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Laberintos Humanos: Las noticias

Jueves, 26 de noviembre de 2020 01:00

El remisero nos saludó con esa complicidad que les rellena la sonrisa al levantar a clientes conocidos. ¿Qué novedad hay?, me preguntó sin ser el único que quiere tener en sus manos algún titular de mañana. Estuve por decirle que viajábamos a Tilcara para conocer a una mujer que, según Pierre Donadou Quispe, lee estos Laberintos.

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El remisero nos saludó con esa complicidad que les rellena la sonrisa al levantar a clientes conocidos. ¿Qué novedad hay?, me preguntó sin ser el único que quiere tener en sus manos algún titular de mañana. Estuve por decirle que viajábamos a Tilcara para conocer a una mujer que, según Pierre Donadou Quispe, lee estos Laberintos.

Sin embargo no era eso lo que me pedía: quería algo sobre algún accidente o un caso de corrupción, algo para llegar a la parada y decir que mañana en el Tribuno va a salir tal o cual cosa, y la verdad era que estaba seguro que no le interesaba la reapertura del museo Terry ni las actividades del cuerpo de bomberos, así que le dije que no había nada.

Eso consumió lo que dista desde Sumaj Pacha hasta el pueblo, pagamos en la esquina de la muni y dejé que Donadou Quispe me guiara, corriendo el riesgo de que esa mujer, que había visto sentada en un banco, ya se hubiera marchado hacía rato. No era así, estaba ahí como si fuera cierto que estaba leyendo este Laberinto y sabía que la buscábamos.

Pero no teníamos ni la menor excusa preparada para sentarnos a su lado y sacarle conversación. Para ser una seducción, sin duda sobraba uno de nosotros y no se trataba de esas mujeres que se abordan fácilmente: su larga cabellera abultada con reflejos rojizos, un cierto estilo de ceñirse el vestido y el modo en que cruzaba las piernas, dejaba ver que era bella pero, no digo inaccesible, sino al menos trabajosa. Pierre no habrá pensado lo mismo y, sin más trámites, le dijo que yo era Dubin.

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