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La filosofía de nuestros artistas en tiempos de cuarentena

Jueves, 31 de diciembre de 2020 13:21

Cuando se le otorgó el título de ciudadano ilustre de Tilcara a don César Lizárraga, me dejó su creencia de que "los poetas se transforman en sabios, en filósofos", y a la hora de participar de este anuario pensé en las iniciativas periodísticas que tomamos desde que comenzó la cuarentena. Desde la sección Cultura y Espectáculos, quedando guardadas en el freezer las presentaciones en vivo y antes de que proliferaran los streaming, había que hacer algo para que los nombres de nuestros artistas siguieran sonando.

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Cuando se le otorgó el título de ciudadano ilustre de Tilcara a don César Lizárraga, me dejó su creencia de que "los poetas se transforman en sabios, en filósofos", y a la hora de participar de este anuario pensé en las iniciativas periodísticas que tomamos desde que comenzó la cuarentena. Desde la sección Cultura y Espectáculos, quedando guardadas en el freezer las presentaciones en vivo y antes de que proliferaran los streaming, había que hacer algo para que los nombres de nuestros artistas siguieran sonando.

Primero ideamos una columna extensa donde los protagonistas pudieran decirnos qué estaban haciendo, pensando que ese ejemplo pudiera aportar a la desorientación de nuestros lectores, que también estaban encerrados en sus casas, y luego se creó un espacio más breve, tratando de que nos dijeran qué redescubrieron de lo tanto que, en arte, consumieran en los años previos. La cosa no fue difícil, los artistas colaboraron generosamente.

Por eso recordé las palabras del "Fofa" Lizárraga. Hubo de aquellos, entre los primeros, que atontados por el cachetazo de la pandemia, que habíamos recibido todos, no tenían por el momento nada que decir, pero los más respondieron a nuestras preguntas tanto para contarnos de sus cosas como para compartir sus reflexiones. Los artistas en general, no únicamente los poetas, parecen tener esa tendencia no sólo al acto creativo, sino también a la opinión sobre lo que sucede en su entorno. Se les escuchó hablar de esas cosas para las que la vida cotidiana, la anterior, la que llamábamos "la normalidad", no les daba tiempo. Muchos valoraron el reencuentro con sus familias y otros, sobre todos los alejados del mundo urbano, su reencuentro con la tierra, con el canto de las aves, con la producción de sus huertas. Y en ese ancho marco, siempre surgía la visión de lo que cambiaría a futuro, que en los primeros estuvo teñida de optimismo. Cierto que todos, o casi todos, mencionaron el mal momento económico que implicaba no tener trabajo, pero muchos entendían que este cachetazo a la humanidad iba a dejar el saldo positivo de una humanidad mejor. Si alguien se toma el trabajo de releer en orden cronológico esas entrevistas como si no fuera un colectivo sino una sola voz, notará el degradé de esta ilusión inicial en respuestas que dejaron de esperar tanto, para dar paso al reclamo. Los artistas son, no habría que repetirlo, el área más sensible de una comunidad. Por eso será que se dedican a oficios varios que hacen a la expresión y a las emociones. Sensibles tanto para la esperanza como para la decepción, para esperar que el ser humano aprenda de sus errores como para corroborar lo tercos que somos, para señalar caminos como para confesar que no los hemos transitado.