La lectora de estos Laberintos nos dijo que se llamaba Perla, y lo de la larga cabellera con tintes rojizos y ojos grises lo vimos por nosotros mismos. Me confesó que había creído que Dubin era un personaje, que firmaba la tira así como seudónimo, y que ni le pasó por la cabeza que Pierre Donadou Quispe pudiera ser real.
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La lectora de estos Laberintos nos dijo que se llamaba Perla, y lo de la larga cabellera con tintes rojizos y ojos grises lo vimos por nosotros mismos. Me confesó que había creído que Dubin era un personaje, que firmaba la tira así como seudónimo, y que ni le pasó por la cabeza que Pierre Donadou Quispe pudiera ser real.
Al poco rato conversábamos como viejos amigos, pero es que de alguna manera los personajes y el autor de un cuento son amigos de todos sus lectores. Cuando la invitamos a cenar a casa del comisario Pierro, se puso eufórica. Nos dijo que se había levantado de la siesta y había ido a la plaza a tomar aire, sin la menor esperanza de que le pasara nada sensacional.
Miren ustedes, ¿y cómo dicen que se va a llamar este capítulo?, nos preguntó cuando en realidad me lo estaba preguntando a mí. Le confesé que los títulos los ponía recién al corregirlos y a este lo estaba escribiendo en este momento, pero que podía cederle el honor de decidirlo, entonces se acercó a mi oído y me dijo en secreto el que ustedes leen arriba.
Cuando las conoció a Blanca y Aurelia, congeniaron enseguida. Las tres se pusieron a conversar sobre viejos capítulos de estas aventuras, y en cuanto empezamos a cenar me preguntó si le tenía deparada una a ella. Ya medio edulcorado de cortesía, le dije que si lo quería podía escribir una para ella, total que mañana tienen que seguir saliendo más capítulos.
Por Dios, sí, me dijo Perla y agregó que ya mismo le iba a escribir a sus amigas para decirles que mañana compraran El Tribuno.