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El dolor y el reclamo de los familiares a 3 años del hundimiento del ARA San Juan

En un acto en Mar del Plata, ascenderán post mortem a los 44 tripulantes. 

Domingo, 15 de noviembre de 2020 09:13

"Lamento no haberlo llamado por teléfono, escuchar su voz, darle más pelota. Lo lamento mucho, mucho. Yo estaba trabajando y Ale estaba en Ushuaia, tenía el día libre porque el ARA San Juan tenía el temita del cambio de la famosa bobina. Cruzamos mensajitos por WhatsApp, él quería que yo le diera algunos tips de Ushuaia, a dónde ir y también quería comprar los regalos de Navidad. Yo le dije: 'Dejate de joder, no pierdas tiempo con tu viejo, y aprovechá a disfrutar la ciudad".

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"Lamento no haberlo llamado por teléfono, escuchar su voz, darle más pelota. Lo lamento mucho, mucho. Yo estaba trabajando y Ale estaba en Ushuaia, tenía el día libre porque el ARA San Juan tenía el temita del cambio de la famosa bobina. Cruzamos mensajitos por WhatsApp, él quería que yo le diera algunos tips de Ushuaia, a dónde ir y también quería comprar los regalos de Navidad. Yo le dije: 'Dejate de joder, no pierdas tiempo con tu viejo, y aprovechá a disfrutar la ciudad".


Era el 7 de noviembre de 2017 y Luis Tagliapietra, sin imaginarlo, estaba compartiendo el último contacto con su hijo Alejandro, teniente de corbeta del ARA San Juan, submarino que se hundió 8 días después y fue encontrado en la madrugada del 17 de noviembre de 2018, a 907 metros de profundidad y a 500 kilómetros del Golfo San Jorge, a la altura de Comodoro Rivadavia.

Este domingo se cumplen 3 años de su desaparición, con 44 tripulantes a bordo, y se realizará un acto conmemorativo a las 12.15, con el debido protocolo de bioseguridad por la pandemia, en la Base Naval de Mar del Plata. Allí, el ministro de Defensa, Agustín Rossi, y el jefe naval, Julio Guardia, entregarán a familiares jinetas y espadas, atributos del ascenso post mortem de todos los submarinistas fallecidos. Un beneficio que llegará a los deudos, quienes percibirán un aumento en la pensión con arreglo a la nueva jerarquía.

Sonríe Tagliapietra mientras en su diálogo con Clarín recuerda algunos momentos imborrables junto a su hijo, "un pibe con el que más allá de nuestro vínculo padre e hijo, teníamos un lazo de fuerte complicidad, supongo que porque yo le llevaba apenas 19 años y digamos que lo crié con cierta ingenuidad e inconciencia, propia de un muchacho de esa edad. Tengo fotos de Ale de bebito, durmiendo en un hangar, entre dos paracaídas. Y así salió, un amante de los deportes".

El entusiasmo de papá Luis le gana al dolor y a la desazón por una fecha que lo tiene sin consuelo. Se le vienen un montón de imágenes, como esa vez que se tiraron juntos en paracaídas. Embalado, Luis prefiere hablar de su hijo y no sobre su lucha con los poderosos en busca de verdad y justicia. Opta por recordar a Alejandro y a veces utiliza el tiempo presente. "Tiene mucha simpatía, es descontracturado, su personalidad no tiene nada que ver con la disciplina militar, ¿sabés? Eso sí, a veces, como a su padre, le chiflaba el moño, viste... Discutía, era de pocas pulgas, competitivo al mango, pero un pibe lleno de calidez".

Tagliapietra fue uno de los familiares de tripulantes del ARA San Juan que más roce con la prensa tuvo, además de ser uno de los cuatro que viajó en el buque Seabed Constructor, de la empresa Ocean Infinity, que encontró el submarino casi dos días después de cumplirse el primer aniversario de su desaparición. "Eran las primeras horas del 17 de noviembre de 2018, yo llevaba 72 días a bordo del buque y estaba angustiado porque se decía que iba a cesar la búsqueda. Había dejado de trabajar, vendido dos autos para vivir y comer, sólo para dedicarme a encontrar a mi hijo, y saber qué pasó".

Hay un dejo de alivio en Tagliapietra, que como le prometió a su hijo nunca bajó los brazos, pero siempre supo que el hallazgo sería "el hallazgo del submarino con mi hijo sin vida". De a poco "me fueron sacudiendo un montón de sensaciones, desde tristeza y angustia, hasta un llanto desconsolado y luego una pizca de paz por haber cumplido el objetivo, ese objetivo, porque el norte ahora es la verdad, saber qué pasó, cómo sucedió y que se castigue a los responsables".

Confiesa que no esperaba que se encontrara el submarino después de tanto tiempo. "Fue muy loco todo, yo dejé de creer hace mucho en Dios, pero alguien de arriba, quizás Ale ayudó... Se alinearon los planetas y se dio justo cuando se acababa de cumplir el primer año. Dicen que estaba armado, orquestado, pero no, nada que ver, yo estaba allí y yo soy testigo de las caras de sorpresa, asombro y shock del capitán y del jefe de misión del Seabed Constructor".

Un largo suspiro exhala Isabel VIlca cuando se le pregunta por sus sensaciones de cara a los tres años del hundimiento del submarino donde se encontraba Daniel Polo, cabo primero de 32 años. A ese suspiro le sucede una triste verdad. "Acá no hay justicia, pienso en la Embajada de Israel, la AMIA, el choque de la estación Once, tantos crímenes sin castigo. Tengo miedo de que el ARA San Juan se transforme en otro trofeo para las vitrinas de la impunidad".

