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Grieta que me hiciste mal... y sin embargo...

Lunes, 09 de noviembre de 2020 01:03

Situaciones y hechos puntuales ocurridos en las últimas horas, aún lejanos entre sí, muestran hasta qué punto, la grieta que atraviesa a algunas sociedades modernas se sigue instalando de manera persistente, y hasta feroz. El primer caso que atrapa la atención, es la reñida elección presidencial de los Estados Unidos de Norteamérica. El arcaico sistema yanki elige un colegio electoral, que en segunda instancia consagre a la fórmula presidencial ganadora, más la independencia de cada estado para adoptar su propio sistema electoral y de escrutinio, terminaron por ahondar la grieta entre Demócratas y Republicanos.

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Situaciones y hechos puntuales ocurridos en las últimas horas, aún lejanos entre sí, muestran hasta qué punto, la grieta que atraviesa a algunas sociedades modernas se sigue instalando de manera persistente, y hasta feroz. El primer caso que atrapa la atención, es la reñida elección presidencial de los Estados Unidos de Norteamérica. El arcaico sistema yanki elige un colegio electoral, que en segunda instancia consagre a la fórmula presidencial ganadora, más la independencia de cada estado para adoptar su propio sistema electoral y de escrutinio, terminaron por ahondar la grieta entre Demócratas y Republicanos.

Ganó el desafiante Joe Biden, exvice de Obama quien recién el sábado (se había terminado de votar por correo, por internet y de manera presencial, el martes 3) se animó a decirle a su país que había obtenido 279 electores de los 270 necesarios. Inmediatamente el presidente Donald Trump reiteró sus denuncias de fraude, comunicó que se dirigiría a la Corte Suprema de Justicia para obtener el recuento de votos, y estalló: "esta elección no ha terminado todavía". Por debajo del escándalo, el pueblo norteamericano se sumió en un "estado de grieta" que nunca antes vivió y que le costará muchísimo superar. Más allá de la decisión final -allá la Justicia no produce sorpresas- la lucha seguirá instalada en las Cámaras de Representantes y de Senadores, y en las calles de cada ciudad, donde se percibió con la misma intensidad la alegría y el dolor de ganadores y perdedores, y el rencor que se profesan mutuamente.

Los rápidos saludos de Barak Obama, Boris Johnson, Emanuelle Macron, Alberto Fernández y Angela Merkel, entre otros líderes, lejos de calmar las aguas, enardeció a los grupos radicalizados. La novedosa grieta que Trump abrió en el país líder del mundo "occidental y cristiano" amenaza con no cerrar por ahora. No al menos, hasta que el pragmatismo norteamericano perciba hasta dónde esa división, perjudicará su posición hegemónica en más de la mitad del mundo.

Aquí cerca, en el Estado Plurinacional de Bolivia, todavía se escuchan los ecos de los fastos presidenciales que cerraron la presidencia provisoria de Jeanine Añez, surgida de un golpe palaciego/policial, y consagraron en elecciones populares un nuevo capítulo de la gestión del Movimiento al Socialismo, de Evo Morales Ayma, esta vez bajo el comando de la fórmula Luis Arce Catacora/David Choquehuanca.

La pacífica normalidad -salvo excepciones- con que se desarrollaron el proceso electoral y el escrutinio, no logra sin embargo borrar las grietas y antinomias que embargan al pueblo boliviano. Persisten marcadas diferencias entre la numerosa comunidad aborigen, que se reparte en más de 40 etnias, mayoritariamente en el oeste altiplánico, con lenguas originales vivas, liturgias religiosas y hasta sistemas de justicia propios; y los poderosos y superdesarrollados departamentos de la llamada medialuna oriental, limítrofe con Brasil, liderados por Santa Cruz de la Sierra.

La presidencia de un mandatario indígena aportó avances y afianzamiento de la personalidad nacional al país, pero nunca fue tolerada. Y los mandatos de las urnas, jamás dejaron de ser cuestionados y hoy la gran tarea pendiente sigue siendo unificar y encontrar puntos comunes que enlacen los fraccionados esfuerzos y puntos de vista de las comunidades. La grieta, ancestral y durísima, sobrevuela Bolivia impidiéndole alcanzar las alturas que su gente, sus recursos y su situación geopolítica le ofrecen.

