado salvaje. Les damos miedo, ¿no?, les preguntó el caudillo de los perros, que parecía ser el único que hablaba.

Sin embargo no va a pasarles nada peor que esto: estar a nuestra merced, convivir con nuestra bestialidad que a la vez es tan humana, dijo el animal lamiéndose la pata y a la vez sonriendo. La noche empezó a caer sobre esa caverna de ramajes espinosos, oscureciéndolo todo hasta sólo dejar audibles los jadeos hediondos de las bestias. El frío era apenas un problema menor para esas dos mujeres raptadas por la jauría, y no se escuchaba más que algún coche lejano corriendo sobre el asfalto de la ruta 9 en la otra banda.

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