La angustia a Isabel "la posibilidad" de que quede como una tragedia más. "Tengo necesidad de saber qué fue lo que pasó con mi hermano y los otros 43 tripulantes adentro del submarino y siento que se busca que el tema se diluya, no han habido casi novedades en todo este tiempo", afirma la mujer, de 41 años, que admite "extrañar mucho al Dani... Extraño a mi hermano y a mi compadre, él fue padrino de Morena, mi hija mayor".

Cuenta Isabel, que es salteña, que su hermano, jujeño, "estaba muy presente aunque no nos viéramos seguido por su actividad, pero si nos comunicábamos mucho y estaba siempre atento a lo que necesitáramos su sobrina y yo. 'Isa, ¿necesitás algo, tenés plata, la nena está bien de zapatillas?', repasa Isabel".

La última vez que se vieron fue el 17 de mayo de 2017, el Día de la Armada en la Dársena Norte. "El estaba de guardia, pero estuvimos mucho juntos, fue un día maravilloso y, con el tiempo, imborrable. Yo estaba con mis hijas y mi marido y nos sacamos una foto en la cubierta del ARA San Juan", se quiebra Isabel, pero sólo por un instante.

Dice ser una persona fuerte Isabel, que decidió canalizar el dolor "saliendo a dar la cara y luchando por la verdad y la justicia. Encontraron el submarino pero no me alcanza. Le prometí a mi hermano que no iba a aflojar y con el aval de mi cuñada Verónica, no voy a aflojar. Mi hermano dejó dos hijas de sangre y otra del corazón y la más chiquita tenía once meses".

Se le estruja el alma a Isabel cuando piensa en la pequeña Renata, que en diciembre cumplirá 4 años. "El 30 de diciembre de 2017 estaba el salón ya reservado en Mar del Plata para celebrar el bautismo de la nena y su primer año de vida. Él estaba entusiasmadísimo con volver de la misión y ponerse en clima de festejos. Increíble, tuve que llamar yo al salón para cancelar la reserva".

Antes de irse cada noche a dormir, Isabel le pide a Dios "tener la fuerza suficiente para dar esta pelea tan desigual con los poderosos que con la plata hacen lo que quieren. A Dios le pido que deje a mi hermano descansar en paz y para eso necesitamos que vayan presos los que tienen que ir. Con Dios me enojé, espero que esta vez no me falle. Yo no quiero que a mi hermano lo distingan como un héroe, no sé si él lo era, las circunstancias lo quisieron. Yo lo quería a mi hermano así como estaba, un tipo cualunque, ningún héroe".

"¡Pá, pá, pá, abrime!". Se ríe Antonio Niz cuando recuerda la particular manera que tenía su hijo Luis de anunciarse cuando llegaba a su casa. "Él no tocaba el timbre, a él le gustaba gritar desde afuera y era su sello. Y para mí significaba la llegada de la alegría, porque Luisito era un pibe simplemente alegre", recuerda Niz de su hijo, cabo primero del ARA San Juan.

Niz, chaqueño de 54 años, dice que la vida "dejó de ser la vida, más allá de que tengo una mujer y dos hijos más. La vida se quebró y más que vida se transformó en una lucha desigual y eterna. En estos tres años los familiares de los tripulantes vivimos como cinco vidas, llenas de pesadillas, tristezas e injusticias, porque nos mintieron las autoridades, la jueza y hasta nos espiaron. Mucha bronca y dolor cuando aparecen esos pensamientos".

Por eso Niz prefiere pensar en su hijo y recordar la voz de esa última llamada desde Ushuaia, "que tengo en mi mente y en mis oídos y que ojalá esa voz me acompañe hasta los últimos días", comparte este ferretero de San Miguel. "Me llamó el 7 de noviembre de 2017, se lo escuchaba apurado pero bien. Me dijo 'Esto es un quilombo, pero todo bien pá, no te preocupes'. Yo quería saber más, quería entender por qué era un quilombo, pero no me dijo, porque el motivo de la llamada era otro: me avisaba que había conseguido turno en una iglesia de Mar del Plata para casarse".

La fecha de la boda de Luis con su novia Alejandra era para días después de su regreso con el submarino, el 7 de diciembre. "Estaba enamorado y contento a pesar de que sus superiores no lo autorizaron a no viajar, porque él pidió no viajar para hacer todos los preparativos. Las vueltas de la vida, ¿no?". Prefiere no ahondar en el tema Niz, que carraspea, no quiere quebrarse.

"¿La última vez que lo vi? El sábado 14 de octubre de 2017, que había venido a casa y al día siguiente se iba con la mamá por el Día de la Madre. Por supuesto, comimos asado, hablamos de Boca y fue día inolvidable sin saber que sería el último  que lo vería". Se despidieron con un fuerte abrazo, "pero esa vez él me hizo una palmadita en el cachete y me dijo 'Te quiero, pá'. Lo veo, lo tengo acá, presente".

Tanto Tagliapietra como Vilca y Niz saben que su lucha es cuesta arriba, pero no pierden las esperanzas. "Eso es lo último, no está en nuestro ADN. Creemos que tarde o temprano se sabrá la verdad, que la necesitamos desde lo sentimental, pero también desde lo judicial para que se establezcan las responsabilidades. Nuestra vida esta dedicada a esto, hasta las últimas consecuencias".

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