Y nosotros, estamos aquí, mirando hacia un lado y otro, hundidos en nuestra propia grieta que no cede. El Presidente Fernández, saludó a la fórmula ganadora en EEUU, y participó de los actos de posesión del gobierno en La Paz, estrechándose en un abrazo muy sudamericano con el Presidente Arce. Y no sólo eso. En fugaz visita a Jujuy, acompañará a Evo Morales en el cruce de la frontera de La Quiaca a Villazón, fortaleciendo el símbolo de la restitución de un gobierno popular. Pero mientras florezcan las enormes sonrisas, a sus espaldas, la Argentina toda sigue sin poder sacudirse una grieta que, si bien tuvo fuertes expresiones a lo largo de 200 años de historia, se agudizó en lo que va del siglo XXI.

Cuando regrese a Buenos Aires, AAF volverá a enfrentar la realidad donde persisten los encontronazos y voces oficialistas niegan la condición de argentinidad a los opositores, "no son argentinos de bien", a los que manifiestan los llaman "aluvión psiquiátrico", o se ofrecen a subir un camión y jugar al bowling por las avenidas donde marchan los quejosos. Recuerdan que usar jueces para perseguir opositores no fue una buena idea, como si ahora, ya fuese buena. Y hasta trazan una línea afirmando que la inseguridad en el país, no la padecen los ricos, exacerbando animadversión de clases que poco aporta a un pensamiento contemporizador.

Y desde el heterogéneo y cada día mas desorientado sector no opositor, se niega toda acción de gobierno y se le resta valor incluso a los aciertos y a los esfuerzos, negando toda responsabilidad por los errores cometidos y las herencias que supieron construir. En medio de todo, cuando ciudadanos de uno y otro sector, todos "los justiciables", vuelven sus ojos al Poder Judicial, pero sólo obtienen respuestas difusas, acomodaticias, pretendidamente (y fallidamente) salomónicas, con lo que único que logran es agrandar la grieta.

Todo lo demás, sigue siendo un llamado a la grieta. Desde un programa económico, o la falta de él; un presupuesto nacional dibujado con las exigencias del FMI, hasta los preparativos políticos para el 2021, que elevan el tono de la pelea por eliminar las Paso, sobran razones económicas y políticas, que terminarían dando una mano a la coalición de gobierno y desbaratando aún más a la opositora. Y tal es el estado de hostilidad que todo genera enfrentamiento: la compra de vacunas, sean rusas, europeas o americanas; y en Jujuy, la vuelta a las clases, la convocatoria a paritarias de los gremios estatales, se cuestionan los anuncios de flexibilizar los comportamientos frente al Covid-19, que un par de semanas atrás se criticaban como autoritarios o desmedidos.

De todos modos, buscando puntos positivos, en estos días, se encontraron algunos valiosos: la empresa Toyota anunció una inversión de 400 millones de dólares, inversión que posibilitará la fabricación de baterías de litio en Jujuy; directivos y personal de la joven Clínica Fátima de Palpalá, expresaron el orgullo y la satisfacción por haber sido elegidos por su excelencia, por la unidad médica presidencial para permanecer una guardia sanitaria durante la visita a Jujuy de Alberto Fernández y el expresidente Evo Morales, su exvice Álvaro García Linera y sus comitivas.

El centro de salud destinó habitaciones especiales de Unidad de Terapia Intensiva y de Unidad Coronaria, más un sector de angiógrafos, con el equipamiento de tecnología de punta más moderno del país, y mantiene a su personal profesional y técnico en guardia y aprestos permanentes mientras permanezcan en Jujuy las ilustres visitas. Y la noticia de la semana, obviamente, la fugaz y simbólica visita de Alberto Fernández y Evo Morales (que incluyó en su agenda una visita a la jefa tupaquera Milagro Sala), que marca el protagonismo de Jujuy y confirma su posición geopolítica privilegiada para liderar el centro oeste sudamericano.

Cuántas cosas se realizarían, no se demorarían ni desperdiciarían, si aprendiésemos a superar las grietas, que aunque hacen tanto daño, pareciera que nos empeñamos en mantener.