El comisario nos hablaba del cabo Urbiña, que trabajaba en la seccional, y de su novia, Cecilia Minuá, que vendía prendas femeninas de su creación. Fueron tiempos de mucho trabajo, dijo Pierro, porque entre otras cosas se acercaba la Semana Santa y cantidad de descuidistas se aprovechan de la multitud.
inicia sesión o regístrate.
El comisario nos hablaba del cabo Urbiña, que trabajaba en la seccional, y de su novia, Cecilia Minuá, que vendía prendas femeninas de su creación. Fueron tiempos de mucho trabajo, dijo Pierro, porque entre otras cosas se acercaba la Semana Santa y cantidad de descuidistas se aprovechan de la multitud.
Recuerdo que discutíamos, por esos años, si robar en una procesión era un delito agravado por el sacrilegio, pero lo cierto es que pasábamos poco por nuestras casas, entre ellos ese tal Urbiña, lo que motivó los celos de la Cecilia. Ella aseguraba que su hombre estaba en otros asuntos, así que la desatención movió al descuido, y el descuido al robo, que vino a denunciar.
Fuimos a visitarla con el cabo, y allí nos relató con detalles el modo en el que habrían entrado por el fondo, pese al perro morrudo que tenía, rompieron la cerradura de la puerta trasera, que estaba visiblemente dañada, y fueron directo a la habitación en la que viviera su difunta madre, que había pasado a ser depósito.
Mis prendas son artesanales, dijo, pero si las sacan de la provincia las van a poder vender fácilmente. No soy tan conocida, dijo bajando los ojos, que hasta entonces había tenido fijos en el cabo Urbiña. Muchos detalles es mala señal, dijo Bautisto Solón meciendo la cabeza y el comisario sonrió para seguir contando que dejé al cabo de consigna.
No se quejó ni él ni la Cecilia Minuá, pero al otro día volvió a presentarse, denunciando que varias amigas suyas habían recibido la oferta de comprar, más baratas, las prendas robadas.
x
x
x