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2020: el año que vivimos y terminamos en peligro...

Jueves, 31 de diciembre de 2020 13:15

Como todos los eneros, al comenzar este año, los jujeños se asomaron con esperanzas a un futuro promisorio. Nuevo Gobierno nacional que como todos los anteriores, venía a tratar de hacer pie sobre la tierra arrasada, y a reconstruir el país. El mismo verso de cada estreno de gestión, pero con la novedad de tener un Presidente que se autodefinía moderado, respetuoso de la Ley, y capaz de poner freno al cristinismo que le había entregado el sillón de Rivadavia. En Jujuy, el gobierno de Cambia Jujuy revalidado y el Gobernador reiteraba con énfasis cada vez más estudiado, las certezas de que ahora sí, se iban a cumplir todas las promesas pendientes y que un nuevo mandato, ya sería suficiente para hacer de la provincia el lugar soñado por todos. El verano "duró lo que tarde en llegar el otoño", el carnaval pasó a todos por encima dejando un tendal de felices, Boca salió campeón, y sobre la mitad de marzo, se desató la tragedia.

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Como todos los eneros, al comenzar este año, los jujeños se asomaron con esperanzas a un futuro promisorio. Nuevo Gobierno nacional que como todos los anteriores, venía a tratar de hacer pie sobre la tierra arrasada, y a reconstruir el país. El mismo verso de cada estreno de gestión, pero con la novedad de tener un Presidente que se autodefinía moderado, respetuoso de la Ley, y capaz de poner freno al cristinismo que le había entregado el sillón de Rivadavia. En Jujuy, el gobierno de Cambia Jujuy revalidado y el Gobernador reiteraba con énfasis cada vez más estudiado, las certezas de que ahora sí, se iban a cumplir todas las promesas pendientes y que un nuevo mandato, ya sería suficiente para hacer de la provincia el lugar soñado por todos. El verano "duró lo que tarde en llegar el otoño", el carnaval pasó a todos por encima dejando un tendal de felices, Boca salió campeón, y sobre la mitad de marzo, se desató la tragedia.

El coronavirus, la "gripecita que quizás nunca llegue a la Argentina", se instaló como un azote bíblico, e inmediatamente, sirvió para dos cosas: la primera demostrar la imprevisión y la flacura del sistema de salud nacional y provincial. El presidente Alberto Fernández y el gobernador Gerardo Morales entregaron el mando de esa crisis a un grupo de expertos infectólogos que -rebosantes de pergaminos y buena voluntad- no terminaron de aceptar hasta hoy, que no se podía ser experto en una enfermedad nueva, totalmente desconocida, mutante y feroz. En el país fue el grupo de médicos y en Jujuy, el COE (Comité Operativo de Emergencias). En ambos ámbitos se debe destacar sin embargo, el trabajo sin desmayos, la entrega profesional de los trabajadores de la salud y de seguridad, una trinchera que se extendió abnegada y maravillosa por el frente de batalla que día a día se hacía más ancho y letal. La segunda cosa (montada sobre el pavor de la gente y hasta la mismísima muerte) fue la inmediata utilización política, mediática y marquetinera del coronavirus. Lamentable.

El presidente Fernández y el gobernador Morales, capitanes de tormenta, elevaron sus rangos de imagen positiva y de apoyo de la opinión pública a niveles astronómicos. Todo devino en que se encerró a la población cuando todos estaban asustados pero aún sanos, y se aplicó un cerrojo a toda actividad. Se notó inmediatamente que la maltrecha economía, entraba en agonía terminal. Que los puestos de trabajo comenzaban a caer, que la emisión descontrolada iba a ser el único soporte para atravesar el turbión, y lo que fue más grave (y cuyas consecuencias recién comenzarán a verse con el tiempo), cerraron escuelas, colegios y universidades. Hoy se puede afirmar que se pasó de la autoridad al autoritarismo, que se avasallaron innecesariamente libertades y derechos, despreciando la responsabilidad individual y social de los ciudadanos. Se prefirió el látigo a la persuasión y la confianza.

Todavía hoy, el ministro de Salud, Ginés González García, frente a la inminencia de una segunda ola del coronavirus (aunque en Argentina y Jujuy todavía no zafamos de la primera) salió a cubrirse diciendo que la política a aplicar será cuidar, primero la vida, después el trabajo y por último la producción. ¿Jamás entenderá que si no es encuentran caminos para estimular la producción, la pérdida de trabajos aumentará con su secuela de dramas, que terminará con destruir la magra calidad de vida que aún tenemos? ¿Y hasta la vida misma?

Debe haber otros caminos, otras soluciones para imaginar, para copiar, para no copiar. Pero ya basta de decir que somos los mejores, porque después la realidad nos ubica entre los peores diez del mundo. Basta de poner fechas y dar cifras que no se cumplen: ¿no advierten que con cada fecha fallida, en realidad le están poniendo fecha a otro fracaso? ¿A otra desilusión de la gente?

En estos días, en Jujuy, vimos por las calles, el resultado de todo lo ocurrido en este terrible 2020. Año que vivimos en peligro, asustados, perseguidos por la muerte, atormentados por la gran cantidad de familiares, amigos, compañeros de trabajo, excompañeros de estudios, vecinos, que un día desaparecieron de sus casas y de las calles, y que murieron sin poder respirar, en absoluta soledad, acompañados apenas por la mano piadosa de un enfermero o un médico. Por eso, esta Navidad, no será como las de antes. El dolor será más profundo, y estará colgado en cualquier rama del arbolito de Navidad. Además, porque cayó el empleo (el formal, el informal, el blanco, el gris y el negro), porque nadie sabe qué ocurrirá el año próximo. Porque la emisión de pesos falsos no podrá continuar, porque los subsidios ya no alcanzarán. Y porque la inflación seguirá su curso ascendente, los alimentos son artículos de lujo y los medicamentos un bien lejano y escaso. Porque avanzan la pobreza y la indigencia. Y porque hay hambre de educación, de seguridad, de futuro. Y literalmente, hay hambre.

En estos días, las calles y la histórica plaza Belgrano en Jujuy, volvieron a ser escenario de multitudinarias protestas como hace muchos años no se veía. Los gremios, las organizaciones sociales, colectivos de mujeres, padres de estudiantes, comunidades Lgbti+, mineros, desocupados, etc, ganaron las calles para gritar frente San Martín 450 su descontento, su desesperación y su angustia. Aunque no lo quieran, no buscan voltear el Gobierno. Buscan respuestas, ayuda. Buscan protección. Se escuchan comentarios de todo tipo: "son los ‘planeros’ insaciables"; "los que quieren más plata y nunca trabajaron". Y el infaltable: "Otra vez volvieron los tupaqueros, porque tienen un gobierno nacional que los alimenta". Más allá de esta grieta histórica y rediviva en Jujuy, lo cierto es que hay dolor, temor, incertidumbre y como se dijo, hambre. Y se nota en los ojos de la gente.

No se trata de buscar culpables. Lo que pasó, lo bueno y lo malo, es la experiencia que debemos atesorar. A pesar de todo, nadie puede quitarnos el derecho a la esperanza y a soñar que vendrán días mejores. Todos, especialmente la clase dirigente, tendremos que darnos cuenta de cuáles son las prioridades de los jujeños, la agenda real de las urgencias de la Provincia y trabajar unidos en procura de que el 2021 no sea otro año del que el próximo diciembre, sólo recordemos que también lo vivimos en peligro.