Dueña de una rica historia, gestada en la mente y en el corazón de grandes visionarios que apostaron a las fértiles tierras del fecundo Valle de San Francisco, la localidad de La Esperanza, celebra hoy, 138 años de su fundación. Es imposible hablar del pueblo, sin hacer lo propio con el emblemático ingenio, porque fue esta incipiente empresa la que dio origen al mismo, ambos crecieron juntos, y ambos, tuvieron épocas de esplendor y de decadencia. A 138 años, allí está el pueblo esperanceño y su viejo ingenio azucarero, que precisamente, próximo a tan cara fecha, culminó la zafra 2020.
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Dueña de una rica historia, gestada en la mente y en el corazón de grandes visionarios que apostaron a las fértiles tierras del fecundo Valle de San Francisco, la localidad de La Esperanza, celebra hoy, 138 años de su fundación. Es imposible hablar del pueblo, sin hacer lo propio con el emblemático ingenio, porque fue esta incipiente empresa la que dio origen al mismo, ambos crecieron juntos, y ambos, tuvieron épocas de esplendor y de decadencia. A 138 años, allí está el pueblo esperanceño y su viejo ingenio azucarero, que precisamente, próximo a tan cara fecha, culminó la zafra 2020.
Aquellas manos laboriosas de los primeros habitantes junto a la mirada progresista de los pioneros empresarios, supieron abrir caminos para seguir escribiendo una historia llena de luces y sombras.
Hoy, aquel pueblo, ha dado paso a una próspera localidad, que cuenta con sus instituciones educativas, deportivas, culturales, pero mantiene la impronta de su origen que sigue en pie, en las antiguas construcciones, dueñas de gran belleza arquitectónica. Esperanza, nombre que paradójicamente se ha tenido que sostener en el tiempo, aún en medio de las lágrimas, del dolor, de luchas incansables protagonizadas por hombres y mujeres que hoy, continúan levantando en alto el significado del nombre de su pueblo, que sigue creciendo en sintonía con el verde mar de sus cañaverales.
La Esperanza, a la luz de los documentos históricos
Merced al meritorio trabajo de investigación realizado por el recordado multidoctor Jobino Pedro Sierra e Iglesias, quedó establecido que el pueblo y el ingenio nacieron juntos, siendo gestados en manos de visionarios de la época. Más tarde, los siempre y muy bien recordados hermanos Leach, se constituyeron en los verdaderos artífices de su progreso.
La Esperanza es dueña de una rica y muy bien documentada historia, sus orígenes se remontan al feliz encuentro entre Miguel Francisco Aráoz y Rogelio Leach. El primero, era un rico político salteño e industrial azucarero, instalado en San Pedro desde el año 1845 y dueño de la finca homónima, con plantaciones de caña y trapiches de madera. El segundo, era un mecánico inglés, experto en el armado de maquinarias azucareras y que había instalado en 1876 el ingenio Ledesma. Luego, el joven Leach, se radicó en la ciudad de Salta, donde se dedicaba a la venta de maquinarias para los ingenios azucareros. Además, asesoraba a sus dueños en las modernas técnicas de extracción de azúcar. Supo despertar en Aráoz, el interés por fundar una compañía cuyos objetivos principales eran la plantación de caña de azúcar y la elaboración de azúcares y alcoholes por medio de máquinas perfeccionadas y el expendio de estos productos.
La empresa se formó el 28 de noviembre de 1882 y estaba integrada por seis miembros; Miguel Francisco Aráoz y Rogelio Leach, Angel Ugarriza, Pio y Juan Antonio Uriburo y Wenceslao Lobo. La nueva entidad se designó “Sociedad Araóz, Ugarriza, Uriburo y Compañía”.
La plantación de caña de azúcar y la instalación de la maquinaria para la elaboración de los azúcares y de los alcoholes, que se llamaría “Ingenio La Esperanza”, se realizó en una parcela cedida por Aráoz en la misma Finca San Pedro. Contaba con una superficie de una legua cuadrada de tierra de labranza.
El Ingenio La Esperanza, comenzó a constituirse en 1883 y realizó su primera zafra al año siguiente, en 1884. Ella arrojó 230 toneladas de azúcar blanca comercial, cosecha que se hizo con pérdidas. Influyeron en ello, la crisis producida en la industria azucarera por el bajo precio del azúcar y la distancia de los mercados de consumo, que eran exclusivamente las ciudades de Salta y Jujuy, adonde se la llevaba con carros.