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Laberintos Humanos: En muchos rincones

Viernes, 20 de noviembre de 2020 01:00

Me fui de la ciudad lo más rápido que pude y llegué a Tilcara cerca del anochecer. Aquella entrevista con Estefanía Vilte, pese a los buenos recuerdos de su seducción, se me opacaban con el resto de lo ocurrido esa tarde: la piña que me pegó ese joven Pierro y la huida, de mi parte, esquivando las balas de su revólver.

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Me fui de la ciudad lo más rápido que pude y llegué a Tilcara cerca del anochecer. Aquella entrevista con Estefanía Vilte, pese a los buenos recuerdos de su seducción, se me opacaban con el resto de lo ocurrido esa tarde: la piña que me pegó ese joven Pierro y la huida, de mi parte, esquivando las balas de su revólver.

La memoria de los finales de mi niñez, que transcurrió en los mismos años setenta en que se filmaba en Jujuy la serie policial Pierro y Solón, me había dejado con el desagradable sabor de miedos y angustias que creía olvidados, pero que sin embargo siguen en muchos rincones de nuestras ciudades.

No quise encontrarme con ellos al regresar. Había intuido y había evitado saber que hicieron cosas que no les podría perdonar, pero el azar y las pocas calles de mi pueblo me llevaron a cruzarme con ambos, con Pierro y con Solón, ya pasados de años, ya cargados de historia. El comisario no quiso preguntarme nada.

¿Pudo conocer a Estafanía Vilte?, me preguntó Bautisto Solón y Pierro buscó la respuesta con la mirada, sin pronunciar palabra. Es una mujer exquisita, dije. Lo es, dijo Pierro entonces. Por ella pude haber perdido a Blanca, agregó, pero hubo una mañana en la que llegué a su departamento y la vi con otro hombre.

En estos cincuenta años no volví a saber de ella, dijo. Y no es que no la haya perdonado, es que no pude perdonarme el modo en que reaccioné, nos confesó y nunca más volvimos a tocar el tema. De alguna manera, habíamos llegado a conocer de nosotros cosas que nunca quisimos haber sabido.