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La familia liberal: entre amigos y enemigos

Jueves, 13 de febrero de 2020 01:03

POR CARLOS ALBERTO MONTANER, ESCRITOR Y PERIODISTA

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POR CARLOS ALBERTO MONTANER, ESCRITOR Y PERIODISTA

En pleno febrero, mes elegido por gran número de chilenos para tomar vacaciones estivales, los manifestantes volvieron a las calles del centro de Santiago, manteniendo vigente una revuelta social que cobró vida en octubre.

Hace pocos años sabíamos lo que debíamos hacer en América Latina para superar el subdesarrollo: imitar a Chile. Fue, por ejemplo, lo que ha hecho Perú y, en medio de su crisis política, le va bastante bien en el orden económico.

Veíamos con sana envidia cuanto sucedía en "el país de la loca geografía", como le llamó el ensayista Benjamín Subercaseaux. Sin embargo, el principal problema del país no era su extraña geografía, sino su pobreza ancestral.

En 1959, año en que triunfa la revolución comunista cubana, Chile tenía un desempeño mediocre. Su per cápita y su índice de desarrollo económico eran dos tercios de los que Cuba exhibía.

Hoy se han invertido esos datos y Chile marcha (o marchaba) a la cabeza de América Latina, triplica el per cápita de Cuba y lleva (o llevaba) camino de ser el primer país de América Latina que alcanza ese mítico lugar imprecisamente llamado "Primer Mundo".

Del 68% que existía en 1990 la pobreza se redujo a 8,6% y la pobreza extrema o abyecta a 2,3%. Lógicamente, el coeficiente Gini de Chile pasó de aproximadamente 55 a 45, situándose cerca del que se aprecia en Estados Unidos.

Sin embargo, y aquí radica el núcleo de estas reflexiones, hay miles de chilenos destruyendo metódicamente las expresiones materiales de la formidable transformación chilena.

¿Por qué sucede este fenómeno absurdo de autofagia? ¿Por qué miles de jóvenes chilenos atentan contra su propio bienestar? A mi juicio, por un error clave en la identificación de los aliados potenciales y de los inevitables adversarios.

Durante siglos, desde la revolución francesa, cuando los jacobinos se sentaban a la izquierda y los girondinos a la derecha en el Parlamento, quedó esta costumbre de calificar a los partidos políticos como "izquierda" y "derecha", pero esa división es hoy totalmente inadecuada.

La frontera hoy es distinta. Hay una serie de partidos dentro de la "democracia liberal" que tienen marcadas diferencias en torno a las cuestiones económicas, pero esas diferencias no las hacen adversarias.

Conservadores, liberales y libertarios, democristianos y socialdemócratas coinciden en estos cinco aspectos fundamentales: 1) Todas las personas son iguales ante la ley; 2) Existen libertades imprescriptibles;

3) Debe existir una clara separación entre poderes que se equilibren; 4) Los poderes del Estado deben ser limitados y las autoridades sometidas a elecciones plurales, libres y transparentes, capaces de renovar a los gobernantes periódicamente, permitiendo el relevo generacional y la circulación de las élites;

5) El mercado, con su crecimiento espontáneo, ha demostrado su capacidad de asignar recursos mucho más eficientemente que la rígida planeación de los "expertos".

Es verdad que la familia de la democracia liberal discrepa en cuestiones económicas importantes, como la intensidad del gasto público con relación al PIB, o la presión y estructura fiscal; y no puede ocultarse que hay grandes diferencias en materia social como el aborto, la educación sexual en las escuelas, o el rol de lo que hoy se llama Lgtbi, pero esas distinciones no son vitales. Son accesorias y pueden ser dirimidas en las urnas.

Las diferencias fundamentales e insalvables son las que se tienen con los autoritarios, ya sean francamente totalitarios, como los comunistas y fascistas, o lo que hoy se denominan "democracias iliberales". (Iliberales con i, un vocablo que debería recoger la Academia de la Lengua urgentemente en su visitado diccionario).

Estos grupos iliberales pueden llegar al poder mediante elecciones, pero su carga ideológica tiene muy poco que ver con los valores y principios que anidan en la familia liberal contemporánea. Suelen ser nacionalistas, antiinmigrantes y, por ende, contrarios al libre comercio y a la globalización, aspectos básicos de la familia de la democracia liberal en nuestros días.

Si estas conjeturas son acertadas, no es conveniente hacer pactos de gobierno con los comunistas, como hicieron en Chile durante la Concertación.

 

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